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Educación formal y protocolos

La Comisión de Cultura del Senado integrada por las senadoras Liliám Kechichian, Lucía Topolansky, Silva Nane y Graciela Bianchi recibió elpasado 30 de junio a las “Familias Organizadas del Liceo Público y UTU)”, representadas por Lorena Seijo, Gastón Azziz y Victoria Barreiro, para analizar la preocupación por la falta de presencialidad en la enseñanza como consecuencia de la pandemia. En el banquillo estuvo “el riesgo aceptable” como concepto generado de un nuevo modo de cohabitación institucional en los centros de enseñanza. El cambio de los comportamientos sociales, culturales y hasta de diseño educativo, están siendo abordados ya no sólo desde los ámbitos institucionales del Estado, sino también por la sociedad organizada que en esta sesión parlamentaria dejó en evidencia su preocupación por el inexorable paso del tiempo y la transformación cultural de los comportamientos.

SEÑOR AZZIZ.- Mi profesión es microbiólogo, soy padre de dos adolescentes que están cursando enseñanza secundaria y represento a Familias Organizadas del Liceo Público. Me incorporé al colectivo por mi preocupación respecto a la falta de presencialidad en estos tiempos, y lo hice, también, tratando de aportar mi granito de arena como microbiólogo y como persona interesada en todo lo que está pasando desde el punto de vista biológico. Entonces, mi participación se va a centrar principalmente en los aspectos sanitarios y científicos del virus.

El primer punto que quiero mencionar –es mi opinión y también la del colectivo– es que había mucho para hacer en cuanto a asegurar la presencialidad en los centros durante la mayor parte de la pandemia. No sé si durante lo peor también, pero se pudo haber hecho algo más. Cuando uno se enfoca solamente en el cierre, empieza a perder de vista alternativas que pueden permitir continuar con la actividad. Entonces, uno cambia ese foco y se centra solo en el cierre. Esto pasó con la educación presencial en nuestro país. Nos fuimos cerrando a la idea de mantener los centros educativos abiertos.

El diseño de protocolos, que toma como factor principal y primordial la forma de trasmisión del virus, permite asegurar la presencialidad bajo un riesgo aceptable. No hay riesgo cero –eso incluso el GACH lo ha dejado muy claro–, pero sí un riesgo aceptable. Hay muchos trabajos científicos realizados al respecto con muchos modelos que muestran el bajo riesgo de trasmisión que existe si uno toma medidas concretas y adecuadas. Los modelos más acabados, y los últimos que se han hecho, consideran la evidencia más reciente con relación a este virus, evidencia que se sigue recolectando. Se destaca que la clave principal en el combate de la trasmisión es la ventilación. Y muchas medidas son de bajo costo y de baja tecnología. No se requieren grandes cosas para mitigar el impacto del virus.

Existen modelos de asimilación publicados en revistas científicas accesibles públicamente, que consideran varios aspectos a la hora de calcular el riesgo de la presencialidad, entre ellos la variante dominante que esté circulando en el momento, el tiempo de exposición, el tipo de actividad que se esté realizando, los niveles de circulación comunitaria del virus, los grados de inmunidad de la población.

En cuanto a los grados de inmunidad de la población, voy a ir al siguiente punto, que es el plan actual de vacunación y cómo se está llevando a cabo.

Personalmente, fue una grata sorpresa que los docentes fueran priorizados y hayan sido de los primeros sectores de la población que se empezaron a vacunar, pero fue una intención que quedó en el camino, porque después eso no se vio plasmado en la misma actitud en cuanto a la educación presencial. Todas las vacunas que se utilizaron en Uruguay y que se siguen usando tienen un alto grado de eficiencia para prevenir internación en el hospital o la muerte. Ayer justamente salió el tercer informe al respecto. El efecto de la vacunación ya es tangible a nivel poblacional. La inmunidad de rebaño no es una cosa de blanco o negro; también hay grados. Y hay un buen efecto de la vacunación, que se ve reflejado en el descenso de los casos, sobre todo, y en la presión sobre el sistema sanitario, que ha empezado a descender notablemente. Es esperable que esa tendencia continúe así. De hecho, es lo más esperable desde el punto de vista de lo que puede pasar con la pandemia en las próximas semanas o meses. Yo estoy convencido de que la presencialidad en los liceos y en UTU no va a ser la responsable de un cambio de esta tendencia, porque justamente hay formas de garantizar o de minimizar los riesgos en una asistencia segura.

