Política nacional

El incidente Bustillo

Lorenzo Aguirre

El Ministro de Relaciones Exteriores – llamado ahora Canciller, gracias a la moda porteña progresista, y emulada por un sector de compatriotas “compañeros”, pero en lo personal palabra demasiado prusiana – es el principal colaborador del Jefe de Estado, y debe quedar claro que, la autoridad máxima no revista como adorno protocolar. Ante una diplomacia presidencial que, en cierta forma ha dado resultado – pese a que, el Ministro de Relaciones Exteriores tiene posturas diferentes -. y para un país cuyo pueblo dejó afuera del gobierno al Frente Amplio, Francisco Bustillo no es, ni será, lo más adecuado. El diplomático de referencia, aceptó el erro. ¿o, “error”? – en cuanto no adherir a Uruguay al manifiesto por parte de la Organización de los Estados Americanos (OEA) condenando la violación de la soberanía, la integridad, y la independencia de Ucrania por parte de las fuerzas militares de la Federación Rusa, y considerando asimismo una transgresión al derecho internacional, y de los principios de la Carta de las Naciones Unidas – y puso su cargo a disposición, pero en realidad debería haber tomado la iniciativa de apartarse. Lógicamente la postura ofrecida le permite la posibilidad de continuar maniobrando en el tablero político – desde representar a un gobierno ultraizquierdista comandado por terroristas, como uno “fascista”, al decir de los comunistas -, y tomar decisiones.

Como si todo fuera poco, el Presidente de la República ha considerado que, lo ocurrido, no es tan grave, no ameritando dar mayor trascendencia al asunto.

Pero, recordemos que, a fines de marzo del año pasado, Uruguay votó tres resoluciones contra Israel – una de ellas, “Situación de los Derechos Humanos en los Territorios Palestinos ocupados, incluida Jerusalén Este, y la Obligación de aceptar rendición y Justicia –, acusándola de cometer “posibles crímenes de guerra”, y “crímenes contra la humanidad”.

Ahora, bien, debemos hacer memoria y destacar que, gran parte de las Resoluciones puestas a votación estaban auspiciadas por la “Organización para la Liberación de Palestina” (OLP), contando con el apoyo del régimen chavista venezolano.

Nuestra Cancillería, resaltó: “el posicionamiento fue conforme a las órdenes impartidas por el gobierno”.

El 14 de setiembre de 2020, el Consejo Económico y Social de Naciones Unidas – en la ciudad de Nueva York – condenó a Israel por “violaciones sistemáticas a los Derechos Humanos del pueblo palestino”.

Ante la posición asumida por Uruguay, se pidió informes a Cancillería, a efectos de conocer las razones por las cuales nuestro país, votó de esa manera.

El comportamiento uruguayo fue defendido por el Frente Amplio, mientras el actual Canciller, Francisco Bustillo, declaró: “el voto contra Israel, fue un “error circunstancial”.

Por lo expresado, “las desprolijidades” de tal magnitud, suman dos…

¡Por muchísimo menos, don Putin, lo hubiera mandado a Siberia!

Controversial posición

En la sentencia a Rusia por la invasión a Ucrania, 24 banderas de países americanos fueron alzadas, pero, lamentablemente, no figuró la de Uruguay, hecho que marcara desconcierto por la decisión de Cancillería a no adherirse a la resolución, más allá que, de manera urgente, el presidente Luis Lacalle Pou, en las últimas horas enmendara lo ocurrido dando orden directa a la misión diplomática ante la Organización de los Estados Americanos (OEA).

Ahora, es necesario poner énfasis en la incisiva molestia causada, y la falta de respeto por parte del Ministerio de Relaciones Exteriores al manifestar que, “no existía margen para negociar”, y además “se debía esperar para ver cuales países firmaban la Carta”.

A decir verdad, la segunda parte de la explicación es una impertinencia, una grosería mayúscula, porque no solo deja en evidencia la falta de iniciativa propia, sino también criterio y posición moral, más teniendo presente que, nuestro país, quedaba alineado con Nicaragua, Argentina, y Bolivia, barriendo de esta forma la línea histórica en cuanto a política exterior.

Queda sumamente claro que, el “error”, fue del Ministro de Relaciones Exteriores, Francisco Bustillo, quien, desde el 1º de marzo de 2005 – con la asunción del presidente Tabaré Vázquez -, hasta 2010, fuera Embajador Extraordinario y Plenipotenciario, en la República Argentina.

A partir de 2010, José Mujica lo llevaría a la Jefatura de Gabinete del Canciller Luís Almagro – en esos tiempos, mano derecha….¿o izquierda?, del mencionado terrorista asesino  -, hombre pro Venezuela, almibarado, derretido y deslumbrado por Cuba, y con cerilla en los oídos cuando se hablaba sobre la falta de Derechos Humanos y crímenes de lesa humanidad, en dichos paraísos.

Finalmente, desde 2012, hasta 2020, don “Paco” sería designado Embajador en España, sosteniendo una política exterior con un perfil totalmente fiel a los patéticos gobiernos ultraizquierdistas, y chapoteando entre recepción y recepción por los pasillos plenos de oligarcas y burgueses comunistas, pro iraníes, y haciendo gala de su amistad con el ignorante, inepto, y patético presidente argentino Alberto Fernández.

Asuntos de diplomacia

Cuando hablamos de “Diplomacia” nos referimos a una especie de ciencia de Relaciones Exteriores, saber negociar, concretar una política internacional determinada, y orientar los intereses del gobierno.

Por supuesto no existe esa condición sin el propósito de buscar limar – al menos atenuar – dificultades, bregar por acercamientos constructivos entre comunidades, y muy en particular lograr una paz perpetua – más allá del idealismo internacional de Immanuel Kant – dentro de un marco jurídico de tratados y acuerdos, con principios básicos de respeto a la soberanía de los Estados, sin intervención, ni injerencia.

Al Jefe de Estado le corresponde llevar adelante el entrelazamiento de su país con las demás potencias y organizaciones internacionales, y es quien debe poner la última palabra en las negociaciones, firmar, y ratificar convenios.

Traducido al español: la norma jerárquica – no debe ser violada – establece un gráfico en el cual la autoridad máxima, es el mandatario.

El Ministro de Relaciones Exteriores – siendo subordinado – sabrá escuchar especialmente las opiniones divergentes de su Jefe de Estado, respetándolas aun cuando fuere necesario refutarlas, y deberá preocuparse en tener mayor cuidado sobre su conducta oficial, manteniendo el estilo correspondiente.

Creo, es tiempo en señalar que, los flujos de nuevas energías, son siempre bienvenidos, esperanzadores, renovadores, fortalecen la corriente política, y también al gobierno.   

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