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Balance político de las elecciones

departamentales 2025 en Uruguay

Guzmán Ifrán

Las elecciones departamentales y municipales del 11 de mayo de 2025 marcaron un nuevo mapa político en Uruguay, en el que se mezclan señales de continuidad con elementos de cambio que delinean desafíos y oportunidades para todas las fuerzas políticas. El Partido Nacional reafirmó su hegemonía en el interior del país, reteniendo 13 de las 19 intendencias, lo cual consolida su perfil de fuerza dominante en el Uruguay rural y semiurbano. Intendencias como Colonia, Durazno, Maldonado y Tacuarembó confirmaron su apoyo a los candidatos blancos, en muchos casos con holgadas diferencias.

El Frente Amplio, por su parte, logró sostener sus bastiones históricos de Montevideo y Canelones, y recuperó la intendencia de Río Negro. La victoria de Mario Bergara en la capital reafirma el liderazgo de la izquierda en Montevideo, aunque el aumento de votos en blanco y anulados (superiores al 9%) constituye una señal de advertencia sobre el vínculo con su base electoral.

En Canelones, Francisco Legnani logró continuar la gestión frenteamplista, aunque con una votación inferior a la alcanzada en elecciones anteriores por Yamandú Orsi. También allí se registró un elevado porcentaje de votos en blanco y anulados, superiores al 11%.

Uno de los hechos más significativos de la jornada fue la derrota del FA en Salto, donde la Coalición Republicana logró una victoria holgada. Esta pérdida refleja un debilitamiento en el litoral norte, que había sido reconquistado por la izquierda en 2020. En contraste, la recuperación de Río Negro muestra que aún existen nichos de expansión para el Frente Amplio en el interior.

A nivel municipal, el FA retuvo seis de los ocho municipios de Montevideo, recuperando el Municipio F. Sin embargo, la participación en las elecciones municipales fue baja, con una abstención superior al 50%, lo que expone una desconexión creciente entre la ciudadanía y el tercer nivel de gobierno.

El mapa político departamental queda así configurado para un ciclo en el que, más que celebrar victorias, las fuerzas políticas deberán concentrarse en interpretar las señales del electorado y corregir los rumbos donde sea necesario.

Un capítulo aparte merece el caso del departamento de Lavalleja, único del país en el que aún no se ha definido quién será el próximo intendente. Tras el escrutinio primario, se produjo un virtual empate técnico entre el Frente Amplio y el Partido Nacional, con una diferencia de apenas 111 votos a favor del FA. Esta paridad obliga a esperar la culminación del escrutinio departamental, que incluye la revisión de votos observados, para determinar no solo quién asumirá el cargo, sino a qué partido político pertenecerá la futura administración.

La importancia simbólica de este desenlace es significativa. Si el Frente Amplio lograra confirmar su ventaja, sería la primera vez en la historia política del país que la izquierda conquista la Intendencia de Lavalleja, un departamento tradicionalmente vinculado al Partido Nacional. Esta eventual victoria podría tener profundas connotaciones políticas, tanto por su valor histórico como por el eventual reposicionamiento del FA en zonas rurales del país que le han sido esquivas electoralmente.

Otro elemento que merece ser señalado con claridad es el desacierto estratégico del Partido Nacional al no aceptar la propuesta del Partido Colorado de presentar listas comunes bajo el lema ‘Coalición Republicana’ en todos los departamentos del país. Esta decisión tuvo consecuencias políticas concretas: el Partido Nacional perdió el control del departamento de Río Negro y podría perder también el de Lavalleja, donde el Frente Amplio lleva una mínima ventaja. En ambos casos, la suma de votos de la coalición hubiera significado la victoria, como efectivamente ocurrió en Salto, donde se utilizó el lema conjunto y se obtuvo el triunfo. Estos resultados deberían ser motivo de reflexión para el Partido Nacional, que debe asumir con lucidez la transformación del mapa político uruguayo y reconocer la necesidad de una nueva estrategia electoral que fortalezca a la coalición sin diluir las identidades partidarias que la componen. Aceptar esta nueva realidad y actuar en consecuencia no solo beneficiaría al Partido Nacional, sino también a la Coalición Republicana en su conjunto.

Mención especial merece el extraordinario triunfo del Partido Colorado en el departamento de Rivera, donde fue reelecto como intendente el contador Richard Sander con un abrumador 57% de los votos. Este resultado no solo reafirma el liderazgo colorado en un bastión históricamente batllista, sino que demuestra que dicho liderazgo no cede ni se estanca, sino que se profundiza a través de políticas públicas de excelencia que han transformado a Rivera en uno de los departamentos más destacados del país en términos de gestión, resultados concretos y popularidad ciudadana. Este proceso virtuoso tiene su origen en la decisión estratégica del líder colorado Tabaré Viera Duarte, quien supo conformar un equipo político de altísimo nivel que ha logrado trascenderlo, proyectando figuras como Marne Osorio y el propio Richard Sander. Rivera se ha convertido así en un ejemplo de cómo se debe construir poder político en base a generosidad, visión y grandeza. Viera ha descentralizado liderazgo, ha multiplicado vocaciones, y ha hecho lo que los grandes hombres y los grandes políticos hacen: formar y proyectar sin aferrarse al poder. Este camino de Rivera debiera ser replicado por todo el Partido Colorado, especialmente en el ámbito nacional, donde durante décadas ha escaseado esta visión estratégica. La Coalición Republicana aparece hoy como la herramienta política que, bien utilizada, puede devolverle al Partido Colorado un rol protagónico a través de experiencias como la de Rivera. Este triunfo se proyecta hacia el futuro no solo como una ratificación de una hegemonía consolidada, sino como una plataforma de crecimiento sostenido gracias a una administración de excelencia que ha mejorado sustancialmente la calidad de vida de los riberenses, modernizado la infraestructura, atraído inversiones productivas y generado empleos. Además, ha promovido una influencia cultural e integración social significativa, reforzando los lazos comunitarios y la cohesión social. Todo esto ha sido posible por la visión y la generosidad política del senador Tabaré Viera, fundador del Espacio 2000, quien, a diferencia de muchos otros líderes colorados, ha formado y promovido nuevos liderazgos como el propio Sander y el diputado Marne Osorio, dos veces intendente de Rivera. Esta actitud de grandeza es lo que el Partido Colorado necesita replicar en todos los niveles para impulsar su recuperación nacional: equipos sólidos, movimientos que trascienden a las personas, y una gestión pública con sensibilidad social y eficacia administrativa, como la que Rivera ha sabido encarnar con claridad y orgullo batllista.

Guzmán A. Ifrán

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