El “escuadrón de la muerte”: otro cuento chino (I)
Ronald Pais
La enorme mentira que generó ríos de sangre y prisión de inocentes
Seguramente el lector habrá escuchado hasta el cansancio que en los 70´s existió un “Escuadrón de la Muerte”, una organización clandestina paramilitar y parapolicial, que se había formado para secuestrar, torturar y asesinar principalmente a miembros del Movimiento de Liberación Nacional – Tupamaros.
Me ha sorprendido que aún legisladores no pertenecientes al Frente Amplio suelen aceptar mansamente esta versión, sin haberse nunca informado o investigado si el relato que les vendían era verdad.
Desde un comienzo, debe saber entonces que, tomando deliberadamente algunos hechos reales, se fue construyendo un relato ficticio y una gran falsedad histórica. Lamentablemente, a base de repetición y difusión por medios y periodistas afines a las versiones de izquierda y ante el silencio cómplice de quienes pudieron y debieron refutarla, se fue consolidando un enorme engaño a la opinión pública hasta lograr nada menos que su oficialización por fiscales y jueces tendenciosos y politizados.
Breve referencia histórica
Los Tupamaros fueron la principal fuerza armada sediciosa que pretendió destruir por la violencia a la Democracia uruguaya. Pero no fueron los únicos.
En 1964 el Partido Comunista en el Uruguay decidió crear su aparato armado de autodefensa, el que, con el correr de los años contó con apoyo logístico sanitario del Hospital de Clínicas y dos sanatorios del CASMU. “Los cuadros dirigentes fueron formados en el exterior, Ramón Aurelio Pérez González, la figura más importante en el ejército paramilitar hizo un curso en las escuelas del Konsombol en la ex URSS. Otros militantes del PCU viajaron regularmente a Rusia y Cuba, a partir del año 1964, donde recibieron adiestramiento en la confección de material de guerra”. “Durante los allanamientos practicados por las fuerzas de seguridad a partir der 1975 fueron detectados 28 escondites construidos detrás de una doble pared o de un techo, también se enterraron en cajas de plomo” (“El Revés de la Trama” Alvaro Alfonso págs 170 y sgs).
Existió también una constelación de organizaciones clandestinas (FAU – Federación Anarquista del Uruguay. ROE (Resistencia Obrero Estudiantil), O.P.R. 33 (Organización Popular Revolucionaria), etc. todas empeñadas en la conquista del poder mediante la violencia, operando por su propia cuenta.
En 1966, los tupamaros mataron al Comisario Antonio Silveira Regalado, en 1967 intentaron asesinar al Agente Luis Alberto Piñeiro que estaba de guardia en una casa allanada a los subversivos en la que se había hallado un laboratorio para fabricar explosivos y un polígono de tiro al blanco. En 1968, el Agente Edmundo Correa Sosa recibió cuatro disparos de calibre 45. En 1969 realizaron cinco atentados contra ocho funcionarios policiales, en uno de ellos asesinaron por la espalda al Agente Germán Garay. También ese año ejecutaron al comerciante Rafael Guidet, al Agente Juan Viera, al Guardia de la Metropolitana Carlos Zembrano (en este hecho también resultó herido el soldado Altanar Morales y murió posteriormente de un ataque cardíaco provocado por el suceso, el guarda del ómnibus Julio Techera), al Agente Antonio Fernández y al guardia de seguridad de la Sucursal Cordón del Banco Comercial Manuel Tejera. En 1970 balearon al Comisario Juan Lucas, al Cabo de Policía Ruben Espino, ametrallaron a los funcionarios policiales Hilario Crossa, César Bulgarelli y Juan Zenén y también resultaron heridos dos civiles: un joven de 16 años y la señora Beatriz Oviedo. Asesinaron al Agente Alfredo Pallas, al Inspector Héctor Morán Charquero, al Agente Nelson Sosa, al Agente Armando Leses, a Dan Mitrione y al Agente Nelson Machado. En 1971, mataron al Agente José Villalba, al Agente Gilberto Carballo, al Agente Aídes Pérez, al Sargento de la Metropolitana Walter Custodio, al sereno de Nibo Plast S.A. Juan Bentancur, al Agente Juan Alvarez, a los Coraceros Wilder Soto y Nelson Lima.
También fue muerto dentro de un local del Frente Amplio, Alfonso Arhancet, un joven de 16 años porque pretendió tirar un “bomba” de alquitrán.
