“Las banderas que forjaron la historia no se tocan”
Kim Gómez Parentini
Coalición sí, pero con alma, estructura y rumbo. Hay frases que no envejecen, porque están hechas de historia, de sacrificio y de destino. Las banderas que forjaron la historia no se tocan. Porque no son solo telas ni colores. Son valores, son memoria, son identidad. Son el alma de la República. Y por eso hoy decimos con claridad. Coalición sí, pero con alma, estructura y rumbo. Defendemos la coalición, sí —pero no cualquier coalición.
Defendemos una coalición que piense, que sienta y que transforme.
Una coalición con método, con estrategia y con principios.
Una coalición que respete las raíces, pero mire al porvenir.
Pedro Bordaberry lo ha dicho con determinación, no se trata de fusionar partidos ni de borrar identidades, se trata de coordinar con inteligencia y construir con respeto.
La idea de un solo lema opositor en 2029 puede sonar tentadora, pero sin estructura, sin dirección, sin hoja de ruta, es solo un eslogan vacío.
Una coalición no empieza con un lema. Empieza con una organización viva, con un liderazgo compartido, con una hoja de ruta clara.
Las sociedades modernas no prosperan por uniformidad,
prosperan por diversidad organizada. La gente no confía en los discursos que cambian, confía en los liderazgos que transmiten coherencia, propósito y emoción.
Por eso, si queremos una coalición que dure, debe tener estructura, método y corazón.
Tabaré Viera lo advirtió antes que nadie. Pidió una coalición real, con órgano representativo, con reuniones, con dirección política.
No se hizo.
Y cuando propuso extender esa coordinación a los 19 departamentos, la respuesta fue el silencio.
Porque la coalición no debe ser un transporte hacia el poder, debe ser un instrumento al servicio del país.
Al servicio del trabajo, de la justicia, de la educación, de un Estado que sirva a la gente y no se sirva de ella.
Y déjenme decirlo con claridad, esto no es un cambio de postura.
Es una evolución batllista.
El batllismo vive y vive en cada acto de transformación, en cada reforma, en cada decisión que pone al Uruguay primero.
El batllismo no se refugia en la nostalgia, se alimenta del futuro.
Porque no se trata de renovar personas, se trata de renovar formas, ideas y estructuras.
El pueblo uruguayo no pide alianzas improvisadas, pide certezas, rumbo, pertenencia.
Y eso solo se logra con una coalición funcional, una coalición que inspire confianza y esperanza.
El país exige más que titulares sobre choques o liderazgos.
El país exige resultados, coordinación y compromiso. Desde las urnas hasta las instituciones, desde Montevideo hasta el último pueblo del interior.
Estamos en un momento decisivo.
Podemos seguir haciendo coaliciones por conveniencia, o construir una alianza nacional con alma, con visión y con estructuras vivas.
Porque las coaliciones no deben ser un puente hacia el poder, sino una herramienta al servicio de la República.
Y porque, como nos enseñó Batlle, la política no se mide por las victorias que conquista, sino por los destinos que construye.
Por eso, con orgullo batllista y con corazón republicano, reafirmamos hoy. Las banderas que forjaron la historia no se tocan. Coalición sí, pero con alma, estructura y rumbo.
Porque el Uruguay necesita política con cabeza, con corazón y con coraje.
“La libertad no se defiende con discursos, sino con instituciones.”
¡Arriba corazones!