El objetivo inicial de las vacunas –y acá entra un poco la interpretación de lo que puede ser la ciencia– podría ser definido como lograr que esta sea una enfermedad gestionable en lo sanitario. Y ese es un objetivo que claramente se está alcanzando. Incluso, yo tengo la firme convicción de que se puede lograr sin vacunar masivamente a adolescentes. De hecho, se logró en algunos países y se está logrando en Uruguay sin que todos los adolescentes estén vacunados, sobre todo con los niveles de protección que tienen las vacunas que se usan para evitar casos graves. Prolongar el cierre de los centros educativos en este escenario tiene el único efecto de dañar a los adolescentes, porque con esta medida no se está ganando mucho terreno en la pandemia.

Acerca de los protocolos, también quiero llamar la atención y hacer énfasis en que deben estar revisados constantemente. Los protocolos que hasta ahora han sido diseñados tienen muchas cosas por revisarse, pero lo más importante es que fueron diseñados en un escenario donde no había vacunación ni inmunidad previa de ningún individuo. Entonces, hay que analizarlos y modificarlos de acuerdo con la situación actual. En los modelos de riesgo se incluye como variable el porcentaje de la población que es inmune, ya sea por vacuna o por exposición previa al virus. Y la evidencia, además, muestra que los pocos casos de reinfección son, generalmente, más leves que la primera enfermedad que la persona tuvo. Esto representa un escenario dinámico, que requiere de protocolos que se estén evaluando constantemente, sobre todo aquellos aspectos que tienen como resultado la pérdida de horas presenciales ya sea porque se divide en grupos, porque se va menos tiempo a clases o porque hay aforos en los salones. Como dije, esto debe ser revisado constantemente y de acuerdo con el momento que se esté viviendo. En este sentido, la situación actual del Uruguay es muy buena en cuanto al grado de inmunidad colectiva existente.

Para finalizar, voy a referirme a lo que podemos esperar de aquí en adelante.

Mucho se ha hablado a nivel de los diferentes medios de prensa de la inminente llegada al país de la variante delta. Diría que es cien por ciento probable que la variante llegue a nuestro país. De hecho, todos los análisis efectuados muestran que la variante delta probablemente sea la primera variante de preocupación que se vuelva global, algo que no ocurrió con la P1 ni con las variantes británica y sudafricana, que tuvieron efectos más locales. Entonces, es probable que llegue al Uruguay, y ya se sabe lo que pasa con esta variante. Hay un aumento grande en el número total de casos, sin que ello se traduzca en un aumento igualmente grande en el porcentaje de hospitalizaciones. Esto pasó en el Reino Unido, y básicamente se debe a la protección que están dando las vacunas.

De todas maneras, la educación presencial no puede estar pendiente de lo que ocurra con la variante delta o con cualquier otra que seguramente surja en el futuro. De ser necesario, debería reconsiderarse si se vuelve para atrás, pero no se puede quedar a la espera de lo que pueda pasar.

Creemos que con el cierre de las instituciones, básicamente no estamos ganando nada. Por el contrario, estamos perdiendo. Entonces, podemos tomar medidas concretas y correctas, mitigar el riesgo de contagios e ir hacia una apertura en la educación presencial.

En mi opinión, algo claramente criticable hacia la decisión de mantener los centros cerrados es la falta de evaluación concreta de los beneficios que resultan. Probablemente en un futuro –no sé si cercano o lejano, pero sí despojados de todo enfoque político-partidario, que enturbia mucho la discusión– podamos hacer un balance de la gestión de la pandemia, que sin duda ha tenido luces y sombras, pero probablemente lleguemos a la conclusión de que la gestión en lo que refiere a las infancias y adolescencias y, particularmente, hacia la educación haya sido uno de sus aspectos más sombríos.

Queda bastante pandemia por delante, y transitarla con los centros educativos cerrados o abiertos es una decisión política; no es una decisión sanitaria ni científica.

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