“Hola y adiós”
Del MPP de Marenales al de Orsi
“el gigante idiota”
César García Acosta
Hace apenas unos días a instancias de una fiscalía penal de la ciudad de Soriano, se imputó de casi todos los cargos previstos en nuestra legislación para tipificar la corrupción, al exintendente Guillermo Bezossi. En ese caso el Frente Amplio fue implacable y no dudó en censurarlo sin necesidad de un juicio. Pasadas las horas -y sin importar si se trata de un delito o una irregularidad-, la ministra de Vivienda, Cecilia Cairo quedó al descubierto por la evasión histórica de sus impuestos, eludiendo regularizar exprofeso varias construcciones en un terreno de su propiedad. El agravante se hace evidente porque ella era la encargada de vigilar la vivienda formal y la informal en un país donde todos se conocen. Mientras al intendente de Soriano le adjudicaron el mote de hacer “gauchadas” para emparentarlo con una valoración delictual, a la exministra parece haberle alcanzado con defenderse diciendo “me equivoque”. Lo paradójico ha sido que hasta pretendió la redención por sus faltas cometidas, las que sobrevinieron justo en “semana Santa”. La acusación de no haber pagado sus impuestos ni tramitado los permisos de construcción necesarios para regularizar su techo, no la dejaron libre de responsabilidad. Durante los últimos 30 años la exministra fue edila del territorio al que evadía y diputada donde legislaba lo que otros tenían que pagar por sus casas. En su favor, sólo reivindicó ser “una militante que asume su responsabilidad como ministra.” Ella, por sí y ante sí, alegó “no robé, no me quedé con nada. Tengo una deuda y la voy a pagar”. La batalla cultural con este esquema quedó instalada. Al presidente Yamandú Orsi no le quedó otro camino que aceptar su renuncia, porque de no hacerlo habría incurrido en un exceso vulnerable, como enseña Ortega y Gasset, al decir: “yo soy yo y mis circunstancias, y si no las salvo a ella, no me salvo yo”. A la militante Cecilia Cairo le llegó más rápido que tarde las enseñanzas del cantautor español Joaquín Sabina quien, fuerte y claro, en su último espectáculo en Montevideo, también hace apenas unos días, entonaba con cierta complicidad: “Hola y adiós”.
Para el ex tupamaro Julio Marenales, en una entrevista que puede mirarse en youtube, el hoy gobernante sector mayoritario del Frente Amplio, el MPP (Movimiento de Participación Popular), lo definía como un “gigante idiota”. En un evento de la Fundación Vivián Trías, Marenales opinó que el Frente Amplio no tiene «un proyecto de país. Tiene avances. En mi casa tengo 20 versiones de La Cumparsita. La música es la misma, pero la versión no. Con 20 versiones del proyecto del FA que comparten la musiquita de fondo, hay que tener cuidado. La vía hacia una nueva sociedad, no sé por dónde anda. Ni por la vía de los partidos que llegaron al gobierno por elecciones, ni por la búsqueda a través de las armas hemos podido construir una vía al socialismo».
A la luz de la actitud de la ministra de Vivienda se hace imprescindible debatir sobre el concepto de “legitimidad”. En su definición académica es la legitimidad es un derecho reconocido al acto de gobernar: una autoridad, por ejemplo, un gobierno, se considera legítima si quienes la rigen reconocen su derecho. Max Weber, sociólogo alemán, identificó tres tipos básicos de legitimidad: tradicional, carismática y racional-legal.
Para Alexander Hamilton, abogado de la Universidad Santiago de Cali (Colombia), además Magíster en Educación Superior, «En las repúblicas, las personas a quienes los sufragios de sus conciudadanos elevan de la masa general a puestos de gran prominencia y poder, es posible que logren tales recompensas por traicionar su encargo, que, salvo que se trate de espíritus guiados y animados por una virtud superior, parecerá que exceden al interés que pueden tener en el bien común y que predomina sobre las obligaciones del deber».
Desde el pensamiento de izquierda y progresista que reivindica el nivel democrático y republicano tradicional del Uruguay, el editor del periódico LA DIARIA, Marcelo Pereira, reflexiona en una columna de opinión, sobre la ministra Cairo, que “Se trata de alguien con una larga experiencia vinculada a las políticas de vivienda, desde la Comisión de Asentamientos de la Junta Departamental de Montevideo, el Plan Nacional de Relocalizaciones del ministerio que hoy dirige, el Programa de Mejoramiento de Barrios, el Plan Juntos y la Comisión de Vivienda y Territorio de la Cámara de Representantes, antes de asumir su cargo actual. Con esa trayectoria, es inconcebible que ignorara la obligación de regularizar su propia vivienda, y no se puede decir que le haya sido imposible afrontar el costo de hacerlo. Es cierto que quienes integran el Movimiento de Participación Popular [MPP] y ocupan cargos políticos no reciben el salario correspondiente, sino que aportan parte de él al sector y se quedan con una remuneración menor, pero de ningún modo están en la indigencia.”
Finalmente, un dato de color: no importa si lo que no pagó fue el impuesto de primaria, de contribución inmobiliaria o un permiso de construcción. Lo que importa es la institucionalidad y su visión de justicia y de aportación tributaria. La legitimidad del gobierno hoy más que nunca debe radicar en la certeza de hacer lo que hay que hacer: ahora le toca el turno de gobernar y decidir al presidente de la República.
Hacer o no hacer es su dilema.
Sin embargo, no hacer nada sería como convalidar la idea de Marenales sobre que «el MPP es un girante idiota» si más intención que de la juntar votos sin un programa que lo fortalezca a futuro. Si resutase tan fácil arrasar con la «reina» del imaginario tablero de ajedrez del gobierno, sería como admitir que sus fortalezas no son mayores que las de n castillo de naipes, al bastaría con sacarle una sola carta para que desmoronarse. Habrá que ver co el paso de las horas si ésto no es solo una cuestión de perpscetivas