Editorial

Reinventando

partidos políticos,

programas y candidatos

César García Acosta

Blancos y frenteamplistas parecen querer transitar el camino de la reflexión y la autocrítica, para llegar a la reformulación de lo que vendrá en materia de tendencias políticas, que el silencio cómplice para distanciarse sin heridas de los tiempos de la pérdida electoral. Si bien las próximas elecciones están lejanas, empezaron a escucharse voces que pretenden una reforma electoral para ajustarse a los tiempos que corren, otorgando mayor libertad de acción a un elector que se reparte entre dos grandes bloques, alineados a dos coaliciones políticas bien definidas.

Hace unos días el politólogo Adolfo Garcé, aludiendo a sus colegas Luján y Vairo, sostenía que en una reciente publicación, en el capítulo de conclusiones, se sostenía que “la elección de 2024 puso de manifiesto la resiliencia del sistema de partidos uruguayo, y en particular la solidez de los tres principales partidos: Frente Amplio, Partido Nacional y Partido Colorado. En segundo lugar, el resultado final contradice algunas expectativas teóricas. Ni la economía ni la aprobación de la gestión presidencial fueron buenos predictores del resultado final. El gobierno no fue reelecto en un contexto económico favorable: actividad en expansión, descenso de la tasa de la inflación y crecimiento del salario real en el año electoral. La fórmula oficialista no logró capitalizar tampoco el alto índice de aprobación de la gestión del presidente Luis Lacalle Pou.”

Esta afirmación, en puridad, es así. Observada la tendencia del electorado joven, destacan los autores Luján y Vairo, “entre aquellos nacidos antes del 2000, casi 52% votó a Orsi en el balotaje, y apenas el 35% a Delgado”. Sin embargo, entre los nacidos a partir del 2000, “esas proporciones se alteran drásticamente”. Y agregan: “Mientras un 49% votó por Delgado, apenas un 38% lo hizo por Orsi”. Es sabido que las pautas de socialización política pueden modificarse con el paso de las generaciones, y si eso está sucediéndose, la oferta que se prepare, debe comprender desde las candidaturas hasta los programas rumbo a la conquista de un electorado en proceso de formación.

Siguiendo el análisis de las tensiones entre lo estructural y lo contingente, “la elección de 2024 invita a seguir pensando acerca del papel del liderazgo o, en los términos que prefiere Diego Luján, de los atributos personales de los candidatos. Los partidos en Uruguay siguen siendo potentes. Un componente clave del voto es la identificación partidaria. Pero ¿cuánto pesa el candidato? ¿Cuántos electores votan “heladeras”, para retomar una metáfora que hizo carrera? Dado que las pautas de socialización política se modifican con el paso del tiempo, ¿se estará verificando en Uruguay la tendencia encontrada en otras democracias a la personalización del voto?”.

Para los politólogos “el resultado es sorprendente y preocupante. Uruguay tiene niveles de polarización afectiva hacia partidos superiores incluso a los de EE.UU. Las campañas negativas, tan frecuentes en los tiempos que corren, refuerzan esta tendencia a la “grieta”, sostienen.

Alcanza con pensar en Bukele y su formato de desarrollo político en materia carcelaria, o en la respuesta de nuestro gobierno admitiendo “estar perdiendo la batalla contra el narcotráfico”. El crecimiento delictivo violento que como tendencia insinuaba hace apenas unos años atrás, hoy ya es una grieta consolidada en Uruguay, que hasta hace pocos años se la graficaba con una línea imaginaria entre el norte y el sur de avenida Italia. Hoy esa línea ya se traza de un lado al otro de las veredas de una calle, y el borde de lo admisible es el mismísimo límite de la grieta del lugar donde se vende droga que se transforma en un trabajo.

Esta batalla no se gana con balas, sino con cambios estructurales de la sociedad organizada.

Mientras el ministro del Interior admite públicamente lo obvio, la realidad como parte de la certidumbre se apoderará del conjunto cultural. Para todo eso, el Partido Colorado como actor trascendente del debate de la batalla cultural en todas las épocas, no debe sentirse ausente aunque la izquierda siga perfilándose hacia una moderación que no representa.

Compartir

Deja una respuesta