Editorial

El Estado de bienestar

César García Acosta

Uruguay no está en momentos de grandes definiciones en el plano político nacional. Sin embargo, el Partido Colorado como soporte ideológico e incluso electoral de la coalición gobernante, más allá de su escaso nivel de votación (12%), es una porción de ese nicho electoral tan crucial como la de cualquiera los otros socios menores. Sin sus votos nadie traspasaría la línea imaginaria de la legitimidad que habilita a conformar un gobierno.

Por más que haya un sector mayoritario, como ocurre hoy con el Partido Nacional, que por la acción de sus votos accede a la presidencia del país, ser gobierno es otra cosa. Ser gobierno impone la construcción del diálogo con base en acuerdos previos, como soporte de una unión que si fuese una partitura musical, debe poner toda su atención en no sentirse desafinada para el oído agudo y perceptivo de la población.

La nota de portada de OPINAR quizá para muchos no afine debidamente con nuestra filosofía política, pero por lo cierto  es que su contenido nos desafía a reflexionar sobre qué pasará si la esencia de lo que fuimos –socialdemócratas desde don Pepe hasta Sanguinetti- si nos mimetizarnos con los enfoques ideológicos que nos han desgastado desde la debacle económica de 2002.

Hace unos años Jorge Batlle decía: «Los liberales existimos desde siempre y el liberalismo es eso, fundamentalmente la Libertad … El liberalismo en política es lo contrario al autoritarismo y el liberalismo en lo económico es lo contrario al proteccionismo, eso somos nosotros». Lo demás, es el Frente Amplio: pérdida de la libertad y condicionamiento a cómo debe vivirse, sentirse y morirse.

Para nosotros es necesario un Estado fuerte que no esté ligado a actores poderosos, que defina el marco jurídico de ordenamiento para el mercado y que intervenga, cuando sea necesario, para lograr resultados socialmente deseables; así, debe por ejemplo ejercer el control de monopolios, corregir la distribución primaria de los ingresos vía un sistema de impuestos progresivos y apoyar a las personas a través del sistema de seguridad social.

Y todo esto, más allá o más acá de las acciones de gobierno, nos muestran que la economía social de mercado es un sistema que ha sido defendido en Uruguay tanto como lo ha sido la libertad de la iniciativa privada. Sin embargo, hay algo en lo que no debemos claudicar, y es que el Estado debe tener cierta intervención para asegurar el bienestar de la población.

En otras palabras, la economía social de mercado combina la libertad económica con ideales como el progreso igualitario de la sociedad, de manera que todos los ciudadanos puedan acceder a un mínimo de calidad de vida. La economía social de mercado, pretende corregir lo que se conocen como fallos de mercado.

Se puede entender que la economía social de mercado plantea una tercera vía entre el capitalismo y el socialismo. De ese modo, se trata de buscar crecimiento económico, pero también justicia y equidad.

Es por esta senda que debe transitar la defensa de la LUC, pero con el énfasis puesto en que la LUC jamás lesionará, que no es otra cosa que la libertad como principio. Y es precisamente en este contexto donde deben prevalecer sobre los escenarios economicistas otros de interés social, íntimamente vinculados a la cotidianeidad de las personas, que se relacionan con el empleo, la seguridad social, la atención de la salud y la seguridad ciudadana.

El estado de bienestar no es algo que un sector del Partido Colorado tomó con eslogan en tiempos de campaña: el pequeño país modelo era algo más que una consigna. Fue y es para el Partido Colorado la definición más elemental de una socialdemocracia fundada en estos principios que hicieron que la sociedad uruguaya comprendiera, como lo entiende hasta hoy, que el batllismo es el recinto de las ideas protectoras de las sociedades pero también de la libertad.

Nada de esto nuevo en su reforzamiento conceptual. Un libro titulado “José Batlle y Ordóñez; Uruguay a la vanguardia del mundo”, del contador Jorge Buscio, sigue interpelando del mejor modo a la capacidad interior de un Partido Colorado presionado por un pasado que si no lo pone al frente de un gobierno, lo deja a su margen, cuando en realidad ser parte de un gobierno debería ser la consecuencia de negociar nuestro proyecto para que no se encierre en la dinámica de la limitación.

El Batllismo es idea ye so debe abrirnos a reflexionar por donde estamos transitando.

Seamos prácticos: en el Uruguay de 2021 más 15 mil uruguayos accedieron a un empleo muy rudimentario que les otorgó algo más de 10 mil pesos por quinquena de labor efectiva. Vencido el lapso inicial del costeo de estos empleos por parte del Estado, el desánimo puede ser mayor que el inmediatamente ocurrido antes de la pandemia. Y convengamos que la LUC se debatirá en el mismísimo momento en que finalizarán estas actividades, o cual dejará a 15 mil familias desanimadas ya no sólo en lo económico, sino también en lo social. Muchos criticaron cuando vieron que cuatro o cinco trabajadores con ropa que los identificaba como parte de estos programas o prestaciones sociales, estuvieran juntos en una esquina céntrica pintando columnas de semáforos, o limpiando plazas, o ayudando a levantar podas endémicas. Lo que no se vio en estas críticas fue el efecto saludable de que una persona se sienta útil y reciba algo por lo que hace, y no una tarjeta del MIDES como parte de una asistencia por tener la posibilidad de hacer algo que eleve el rango de la prestación al del trabajo.

De ahí que el artículo del noruego Asbjørn Wahl nos interpele a repensar espacios que jamás deben quedar como objetivos no alcanzados, porque una coalición si algo nos permite a todos, es sentirnos tan útiles como esos jóvenes que pintando un semáforo sintieron que eran capaces de ser lo que ni siquiera habían conocido: la libertad.

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