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Domingo Arena y el plasma solidario

Fátima Barrutta

El pasado 7 de abril se cumplió un nuevo aniversario de Domingo Arena, un batllista ejemplar que nació en esa fecha de 1870 en una Calabria italiana donde campeaba el hambre y la falta de oportunidades, y que emigró con su familia a nuestras tierras siendo apenas un niño.

Con su empuje e inteligencia, se abrió camino desde su origen como peón rural en Tacuarembó, hasta doctorarse en Derecho y llegar a convertirse en diputado, senador y miembro del Consejo Nacional de Administración.

Fue mano derecha de don José Batlle y Ordóñez, tanto en el diario El Día como en la fragua ideológica que convirtió al Uruguay en un pequeño país modelo. Algunos historiadores se solazan en advertir la similitud de sus ideas con las del anarquismo y socialismo que estallaron en Europa en las primeras décadas del siglo pasado.

En realidad, la sensibilidad social, la gesta por la jornada de ocho horas y las reivindicaciones obreras, emparentaron al batllismo de Arena con aquellos enfoques.

Pero hay que entender que la concepción socialista de entonces nada tenía que ver con la de ahora.

El estalinismo no había llegado aún para manchar de sangre y oprobio esas utopías. Y el propio Arena, en su tiempo, ya tenía muy clara la diferencia entre el republicanismo batllista y aquellas ideas totalitarias.

Con la combinación perfecta de pragmatismo e idealismo que lo caracterizaba, escribió una vez que «esta lucha entre obreros y patrones no debe verse como una verdadera lucha de clases, como algunos pretenden entenderlo. No es raro que un obrero, por su esfuerzo constante y ayudado por la fortuna, se transforme en patrón y tenga que seguir la corriente de todos los patrones, ni es imposible que algún patrón o alguno de sus hijos concluya como obrero.

De manera que en el fondo no hay razón para que patrones y obreros se traten como adversarios, y mucho menos como adversarios irreconciliables”.

Pocas veces ha quedado estampada en la historia una distinción tan transparente entre democracia y autoritarismo. La vocación obrerista del batllismo se canaliza como una contienda cívica emprendida con las garantías del pluripartidismo; nunca como un conflicto violento entre enemigos mortales.

Por eso, el ejemplo de Domingo Arena es el que debe guiarnos hoy más que nunca, en este Uruguay sumido en una desgraciada emergencia sanitaria, donde la unidad nacional debe primar sobre los enfrentamientos sectoriales. Un Uruguay donde nos respetemos más allá de nuestros disensos y en el que la grave circunstancia que nos afecta no sea utilizada como excusa para la agitación política, sino que sea atendida con responsabilidad y vocación comunitaria. 

Contra los revolucionarios de boliche, contra los criticones de mesa de saldos, la ciudadanía de a pie nos sorprende todos los días con lecciones de humildad constructiva.

Eso explica que más y más organizaciones de la sociedad civil estén ofreciendo sus instalaciones para que nuestros niños y adolescentes que carecen de acceso a internet, puedan conectarse desde allí para asistir a sus clases virtuales. Eso explica que nuestro heroico personal de la salud esté promoviendo la donación de plasma de pacientes covid recuperados, como una esperanza de mejor tratamiento para quienes hoy cursan la enfermedad. Ayer, la asamblea general resolvió en forma unánime habilitar a estos uruguayos a donar su plasma, sin perder sus jornales de trabajo. Pequeñas acciones solidarias que, unidas, conforman una fortísima cadena de amparo, a la medida de la malla protectora de un Uruguay batllista que sigue distinguiéndonos en el mundo.

De los momentos más difíciles de la historia no se sale huyendo, ni en un todos contra todos que a nada conduce.

Se sale, como bien lo entendieron Don Pepe y Arena a principios del siglo XX y como también lo lograron Jorge Batlle, Luis Hierro, Alejandro Atchugarry, y Lito Alfie, por mencionar algunos de los muchos republicanos que a principios del siglo  XXI,  con coraje, esfuerzo, y creatividad tuvieron puesta la mirada fija en un futuro de progreso y libertad. 

Que el plasma ideológico de los grandes forjadores de nuestro Partido Colorado reviva en este nuevo plasma, el que cure a los más vulnerados por esta cruel enfermedad.

Unidos y solidarios, todo es posible.

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