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Coalición: incompatibilidad de caracteres

César García Acosta

Las coaliciones, al igual que las personas son entidades individuales con personalidad propia. Como todo hecho social atraviesan procesos de fuerte individualidad o de debilidad. Esto ocurre, quizá, porque sus componentes dejan de ser quienes eran, para transformarse en algo nuevo. De ese tránsito deviene el dejar de ser lo que se era, para -con voluntad y capacidad de reformulación-, de modo simple y sin animadversión, transformar la cotidianeidad sin el drama del diván del terapeuta. Pero lo que jamás debe admitirse es la actitud desafiante al “fair play” republicano. Cuando esto pasa la incompatibilidad de caracteres se transforma en un límite insoslayable.

Esto le viene sucediendo a la COALICIÓN REPUBLICANA. Su realidad es que pasó de ensalzarse en la vara alta del poder, para caer en los fracasos del exceso del poder. Todos los que se juntaron para alcanzar el gobierno no ostentaban una misma perspectiva, y mientras para unos la renovación debió haber sido el cambio, para otros, aunque las tradiciones se entiendan “más muertas que un ataúd” (parafraseando al cantautor uruguayo Jaime Roos), sus efectos motivacionales sobrepasaron las ideas y se instalaron en los conflictos de personalidades que solo revelaron la nítida incompatibilidad de caracteres de muchos de sus socios políticos.

Este contexto de sinrazones con debates pasionales es bien conocido por los uruguayos: hemos transitado la historia al influjo –como antes de 1904- sobre quién era más legalista en una república de escasos 187 mil quilómetros cuadrados de extensión, casi despoblada, e inserta en medio de dos gigantes conflictivos como Argentina y Brasil.

Más allá del empecinamiento modernista en lo político, nuestra historia igualmente nos inspira al mostrarnos las reformas estructurales logradas que perduraron por más de 80 años. Hablar de las reformas de la seguridad social, la del Estado, la del “status quo” del derecho laboral aplicado sólo en función de quien trabaja y no de quien genera el empleo, son ejemplos que deberían llamarnos a la reflexión.

Que Cabildo Abierto haya abierto el debate a su antojo sobre lo que muchos entendían un tema cerrado, no es motivo suficiente para la adopción de actitudes tan destempladas como rupturistas.

Decía el economista Pablo Roselli de la consultora Exante, que “la reforma previsional perfecta no existe”, incluso, sostenía que “no era urgente su votación”, aunque sí tener en cuenta que “cuanto más tiempo se demora, más dura será la solución después”. Para los –unos y los otros de la política- al igual que para Rosselli, los cambios promovidos por Cabildo Abierto “mejoraron menos la sustentabilidad que el proyecto original (aludiendo a la reforma), pero es mejor que lo actual”. Dicho esto, la frase del presidente de Lacalle de que se le puso “agua a la leche”, igual la mantuvo siendo leche. Hasta ahí el presidencialismo quedó bajo resguardo.

En este contexto fue que sobrevino el periplo de Manini y su esposa, la ex ministra que otorgaba inmuebles a adherentes a su partido político, la que al igual que el General- entendía que tenía derecho por su función del ministro de Vivienda, a proceder con adjudicaciones directas.

Pero en este debate quedaron ligadas otras cuestiones, como el concepto de las coaliciones parlamentarias, de las coaliciones presidenciales de gobierno y hasta de la historia reciente con sus ejemplos de gobierno de “Entonación Nacional” o de “Coincidencia Nacional”; hoy, el gran debate pasa por el liderazgo republicano y los riesgos de que se pierda el concepto de la democracia republicana. Los dichos del General ® Guido Manini Ríos, Senador y líder de Cabildo Abierto, nos ponen ante la disyuntiva de dudar de todo esto. Dijo Manini apenas ayer: “ni Lacalle ni el Papa me dan órdenes a mí”. Para el General la vida republicana sólo debería reconocer los conceptos de “comunicado” y “orden”, libertad para decir sus dichos pero no aceptar, por ejemplo, preguntas en una conferencia de prensa.

Se olvida Manini que en una democracia la república exige el máximo respeto a la libertad. No somos una sociedad comercial, sino una coalición de gobierno. No se trata de “afecttio societatis”, sino aceptación del “fair play”, como le llamaban los ingleses a las reglas del juego de la república.

Como decía Enrique Tarigo (diario EL DIA del 7 de setiembre de 1975), “la democracia no necesita, ni presupone, para ser posible, el acuerdo o la unanimidad de pareceres entre los habitantes de un país… por el contrario, la democracia es la única concepción que parte de la base del profundo respeto por los hombres, por todos los hombres, aún por aquellos cuyas ideas nos resultan más equivocadas”.

En su enfoque, Tarigo explicaba “pretender que los hombres piensen todos lo mismo, aunque solo sea en media docenas de cuestiones fundamentales, supone negar al hombre su elemental libertad de opinión, supone, por consiguiente, partir de una hipótesis falsa, partir de una idea acerca del hombre que no se corresponde con la realidad de éste”.

Finalmente Tarigo citando magistralmente a Carl Kriedrich, decía: “si los habitantes de un país están en desacuerdo también sobre la democracia misma, entonces ya no será posible una democracia efectiva”.

El comportamiento del General ® Manini irrespeta a la institución Presidencial, y esto –sin ambages- debe ser motivo de una sana crítica de la COALICIÓN REPUBLICANA para con su actitud destemplada y desafiante del necesario republicanismo.

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