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El ocaso de los valientes

Ronald Pais

Cada vez que repaso la gesta de los 33 Orientales me siento invadido por una inmensa admiración hacia aquellos patriotas que, con tanto coraje y decisión iniciaron el camino a la Libertad.

Para no quedarme solo en la Historia Nacional vuelvo a asombrarme con el cruce de Los Andes por San Martín.

Y me pregunto: ¿Qué pasaría por la cabeza de aquellos hombres extraordinarios al enfrentar lo que parecía imposible? ¿Qué convicción tan enorme encendía sus corazones para alcanzar sus objetivos sin cálculos de conveniencia personal salvo la certeza de arriesgarlo todo por un ideal?

Esos pensamientos volvieron a mi cabeza al leer un excelente artículo de Eduardo Aranco en el Semanario Voces de 9 de julio de 2021, “Prejuicio y contradicción “cuya lectura recomiendo.

Voy a permitirme referirme a dos aspectos contenidos en dicho artículo.

El primero: el grosero desconocimiento de la soberanía popular la que, en dos oportunidades, decidió mantener la llamada “Ley de Caducidad” y a pesar de ello, los que hoy tanto gargantean sobre la “voluntad del pueblo” derogaron por Ley 18831 aprovechando una mayoría circunstancial.

Esa ley derogada pretendía ser la otra cara de la amnistía que se les otorgó a los tupamaros y otros terroristas que atentaron contra las instituciones democráticas, cometiendo todo tipo de tropelías: asesinatos, secuestros, robos, etc. Una solución que, aunque imperfecta, le permitía al país superar la oscura noche de sedición primero y dictadura después, por la que habíamos pasado. Por eso el pueblo soberano votó su mantenimiento. Y a pesar de eso, su clara voluntad fue desconocida.

¿Y después qué? Después se siguió encarcelando a viejos con juicios dudosos o flechados. Por hechos no probados en realidad sino por indicios o presunciones. Dicho en otras palabras, no por Verdad y Justicia sino por Odio y Venganza.

En Tupambaé murieron unos 2000 compatriotas, en Massoller no se sabe, pero se estiman unos 800. Como en toda guerra hubo muchos heridos y también desaparecidos. A pesar de eso, se acordó la Paz de Aceguá con una amnistía general y con el espíritu de “sin vencidos ni vencedores” que ya venía de 1851.

Y el país siguió adelante.

¿Alguien cree que el dolor de una madre, de una esposa o de un hijo de un tupamaro desaparecido es mayor o más importante que la de una de aquellas 2800 madres, esposas o hijos?

A pesar de aquella penosa guerra civil, representantes de los dos partes que había estado enfrentadas ya integraban juntos el gobierno nacional en 1918.

El segundo aspecto: a que – como he dicho antes -se ha seguido persiguiendo a militares y otras personas en base a muy dudosas probanzas y aún más dudosa imparcialidad de los jueces actuantes, por hechos sucedidos ¡casi medio siglo antes!

¡Vergüenza debería darnos a todos los uruguayos esta situación! Traiciona nuestra Historia, traiciona nuestra humanidad y nos condena a mantener viva una eterna confrontación que solo quieren algunos enfermos de maldad y rencor!

No justifico el silencio y pasividad de los partidos demócratas ante esta situación.

Se escabullen y no enfrentan el problema ni lo intentan corregir.

Pero no es lo único. Tampoco encaran la derogación o modificación de la Ley 18596 (Actuación ilegítima del Estado entre el 13 de junio de 1968 y el 28 de febrero de 1985). Una ley mentirosa que abarca un periodo democrático y que se ajusta al falso relato que se le ha tratado de inculcar a los jóvenes para adoctrinarlos. Tampoco encaran la reparación de las víctimas de la sedición mientras mantienen los beneficios económicos que se les han otorgado a los terroristas y sus familiares. Creo que debemos ser el único país en que los que atentaron contra la Democracia siguen lucrando a costillas del resto del pueblo.

Porque de eso se trata: los que no incendiamos vehículos, los que no colocamos bombas, los que no matamos por la espalda, los que no secuestramos ni robamos y los que tampoco torturamos ni hicimos desaparecer a nadie, o sea, la enorme mayoría de los uruguayos, seguimos pagando. Pagando con dinero y pagando con hastío que se mantenga vivo lo que hace años debió darse por terminado.

Y hay más. Tampoco se encara la modificación radical de los materiales educativos con relatos falsos e sesgados de la Historia que le impusieron a niños y jóvenes estudiantes.

Tampoco se decide la regulación de las organizaciones sindicales, desnaturalizadas por haber priorizado la militancia política a la verdadera defensa de los intereses de los trabajadores. Con una ideología totalitaria apenas camuflada que sale a la luz cuando van sus representantes a apoyar las dictaduras de Maduro o los Castro.

Muchas otras cosas se podrían seguir agregando a las que hemos mencionado.

Sería bueno que los dirigentes políticos recordaran que, entre las causas que nos llevaron a los tristes acontecimientos de fines de los 60’s y comienzos de los 70’s, estuvo la inacción de los partidos políticos, la falta de respaldo al Poder Ejecutivo, el inexcusable no otorgamiento del desafuero de Erro, la tibieza en el enfrentamiento de la penetración gramsciana en todos los ámbitos de la Sociedad, especialmente en la Educación, etc.

Hubo muchos culpables por omisión y se debería asumirlo para no repetir el error.

No obstante, todo lo anterior, quiero ser claro. Apoyo al actual Gobierno multicolor. Creo que una vez más hemos sido afortunados en que en el combate de esta terrible pandemia que ha afectado al mundo lo ha realizado un gobierno capaz y responsable.

Nuestro Presidente ha estado a la altura de las circunstancias y el apoyo de la gente con que cuenta así lo demuestra.

Ojalá mantenga el equilibrio y no incurra en el pecado de la soberbia, el mal más común en las alturas.

El balance de las famosas “perillas” en Salud y Economía ha sido mantenido con esfuerzo e inteligencia.

También otras áreas del Gobierno han trabajado mucho y bien.

Pero no es suficiente. La “máquina de impedir” sigue intacta. La capacidad de movilización mantiene a un alto número de incondicionales e irracionales.

Ante esta realidad, el lema no debe ser “Amor y Paz” ni tampoco “No hagan olas”.

No se salva un mueble atacado por termitas barnizando su superficie.

No quiero ser agorero, pero ya ha quedado demostrado que buena parte de la oposición frenteamplista no se rige por principios básicos de ética y patriotismo. Para ellos vale todo. La virulencia aumentará.

Es tiempo entonces de evocar a aquellos patriotas que sentían que la valentía no era un mérito sino una necesidad.

Nuestro lema debería ser, otra vez: “Libertad o Muerte”.

Ojalá que nuestra dirigencia política esté a la altura de las circunstancias y aleje las sombras de decepción que van creciendo en nuestro alrededor.

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