Política nacional

Algo huele muy mal

Daniel Manduré

A esta altura nada puede asombrar de lo que nos llega del poder gobernante de la vecina orilla. Un olor nauseabundo cruza el río producto de una mezcla de mala fe, burrada e ignorancia y que se desprenden de las últimas declaraciones de su propio presidente, el inefable Alberto Fernández.

“…los uruguayos abren las canillas y no sale agua” afirmó canallescamente. Parece pretender arrastrarnos a los uruguayos a la profunda grieta que la dirigencia política tiene sumergida a la sociedad argentina desde hace décadas. Esgrime la mentira como su principal arma y nos usa como un pequeño trofeo que haga olvidar, aunque sea por un ratito, la grave crisis económica, política, social e institucional que vive el pueblo argentino. Una Argentina al borde del colapso, con degradación de valores, violencia, confrontaciòn permanente, corrupción. Con una inflación interanual del 104%, una pobreza del 40% y una moneda en permanente devaluación.

El mismo presidente que mientras, en plena pandemia, mantenía encerrado a su pueblo en cuarentenas totales y obligatorias interminables organizaba fiestas multitudinarias en su residencia presidencial.

Desde hace 80 años que los peronistas y su desteñida versión kirchnerista, se presentan como los salvadores de la nación, pero cada vez la hunden más. Ese populismo demagógico y autoritario que destroza todo lo que toca.

No es la primera vez, que con su particular estilo y su soberbia habitual Fernández tiene este tipo de exabruptos, dijo no hace mucho tiempo:

“Los mexicanos salieron de los indios, los brasileños de la selva, pero nosotros los argentinos de los barcos” con un rancio tono de superioridad y hedor racista. Tuvo que salir a pedir disculpas, pero por supuesto que no alcanzó para cubrir tan grueso dislate.

Y por si esto fuera poco hace unas horas conocimos un documento de la ONU redactado por una comisión que estaba encabezada por su Relator Especial, Pedro Arrojo Agudo en cuyo contendido se criticaba al Uruguay por el manejo de la situación hídrica.

Un informe absolutamente sesgado, donde se omite mucha información, plagado de medias verdades, con un desconocimiento de la situación real impropia de profesionales donde se supone que la independencia técnica, seriedad, precisión de los datos proporcionados y la idoneidad deberían ser lo habitual. Un informe rengo y difuso.

Llama poderosamente la atención que los representantes de ese organismo internacional en nuestro país desconocían el tema, nunca fueron consultados al momento de elaborar ese infame documento.

El gobierno nacional elaboró un comunicado oficial donde enumeró todas las medidas adoptadas en tan difícil momento y ante tanta imprecisión por parte del organismo internacional. Pero el daño está hecho. Impropio, aún más, si tenemos en cuenta de quien proviene.

Habla de “riesgo de privatizar de facto el agua para consumo humano”, de la alta afectación a sectores vulnerables de la sociedad. Un informe plagado de inexactitudes, omitiendo, hasta creemos que voluntariamente, aspectos medulares.

Pero sería interesante conocer los antecedentes de quien encabeza ese informe, tal vez para entender un poco más…

¿Quién es Pedro Arrojo Agudo? Un español que además de Doctor en Física y su actividad centrada en la economía del agua y ser Doctor en Ingeniería de fluidos, Arrojo fue diputado del grupo de izquierda español “Podemos”, que encabezaba Iglesias.

Nada tendría que ver su ideología si la ética, honestidad intelectual y la profesionalidad acompaña sus actos, pero con este informe pone en duda esos atributos, donde parece ser que el sesgo ideológico le ganó al profesional.

Ello colide notoriamente con la actuación destacada de Michelle Bachelet, también de izquierda, socialista, cuando ocupò el cargo de Alta Comisionada de Naciones Unidas para los Derechos Humanos. No le tembló el pulso al tener que informar sobre el quiebre institucional y la permanente violación de derechos humanos en Venezuela.

Además, en interesante conocer como Pedro Arrojo llegó a la ONU. Lo hizo ocultando información sobre algunos de sus antecedentes personales que lo podían perjudicar y además envuelto en denuncias vinculadas a lo que se conoció como el “genocidio del amianto”. Fue denunciado en 2015 por estar vinculado empresarialmente a la Fundación Avina, una entidad filantrópica creada por Stephan Schmidheiny, un magnate del amianto a nivel internacional. Este empresario fue declarado culpable por un tribunal de Turín como responsable de más de 3000 muertes por el desarrollo de sus proyectos con ese material cancerígeno. Fue condenado a 18 años de prisión. Fue el quien propuso a Arrojo para presidir Avina.

Este hecho fue considerado incompatible por el representante legal de “Podemos” con el documento ético acerca de la defensa de los Derechos Humanos que se supone que este grupo les exigía a sus militantes para ser candidato, de todas formas y desconociendo ese antecedente, Arrojo llegó a la diputación.

El hoy relator de la ONU también creó la fundación Nueva Cultura del Agua, creada al parecer mientras estaba aún vinculado a Avina y que fue denunciada por grupos ecologistas por recibir 100 000 euros de Avina para sus oficinas de América Latina. Se dice además que este relator ha sido muy resistido por su discurso político que causa rechazo y a quien se sugirió que como relator se centrase en trabajar en aquellos lugares donde verdaderamente se carece de derechos humanos.

Hechos graves, uno que proviene de la máxima autoridad del país hermano que molesta, preocupa, pero no extraña.

Otra más grave que proviene de la redacción de un documento de un organismo que debería ser visto como una palabra de absoluta garantía en cuanto al profesionalismo, ecuanimidad, especificidad técnica, equilibrio e independencia, pero que con informes como este lo dejan muy mal parado.

Es un informe flechado de un organismo internacional que parece cojear de una de sus piernas.

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