Política nacional

El alto abandono universitario y la educación híbrida como solución

Claudio Rama

La semana pasada participé en el X Congreso Latinoamericano sobre Abandono en la Educación Superior (Clabes), organizado por RedGuía (Gestión Universitaria Íntegra del Abandono), el Instituto Tecnológico Metropolitano de Chile y la Universidad de Antioquia de Colombia, en el cual profundicé que encarar el abandono y propender a reducir la alta deserción universitaria requiere introducir una educación que permita alternar ofertas tanto presenciales como virtuales y la posibilidad de sistemas flexibles que permitan realizar trayectorias estudiantiles entre ambas modalidades acorde a los deseos y necesidades de los propios estudiantes.

El abandono estudiantil es un fenómeno global que se expresa en todos los países del mundo. En América Latina más del 53% de la población de 25 a 29 años de edad que comenzó la educación superior en algún momento no finalizó sus estudios, y los que continúan, tienen un retraso en un 50% del tiempo adicional de estudio en relación a la duración de las carreras. En los tiempos establecidos, el 16% aún permanece; el 31% terminaron y 53% desertaron. En Uruguay la situación es aún más intensa, por la masificación, la ausencia de un sistema tutorial individualizado, la falta de información y seguimiento sobre los estudiantes, así como un sistema sin selectividad de acceso o de evaluación de las reales vocaciones y capacidades.

El abandono como desgranamiento continuo de los estudios es un problema con causas educativas, sociales, económicas y personales y diferenciadas por niveles, modalidades, sectores o grupos sociales. Se inicia el primer día de los estudios en cada ciclo y es un proceso continuo, que se devela en los exámenes y reinscripciones. Está asociado a muchos motivos, pero cada vez se pueden sintetizar en la existencia de cambios de expectativas, trayectorias y situaciones de vida de los estudiantes, frente a un sistema educativo rígido que no tiene flexibilidad para ajustarse a los cambios personales. La vida y sus estudios cambian a los estudiantes, pero las instituciones carecen de flexibilidad e información para saber de esas transformaciones personales y tomar acciones correctivas.

El abandono es altamente diferenciado por tipos de accesos, grupos sociales, geográficos, etarios, carreras, áreas de conocimiento, niveles de aprendizaje anteriores, formación de los padres, géneros, modalidades y momentos de los estudios. También esta deserción ha cambiado, y ya previo a la pandemia, en varios países con modelos muy individualizados de educación a distancia y con seguimiento estudiantil personalizado, se apreciaba que la deserción ya no era mayor en educación a distancia, sino en la educación presencial. Incluso, se constataba que con la existencia de multimodalidades y flexibilidad de corrimiento entre ellas, los niveles de abandono son incluso menores separadamente frente a la educación presencial o virtual.

El problema central en este aspecto es que la educación presencial tiene una alta contribución e incidencia en el abandono universitario por su incidencia en el acceso desigual a nivel regional, socioeconómico y por el cambio en las condiciones de vida de los estudiantes en el recorrer universitario. La educación presencial, por su tecnología misma, contribuye a la desigualdad educativa ya que impone una localización espacial centralizada, única, costosa e inflexible, y por ello una movilidad permanente de estudiantes y docentes. En un tiempo fue la forma más eficaz de brindar educación con elevados niveles de cobertura y calidad, y costos más eficientes. Pero al tiempo impuso una estructura educativa tubular, con baja flexibilidad curricular y la tendencia a un modelo catedrático memorístico y repetitivo. Aunque la flexibilización se ha dado con estudios no diurnos o sedes regionales, dichos formatos igualmente crean desigualdades y reproducen el modelo tecnológico-educativo de escalas elevadas con clases en aulas, horarios y días fijos, servicios físicos comunes y profesores presenciales. Hoy la disrupción digital y nuevas concepciones de una educación hibrida flexible permiten superiores niveles de eficiencia.

Se ha considerado que hay múltiples tipos de abandono escolar. Desde la deserción precoz asociada al ingreso a otro ambiente educativo y la aparición de problemas vocacionales, a una deserción temprana, asociada a la existencia de rigideces escolares institucionales, a una deserción avanzada asociada a los ingresos al mercado de trabajo, la comparación de los retornos económicos y el inicio de los problemas de la madurez personal y finalmente una deserción final asociada a la rigidez del egreso. Muchas de ellas sin embargo podrían ser encaradas y resueltas a través de la movilidad, la flexibilidad y la continuación de recorridos a través del cambio de la modalidad presencial y una educación virtual o híbrida con alta flexibilidad. Se requiere un nivel de diferenciación y de atención individual a los estudiantes con un servicio tutorial, administrativo y académico, que no puede ser realizado en los formatos grupales ni presenciales. Se requiere que el sistema educativo tenga la flexibilidad para ajustarse a los cambios de las personas y no a la inversa. Muchas causas que derivan en deserción y abandono serían resolubles con cambios entre las modalidades. Situaciones como casamiento, hijos, mudanzas, pérdidas de empleo, deudas, cambio de ciudad, larga duración de los programas, demanda de atención académica individual, distancia a la IES, costos de traslado, estrés por diferencia de culturas, dificultad de trabajo en equipo, o sistemas de evaluación rígidos, metodologías aburridas y repetitivas, así como factores económicos, poco tiempo libre de estudio para acompañar los grupos, o situaciones de vida con mucho movimiento, son situaciones que se superan para poder continuar estudiando, con modelos virtuales e híbridos.

El derecho a la educación no es tener aulas y sillas en horarios y días fijos y en lugares distantes solamente, es sobre todo tener la libertad de poder decidir por parte de los estudiantes, como sujetos educativos, la mejor forma de acceso a la educación para cada uno. Ello implica que las universidades, especialmente las públicas, ofrezcan ambas modalidades; no debe ser una opción voluntaria de ellas, sino también una obligación con los estudiantes para que ellos puedan ejercer su derecho a la educación.

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