La silla de Santana
José Luis Ituño
A pesar de sus 74 años, su mezcla de indio Charrúa con negro le permitió mantener esa frescura, semblante y fortaleza propia de quienes viven una vida siempre positiva y pensando en servir al prójimo.
Para Sergio Santana -más que un trabajo- la Casa del Partido Colorado fue su hogar, en el que vivió, se alegró, lloró, gritó los triunfos del Partido y se quedó sentadito en su silla cabizbajo cuando la mano vino complicada, con absoluto respeto, sumándose al dolor de la derrota de los compañeros derrotados de turno.
El miércoles pasado lamentablemente Dios ya no pudo esperar más para bajar a la tierra y llevárselo al paraíso, donde le espera una cómoda silla colorada.
“Luisito” me decía, mientras me ponía al día de algunas novedades de la Casa del Partido o me daba su opinión sobre cuestiones “políticas”, siempre con respeto por todos los compañeros más allá de sus corrientes.
El espacio en la silla que deja libre “el negro” Santana es el único que jamás se va a poder reemplazar.