Historia

HABLEMOS DE LA DERECHA URUGUAYA

El enemigo marxista (I)

Jorge Nelson Chagas

Contrariamente a lo que muchos suponen la idea que el marxismo es un enemigo insidioso, capaz de infiltrase en todos los rincones de la sociedad- cultura, enseñanza, sistema político, sindicatos, Iglesia y aún en el sector militar – no fue una creación de las Fuerzas Armadas.  El anticomunismo no es, ni por asomo, una característica  exclusiva de la mentalidad militar.

Durante la llamada Primera Guerra Fría (1947-1953) la amenaza comunista era considerada en Uruguay aún como una realidad relativamente remota. La explicación es sencilla: influencia de la URSS estaba circunscrita a Europa del Este y Asia,  y no era realmente relevante en el territorio, donde se limitaba a su vínculo con el Partido Comunista local que era una fuerza minoritaria y de poca incidencia en la vida nacional. En el período de la Guerra de Corea  1950-1953, hubo una intensificación del discurso anticomunista.

¿En qué momento cambia esta percepción? ¿En qué momento sectores de la sociedad uruguaya comenzaron a considerar que “el peligro comunista” golpeaba a sus puertas? La respuesta parece muy obvia: cuando se produjo la Revolución Cubana en enero de 1959. Sin embargo, hay que tener en cuenta otros factores de orden interno. Para empezar, entre los días 14  y 15 de julio de 1955  el líder histórico del Partido Comunista (PCU) Eugenio Gómez fue desplazado por Rodney Arismendi. Este  político, que se convertiría en uno de los teóricos más importantes del comunismo mundial en la segunda mitad del siglo XX, impulsaría  cambios trascendentes en la estrategia, que transformarían al PCU en una fuerza gravitante en los sindicatos, la cultura y los gremios estudiantiles.

El otro factor es la ruptura entre el electo gobernante (batllista) y la Federación de Estudiantes Universitarios (FEUU). En forma paradojal los disturbios por la Ley Orgánica Universitaria estallaron por un hecho banal – de hecho la FEUU ni siquiera estaba interesada en el tema – pero se convirtieron en una bola de nieve que no socavó al gobierno de Luis Batlle sino que la problemática se extendió más allá del año 1958.  La atención hacia el “peligro comunista” en las aulas adquirió mayor relevancia con la llegada del Partido Nacional al gobierno en 1959, Durante el llamado “primer colegiado blanco” se desarrolló un fuerte cuestionamiento contra la protesta social, planteando, por ejemplo, que la movilización estudiantil de la FEUU en 1960 se debía a una “acción organizada” del comunismo internacional, a la vez que se deslizó la posibilidad de la intervención de los locales universitarios.

A partir de 1968, en un contexto mundial de movilizaciones estudiantiles, aumentó significativamente la conflictividad en el ámbito educativo. Si bien esto no era novedoso, ese año tuvieron rasgos originales. A partir del mes de mayo se produjeron grandes manifestaciones estudiantiles contra la suba del boleto de transporte colectivo, y en junio se sumó un reclamo presupuestal. Estas protestas mostraron un fuerte protagonismo de los estudiantes de educación media, a la vez que trajeron consigo formas de accionar novedosas, como manifestaciones “relámpago”, ocupaciones de locales liceales y quema de neumáticos. A esto se le agregó las desgremializaciones y los contra-cursos.

Hacia fines de los ’60, muchos ciudadanos tenían la convicción que el marxismo era una suerte de poderoso pulpo con múltiples tentáculos que abarcan muchos aspectos de la vida nacional.  Este pulpo era culpable – a los ojos de una parte importante de la ciudadanía – de sembrar el caos en las calles, promover la violencia, manipular a los trabajadores y estudiantes, destruir la convivencia diaria, al punto que podía infiltrarse hasta en los ámbitos de la cultura y las artes. Según esta mirada el enemigo marxista era poderoso porque tenía apoyos foráneos 

Pero había algo mucho más profundo en ese pensamiento popular de derecha que va más allá de las fronteras ideológicas.

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