Groenlandia; negocios
post modernos
Lorenzo Aguirre
El presidente Donald Trump, al ser consultado respecto a una posible imposición de fuerzas militares estadounidenses en Groenlandia para tomar el control de ese territorio autónomo de Dinamarca, señaló: “al igual que el Canal de Panamá, lo necesitamos por seguridad económica, y, además, los 57.000 habitantes de la isla quieren estar con nosotros”. Más allá del planteo “inmobiliario”, la Primera Ministro de Dinamarca, Mette Frederiksen, expresó: “Groenlandia, no está en venta … esas tierras pertenecen a los groenlandeses, y son ellos quienes definen su futuro”. Es oportuno mencionar que, solo el 6% de la comunidad – apenas unos 3.400 – desea formar parte de Estados Unidos, mientras aproximadamente el 90 % está en contra – más allá que, de alguna forma mira a Dinamarca como un imperialismo, desde que colonizaron en 1720, pero ¡lo hicieron de una “manera amable”! -, demostrando consistentes pautas resultantes.
Al parecer, el planteo del presidente Donald Trump no tiene transparencia, y en principio no existiría garantía respecto hasta dónde Groenlandia continuaría manteniendo su autonomía, como asimismo la mecánica y regularización en cuanto al sistema de prestaciones.
Ahora, una parte de los lugareños que tenían cierta actitud afectuosa hacia Estados Unidos se encuentra reconsiderando ese “affaire”, porque indudablemente la independencia política, económica, educacional, y cultural, está entrelazada, y Groenlandia recibe subvención del gobierno dinamarqués, hecho que, de existir la supuesta “emancipación”, las contribuciones de referencia caducarían. Por lo expresado, el acontecimiento deja planteado si comenzara una sustitución al respecto, porque, de lo contrario, podría provocarse un sostenido desbalance, llegando incluso a un cráter, en el presupuesto público.
También estaría quedando en el aire la interrogante sobre qué cosa podría acontecer con todas las prestaciones sanitarias y sociales, y para un sector de la población, desligarse de Dinamarca afectaría el sistema de bienestar, radicando un problema serio, pues, guste, o no, Estados Unidos no tiene un significativo relieve en cuanto a dicho procedimiento, siendo además altísimos los costos vinculantes, y no solo en relación con países escandinavos, sino además en comparación con más de la mitad de los occidentales.
Con una cantidad reducida en cuanto a población, y una estructura ponderada en los servicios referidos – obviamente desean mantener -, es muy difícil pasar a ser independientes, más allá que, Groenlandia, en cierta forma se sentiría quizá menos constreñida con esa “condición” que, al final de cuentas, está bastante errada cuando se interpreta como “asociación”, porque no se mantiene soberanía pese a la edulcorada narrativa de una modernización con óptica de proyección para “mejora significativa en tiempos que corren”.
A decir verdad …. ¡charlatanería grosera!
De todas maneras, los groenlandeses prefieren mayor cooperación con Islandia, y Canadá – este último no está con muchas ganas de asumir responsabilidades, debido a problemitas con el “tío Donald” -, como también con Noruega, que goza de presencia en el Ártico – pese a la constante amenaza rusa – y conjuntamente con Alemania está llevando adelante un acuerdo de cooperación en materia de defensa y seguridad, poniendo énfasis en la protección de infraestructura submarina, y apoyo recíproco en acciones regionales de la “Organización del Tratado del Atlántico Norte” (“OTAN”).
Donald Trump, presiona gélidamente a la ministra de Dinamarca, y pretende “hacerse cargo” de la isla autónoma que ocupa un punto estratégico del océano, más ahora que se derriten las capas polares, y de esa manera emerger nuevas rutas de navegación, mientras Dinamarca intenta no inflamar la situación – manteniendo un perfil bajo, aunque muchas veces el mundo no funciona así -, y por su parte los burócratas de Bruselas buscan “un tono adecuado”.
Groenlandia no pertenece a la “Unión Europea”, y aunque forma parte del Reino de Dinamarca – que es miembro -, es responsable de sus asuntos internos, pero Estados Unidos estableció en 1971 una “política formal” luego de 20 años de “ejercicios intensos” con la Base Aérea Thule (ahora “Pituffik”), el Sistema de Alerta de Misiles Balísticos, y “bases de avanzada” para el Mando Aéreo Estratégico, decorando el “Camp Century de Propulsión Atómica” que sirviera de pantalla al “Proyecto Iceworm”, una red secreta sobre misiles bajo el hielo.
El problema radica que, China, también instauró una base naval, y ahora utiliza vírgenes senderos en el Mar Ártico, limitando con el Atlántico y por el Estrecho de Bering, entre Chukotka (Rusia), y Alaska (Estados Unidos), que lo separa del océano Pacífico. Por lo expresado – y alguna “cosilla” más -, Donald Trump quiere “ser propietario” de Groenlandia, y parafraseando a Clark Gable en “Lo que el viento se llevó”, le importa “un bledo” los 57.000 habitantes.
El soberbio mandatario estadounidense busca un “orden mundial”, porque la zona de Groenlandia en el Ártico es importante para contrarrestar a sus enemigos geopolíticos, como son Rusia y China, a la vez que mitigar la influencia de Irán, y desestabilizar la ya puesta en marcha agenda del Foro de Sao Paulo.
A Donald Trump le interesa muy poco – por no decir, nada – el manejo y proyección de influencias regionales, pero por supuesto, siempre que occidente esté por encima de todo, y bajo la órbita de Estados Unidos.
Para muchos, “adquirir” Groenlandia es una actitud delirante, y total falta de respeto tanto por parte del comprador, como quien vende las tierras al imperialismo.
Pero, Estados Unidos, ¿no compró la Florida por la módica suma de 5 millones de dólares a España, a través del tratado “Adams – Onis”, de 1819, tratado de Cesión de La Florida”), con Su Majestad Católica, el Rey de España?
Para tener presente; en 1803, Napoleón Bonaparte vendió a Estados Unidos las posesiones francesas, territorios como Luisiana, Arkansas, Misuri, Minnesota, entre otros, en unos 23 millones de dólares, negociación que permitiría mayor fluidez de acceso al océano Pacífico…
Y por Rusia … ¿cómo andamos? El imperio, en 1867 vendió 1.518.800 quilómetros cuadrados, a Estados Unidos …
En fin … “¡negocios y guerras, de cara a la post modernidad!”