Editorial

¿Cómo construir una coalición?

César García Acosta

Si los republicanos pretenden en Uruguay consolidarse como una opción que se mantenga en el gobierno, deberán asumir que su nacimiento, como ocurre con todas coaliciones en el mundo, es más la consecuencia de los sinsabores electorales de sus miembros, que un eslabón de la casi improbable cadena de procesos positivos que pudieron suceder en sus historias. Todas las coaliciones por hechos que les son ajenos, han nacido de un parto complicado que encuentra su lógica bastante más allá de sus propias existencias.

Las razones de los partidos políticos para optar por el sistema coaligado ha pasado casi invariablemente por la búsqueda de mejora de sus posibilidades electorales, o para formar una mayoría en el gobierno, o hasta para superar los periodos de crisis que le han tocado a todas las democracias legítimas.

De la mano de Julio María Sanguinetti los líderes blancos Luis Lacalle Pou y Jorge Larrañaga, años atrás asumieron la necesidad de administrar sus diferencias, para enfrentar –ya no hacia adentro, sino hacia afuera de su propio partido-, el desafío de juntarse para superar casi la misma barrera electoral que hoy mantienen: algo así como el 30% del electorado de la mitad del país.

Lo primero a tener en cuenta es que por sumarse a un proyecto ampliado no hay que perder la identidad propia. Los colorados y batllistas para estar realmente integrados, para articularse con legitimidad, deben, necesariamente, fijar la perspectiva desde su realidad ideológica con la visión puesta en la construcción de un escenario mayor y diverso.

Es por eso que en la formación de las coaliciones se debe estar atento al desarrollo de una estrategia específica como partido ampliado, defendiendo los principios y valores que les pertenecen. Esto hace a la identificación de los socios estratégicos, y a la vinculación con la esencia del acuerdo buscado para evitar que los problemas por diferencias, se levanten como factores distorsivos. Las diferencias implican la superación y su conclusión es la generación de los nuevos espacios.

Para llegar a estas circunstancias hay que tener en cuenta varios elementos: la determinación de los objetivos de la coalición; la revisión del marco legal que regirá a todos sus componentes; la revisión de las reglas internas de los partidos que articulan en la coalición; la clarificación y comunicación de otras reglas y procedimientos internos del partido que sean relevantes; el establecimiento de un equipo que desarrolle la estrategia del partido, para revisar los puntos fuertes y débiles del partido; Investigar sobre socios potenciales lo más posible; priorizar las políticas del partido, indicando las primeras y segundas preferencias, así como las “líneas rojas”; producir propuestas para la estructura de la coalición y de temas que deben ser abordados por el acuerdo (funciones y responsabilidades, procedimientos para la resolución de conflictos, etc.); producir propuestas para el proceso de negociación (que incluyan su estructura, procedimientos, arreglos administrativos, el manejo de relaciones exteriores, etc.); y considerar si se necesita un “organizador” o presidente formal.

La National Democratic Institute como muchas otras organizaciones no gubernamentales, ha desarrollado programas de formación que en Uruguay aún no han sido tenidos en cuenta como objeto orgánico para la mejora de su articulación política.

Estos términos básico incluyen: negociar la negociación, es decir, aclarar las normas y los procedimientos que rigen el proceso de negociación; negociar los puntos fáciles primero para ayudar a crear confianza y construir un ambiente positivo; a aplicar como principio «nada está acordado hasta que todo esté acordado»; acordar procedimientos para la solución de controversias dentro de la coalición antes de que sean necesarios; y equilibrar la necesidad de consultas dentro de los partidos con la necesidad de confidencialidad.

Dicho esto cabe preguntarse: ¿cuánto de estos manuales formativos se han tenido en cuenta? Cada uno de sus miembros deberán resolver cuándo, cómo y a través de quién asumirá la estrategia que consolide lo conseguido.

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