En diciembre de ese mismo año, fue fríamente ejecutado el peón Pascasio Báez, en cautiverio, mediante una inyección de pentotal aplicada por el entonces avanzado estudiante de medicina Ismael Bassini Campiglia, alias “Falucho” pero con la corresponsabilidad de la dirección tupamara de ese momento, que dio su aprobación: Rosencof, Engler, Piriz Budes, y Wassen (Cfr. “Palabra de Amodio. La otra historia de los Tupamaros, Montevideo, Ediciones de la Plaza, pág. 187 – Comandante Facundo. El revolucionario Pepe Mujica. Montevideo, Prisa Ediciones, pág. 516).
Toda esta orgía de sangre y muerte – he dejado afuera la secuela de secuestros durante el mismo período – lejos de atenuarse, se acentuó en el año siguiente, cuando ya los tupamaros percibían su declinación y, en lugar de detenerla intentaron emprender una guerra más intensa, tan imposible como absurda.
El pantallazo de lo acontecido viene a cuento porque este “contexto histórico”, absolutamente real, no lo va a encontrar el lector en ninguna de las acusaciones fiscales contra militares, policías y ¡civiles! por hechos del pasado ni en ninguna de sus condenas judiciales. No obstante y por el contrario, sí encontrarán relatos afines solamente a la versión tupamara con la que gustan tratar de vestir sus pronunciamientos.
Los Servicios de Inteligencia del Estado habían mejorado mucho en eficiencia y estaban respaldando en ellas sus operaciones de contrainsurgencia. Y estaban obteniendo éxitos. Esto inquietaba a los Tupamaros.
Por otra parte, ante situaciones similares de guerra interna, a nivel internacional en Brasil había surgido ya en 1964 el llamado “Esquadrão da Morte”, a partir de Scuderie Detetive Le Cocq, que fue un grupo de policía que se juramentó para vengar la muerte de Milton Le Cocq, un importante policía de esa época. Estimaciones posteriores afirman que, desde 1968 a 1971, esta organización paramilitar mató más de 800 personas.
Por su parte, en Guatemala también se produjo la aparición, entre 1966 y 1970 de grupos clandestinos de contrainsurgencia como el Movimiento Anticomunista Nacional Organizado (MANO), conocido como la Mano Blanca, “Ojo por ojo” o la “Nueva Organización Anticomunista (NOA)”. Estos grupos que apoyaban al Ejército y la Policía ya sumaban 14 en 1968 y también sus acciones de muerte contra la guerrilla suman cifras que, aunque indeterminadas, sin dudas muy importantes,
Lógicamente, los agentes del Estado y, sobre todo los policías, vivían en tensión permanente sabiendo que salir a la calle cada día luciendo el uniforme podía significar una condena a muerte segura.
A los Tupamaros le preocupaban dos cosas: el desarrollo y el perfeccionamiento de los servicios de inteligencia estatales que cada vez le causaban más estragos a la organización subversiva y la posibilidad de que pudieran existir personas o grupos dispersos que estaban dispuestos a enfrentarlos fuera de los cauces legales, devolviendo golpes del mismo modo que lo hacía la guerrilla.
Esas preocupaciones motivaron que elaboraran una estrategia para combatir ambas posibilidades. Vincular – aunque fuera artificiosamente – las dos amenazas y tratar de aniquilarlas.
Comenzaron entonces una decidida acción propagandística, apuntando tanto a marcar una fuerte presencia en los medios de comunicación, como también a generar repercusiones en el ámbito político.
“Pero en abril del año 1972, Ferreira Aldunate había tenido una reunión con dos guerrilleros, Marenales y Rosencof. La reunión la organizó el Presidente de Diputados, Héctor Gutierrez Ruiz…” “ Los tupamaros le pidieron a Wilson que hiciera una denuncia sobre el llamado Escuadrón de la Muerte, pero el dirigente blanco se negó debido a que la información no era muy creíble” (Alvaro Alfonso. “El Golpe de Todos” Bs As. 2023).
Antes, tuvieron una tercera reunión con Zelmar Michelin después de las elecciones de 1971 (la primera había sido en forma inmediata a la constitución del Frente Amplio. “En su casa Michelini recibió a Rosencof y a Donato Marrero, para una reunión de conocimiento debido a que no había un temario fijo”. “Lo mismo que le pidieron a Ferreira Aldunate se lo solicitaron a Michelini: impulsar en el ámbito parlamentario, una investigación sobre el Escuadrón de la Muerte” (Alvaro Alfonso “El Golpe de Todos” Bs. As. 2023).
Para neutralizar las acciones de la inteligencia estatal, los Tupamaros procedieron a identificar a todas aquellos funcionarios civiles, militares y policiales que tuvieran relación con dichas tareas.
También había que perfeccionar los elementos que obligaran a la dirigencia política a prestarle atención al accionar de lo que ellos atribuirían a un tal “Escuadrón de la Muerte” y del que tan pocas evidencias poseían, al punto de que no lograban, ni con parlamentarios afines, que ellos tomaran la bandera.
(Continuará)