Política nacional

Dos maneras de hablar de nuestro país afuera

Fátima Barrutta

En la última semana fuimos testigos de las formas bien diferentes en que dos importantes figuras de la política uruguaya se refirieron a nuestro país, encontrándose en el exterior.

Primero fue la intendente de Montevideo Carolina Cosse, que es sin duda una de las dirigentes principales de la oposición, luego de ser ungida como precandidata del FA por el influyente Partido Comunista.

Fue entrevistada por el canal LN+ y allí desgranó una serie de opiniones críticas sobre su propio país: dijo que tenemos un grave problema de seguridad pública.

Dijo que un acuerdo comercial con China es inviable.

Lo más grave fue cuando el periodista le preguntó sobre el presidente Lacalle. Cosse respondió que “es un buen comunicador, es una persona simpática, hace reír”, pero marcó explícitamente que su gobierno marca “el retiro del Estado, el sálvese quien pueda”.

En el país que mira con admiración a nuestro presidente -y que aporta cada año la mayor cantidad de visitantes que hacen al éxito económico del turismo- Cosse acusó al gobierno de manejar mal la crisis del agua, “sin transparencia, no hay información”.

Agregó su latiguillo de siempre: “no hay un rumbo estratégico” y no ahorró palos para la reforma educativa y previsional de reciente aprobación.

Ante una seguidilla tan desagradable de críticas a la familia propia en la casa del vecino, el diario El País recordó una frase de Winston Churchill, que decía que cuando él salía de su país, no criticaba a la oposición, pero cuando retornaba, “se ponía al día”.

Me interesa contrastar esta actitud de tan dudoso patriotismo, con la que tuvo el presidente Luis Lacalle Pou en la reciente cumbre de Brasil.

Se trató de una instancia política sudamericana impulsada por Lula Da Silva para blanquear la imagen del dictador Nicolás Maduro, emitiendo al mundo el mensaje de que no es un genocida, sino la víctima de una “narrativa” que lo perjudica. (La verdad es que cuesta imaginar que los siete millones de venezolanos que huyen del terror sean en realidad conspiradores de una mera narrativa).

La delegación uruguaya percibió que el anfitrión solo autorizó la televisación de su propio discurso, entonces el presidente Lacalle trasmitió el suyo en un vivo de Instagram, desde su propio celular.

En las caras de Lula y del bendecido Nicolás Maduro, reafirmó el compromiso nacional con la democracia y el respeto irrestricto a los derechos humanos.

Los medios de comunicación del mundo entero elogiaron la posición uruguaya, avalada aún más porque otro presidente sudamericano, el izquierdista Gabriel Boric, coincidió fuera del recinto con ello.

Vean ustedes, entonces, las dos maneras bien diferentes de dejar la imagen uruguaya en el exterior: la precandidata frenteamplista no duda en enchastrarla, pintando a nuestros hermanos argentinos la imagen de un gobierno insensible, cuya aceptación se explicaría simplemente porque el presidente es simpático y hace reír.

Ese mismo presidente, mientras tanto, da una renovada lección al mundo de probidad democrática y respeto a los derechos humanos.

El contraste entre ambas actitudes es perfectamente extrapolable a la comparación entre los posicionamientos políticos del Frente Amplio y la Coalición Republicana.

Queda claro, incluso internacionalmente, quienes apuestan al descrédito y quiénes a la confianza en el país.

Conviene que a la hora de votar el año que viene, no lo olvidemos.

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