Hay que construir la “agenda”
César García Acosta
Llegó la hora de dejar atrás las rencillas de corte electoral a nivel de gobierno y retomar la AGENDA POLÍTICA, es que se vio resentida por el efecto de la pandemia y la desazón del empleo que aparejó una nueva forma del FIN DEL TRABAJO.
Actualmente los procesos económico vuelven a enturbiarse como consecuencia de la guerra entre Rusia y Ucrania, afecta desde la producción básica hasta los combustibles que mueven a os países se esté en la zona de guerra o fuera de ella.
Valerse, como lo ha hecho el brazo político del Frente Amplio, el PitCnt de estos factores claramente exógenos de la economía local, es mirar corto e relación a las políticas de estado aunque de discurso efectivo para llegar con impacto relativo sobre las grandes masas de uruguayos que, más allá de tener un empleo o no como fuente de desarrollo de sus vidas cotidianas, no logran concretar la expectativas de la cotidianeidad por la carestía en la economía familiar.
Esto es incontrovertible, y el crédito desmedido en razón de una oferta no regulada, de información difusa en un contexto de claras necesidades de gasto, hace que el individuo como centro social del Uruguay del siglo XXI no esté pensando en obtener una vivienda con techo propio, sino apenas mantenerse a la espera de lo vendrá que, por incierto y sujeto al torbellino mundial, hace que las cosas en la aldea estén demasiado supeditadas al barrio regional, y eso nos somete, también, a las vicisitudes de un entorno hostil que pone a nuestras fronteras, sea con la Argentina como con el Brasil, en un `camino de los quileros´ difícil de ocultar y de tolerar de modo pasivo.
La idea de liberar de impuestos a las fronteras no es algo nuevo. Y tampoco lo es el dilema de diferenciar con claridad especulación de necesidad. Flotan en el ambiente de la micropolítica la reducción impositiva a quienes en forma masiva comercializan en la frontera, como si instalar freeshopps fuera la panacea para todos los males. Ni las tiendas francas del Brasil liberadas a los locales de ese país, ni cualquier invento similar aquí en Uruguay va a ser una buena señalar para quienes apenas a 100 quilómetros de distancia de os límites territoriales, comprar más arato en vez de un beneficio sea contrabando.
Para que las medidas sean efectivas hay que ser igualitarios ya no con la frontera sino con el país. Hay que mirar al comercio como un acto de la vida cotidiana y no como un efecto secundario de la variación circunstancial del tipo de cambio.
Tenemos que ir a las TARJETAS DE DÉBITO FRONTERIZAS desde el Banco de la República, con el fin de que la gente en la frontera pague menos pero no porque compre en el Brasil o en la Argentina, sino porque lo haga en el comercio local, en el uruguayo, beneficiado por una política fiscal localizada capaz de variar conforme o imponga la realidad, donde el beneficio apunte al consumidor y no al importador.
Reducir el precio de la carne en un supermercado a nivel país, no hace que el 10% aparente de la rebaja fiscal llegue de modo efectivo a la gente: con esto no gana ni el comerciante ni el consumidor, por la incertidumbre de una medida extraordinaria, sea por transitoria como por coyuntural, movilizará la especulación que una vez que forma un precio al alza, jamás lo baja.
El gobierno debe mirar la vida cotidiana como los actos o hechos que afectan a la sociedad en su conjunto, y del mismo modo que el campo en toda su extensión es visualizado desde su cartera bancaria de créditos, hasta las resignaciones o beneficios tan solo por considerarlo como la palanca del país, el resto de la sociedad –loa asalariados y trabajadores retirados. Requieren de una misma consideración y no de aumentos en sus retribuciones que cuando son medidos en su real magnitud, no superan los 350 pesos al mes en la mayoría de los casos, cuando un quilo de tomates cuesta 200 pesos, la carne ronda los 500 y una lechuga los 60 pesos.
El tema está en la canasta familiar como tal, como estructura, como objetivo y como meta. Lo demás puede resultar puro cuento o insumo en favor de los critican lo que jamás podrán cambiar.