El sincericidio de Michelini
Fátima Barrutta
La oposición se quejó de que el gobierno manifestara abiertamente desconocer quién es su interlocutor principal. En realidad es comprensible que, con el deceso del ex presidente Vázquez, el alejamiento de su antecesor Mujica y el ocaso político del último candidato, Daniel Martínez, el presidente de la República no tenga del todo claro con quién debe hablar como representante natural del Frente Amplio. Por ahí cruzan declaraciones Javier Miranda, Carolina Cosse, Yamandú Orsi, legisladores como Bergara, Andrade y Sánchez, con discursos y argumentos muchas veces contradictorios, pero siempre contestes en fustigar cada cosa que hace o dice el gobierno.
En la última semana, la orquesta llegó a su desafine más chirriante con dos exabruptos lanzados por sendos dirigentes frenteamplistas: el diputado Felipe Carballo exigiendo la renuncia de Daniel Salinas (¡nada menos que el ministro que está manejando el timón sanitario en el peor momento!) y hasta el secretario de presidencia del FA, Rafael Michelini, con el increíble exabrupto por todos conocido y que a la postre le costó su propio cargo.
Lo de Carballo, manifestando que la «incapacidad de mando» de Salinas «es notoria» y que «es un gran descontrol su gestión», es puro y descarnado oportunismo político, sacando provecho de forma repugnante del terrible drama de la pandemia. Pero no se puede esperar otra actitud de quien representa a la lista del ex vicepresidente Sendic, el primero en la historia del país en renunciar al cargo por probadas y vergonzantes irregularidades. Podría ser hasta involuntariamente humorístico que este legislador del grupo de Sendic denuncie descontrol de gestión, justo él, que tiene como líder sectorial al político que logró el récord de hacer quebrar a la empresa monopólica más grande del país, ¡y en un período de bonanza económica!
Lo de Michelini, por su parte, es de una gravedad inusitada. No puede decir que fue tergiversado por el medio de prensa que lo entrevistó, dado que se trata de una revista amiga del Frente Amplio, tan amiga que a pesar de su escasa circulación, recibió abultadas inversiones publicitarias estatales, durante las anteriores administraciones.
El ex legislador formuló al parlamento una amenaza explícita contra la salud pública nacional, en caso de que este no autorizara el pedido (absolutamente inconstitucional) de extender el plazo de recolección de firmas contra la LUC, iniciativa que ha demostrado escaso y casi nulo respaldo, aún entre las propias huestes frenteamplistas. Michelini dijo enfáticamente que «si no hay ampliación del plazo, nosotros vamos a ir a juntar las firmas a los barrios y nos aglomeraremos. Actuará la policía, nos pondrán presos. Tenemos que ir a los barrios y aglomerarnos». Poca gente había leído la revista Caras y Caretas, pero cuando el informativo de canal 12 tuiteó esa declaración, las redes sociales temblaron como en un terremoto. Hasta los mismos correligionarios de Michelini salieron presurosos a desmarcarse de semejante extorsión. Nosotros nos preguntamos: ante una declaración de esta naturaleza, justo en el momento más grave de la pandemia, ¿la fiscalía no debería actuar de oficio contra quien así incurre en lo previsto en el artículo 148 del Código Penal, que castiga con prisión a quien «hiciere públicamente la apología de hechos calificados como delitos»?
No solo fue correctamente citado por la revista, sino que más tarde, interrogado por los periodistas, Michelini ratificó sus dichos.
Hizo bien el presidente del Frente Amplio, Javier Miranda, en llamar a conferencia de prensa esa misma noche para anunciar su separación del cargo y desacreditarlo como vocero del partido.
Pero no debemos engañarnos. El sincericidio de Michelini es en cierta forma un acto de suprema franqueza, respecto a la actitud que tienen muchos dirigentes de la oposición, que parecen festejar los reveses de la pandemia como si se tratara de goles que hacen al arco del gobierno. Ese péndulo constante entre reclamar cuarentenas obligatorias (con caceroleos incluidos) y hasta toques de queda por un lado, y por el otro haberse negado a votar la ley para limitar el derecho de reunión y disolver aglomeraciones, o quejarse de la sobreexposición del presidente en unos casos y criticarlo porque no aparece, en otros, o asignar intenciones represivas a la policía cuando se presenta a dispersar tamborileadas o manifestaciones.
Si en los primeros meses del nuevo gobierno, promovieron todo tipo de denuncias infundadas de abusos policiales, imagine el lector la fiesta que se harían con la aplicación de medidas prontas de seguridad, que ellos mismos están prohijando.
Por eso creo que el único verdadero pecado que cometió Michelini con sus declaraciones, según el punto de vista del FA, fue ser demasiado explícito de la intención de «cuanto peor, mejor», que está todo el tiempo sobrevolando los dichos y actitudes frenteamplistas. La opinión pública tiene muy claro quiénes utilizan la pandemia para marcar posicionamientos electoreros y quiénes la combaten con trabajo, dedicación y sin medir costos políticos