Educación

Día Mundial del Docente: Inspirar y potenciar vidas

David Auris Villegas

A mitad de mi carrera, confieso que, en lugar de exhibir diplomas o premios en las redes sociales, es mejor compartir con mis estudiantes consejos para una vida plena. Leer cuentos a mis sobrinos, regalar dosis de alegría a la familia y saludar al vecino que aún me mira con cierta curiosidad por mi vocación. Con los años comprendí que educar con amabilidad, escuchar con empatía y dar buen ejemplo, son los mayores desafíos de un educador.

En este andar pedagógico, el Informe Mundial sobre el Personal Docente de la Unesco (2025) alerta de que el mundo necesita 44 millones de docentes, especialmente en las zonas más pobres. Esta escasez priva a niños y adolescentes de potenciar su aprendizaje, perpetuando la pobreza en un mundo de abundancia. Es urgente que los países formen más docentes con el propósito de educar a esta generación que supera a la población brasileña.

La experta pedagoga sueca Inger Enkvist destaca que el profesor es un puente entre el estudiante y el conocimiento, por lo que es vital recuperar el respeto de los estudiantes hacia los docentes y promover políticas que los reconozcan como líderes del aprendizaje, capaces de guiar e inspirar a los estudiantes con optimismo.

Así que el pasado 5 de octubre en todo el mundo celebramos el Día Mundial del Docente, con su lema “Redefinir la docencia como una profesión colaborativa”. Esto da idea de que los docentes somos el grupo de personas importantes en la vida de los estudiantes, pues a lo largo de su formación lo acompañamos y marcamos toda su vida, de manera que necesitamos esforzarnos en darles lo mejor de nosotros.

Parafraseando al experto español Manuel Sans Segarra, los docentes deben enseñar con el ejemplo, pues los estudiantes aprenden más de lo que ven y sienten. Educar es invertir a corto y largo plazo: los niños practican el respeto en el aula y, con el tiempo, gracias a sus competencias, tendrán una carrera que les permitirá una vida plena.

Nuestro desafío como docentes es sembrar huellas amables en la vida de los estudiantes y guiarlos a encontrar su sentido de vida. Si aún no lo hemos hecho, nunca es tarde para empezar. Recordemos el ejemplo de Cristo, quien a los treinta años empezó a derramar esperanzas y amor.

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