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INSULSA CAMPAÑA

Adrián Báez

Estimados lectores. Este año, los Orientales estamos convocados, una vez más, a ejercer el más sublime de los derechos que como ciudadanos nos otorga nuestro sistema político, republicano y democrático: el sufragio. Será una instancia que debemos tomarla con seriedad y compromiso; veámosla como una gran oportunidad de decidir respecto a quiénes deseamos que conduzcan los destinos de nuestro Uruguay a través del Poder Legislativo, sin mayorías partidarias, que obligue a consensuar políticas de estado, y un Ejecutivo abierto al diálogo y al entendimiento entre los actores que representan a la sociedad; ámbitos de poder, que decidirán qué futuro nos tocará en suerte.

Hemos visto, con sorpresa, la poca militancia de quienes en otros momentos demostraron ser una máquina fabulosa de movilidad electoral; también, presenciamos una interna tranquila y sin sobresaltos, más allá de algunos improperios fuera de lugar, por parte de algún candidato; pero, en general, ha sido una campaña austera en lo combativo y en la discusión de temas centrales, quizás, por el descreimiento en el sistema, culpa pura y exclusiva de la dirigencia o, tal vez, por la poca voluntad de plasmar las propuestas e ideas, en un franco debate que le permitiera al ciudadano, cotejar el peso de las mismas ante preguntas directas y firmes, sobre temas concretos y problemáticos.

La lamentable falta de debates entre las candidaturas, sea de presidenciables y de vices, deja el gusto amargo de no saber a ciencia exacta, el planteamiento que se hace de las cosas, en una inaudita y hasta inmadura, si se quiere, actitud de poca lógica política, siendo que, justamente, el intercambio de pareceres, es la base de  este arte; sintiéndose una sana envidia de aquellos países en los que los debates son piedra angular de las campañas electorales, exhibiendo a los elegibles en un contexto adecuado para convencer o no, al electorado.

El Uruguay, país que se siente orgullo de haber tenido en sus huestes a líderes que plasmaron pensamientos sólidos que ponían a consideración de la población por medio de los otrora fuertes diarios como El Día, El Debate, La Razón, El Plata, La Mañana, El País, entre otros; se encuentra en la nada simpática sensación de observar a sus eventuales gobernantes en un limbo, en el cual, las propuestas, las preguntas, las respuestas, el intercambio apasionado y coherente de planteamientos, en fin, el debate de ideas, queda en un segundo plano, otorgándonos una campaña insulsa, carente de compromiso y generación de energía argumentativa que sirva de herramienta a la militancia inteligente, en el entendido que, también, la hay de la otra.

En el medio, dos plebiscitos, los que proponen derogar la Reforma Jubilatoria y aplicar el Allanamiento Nocturno, temas importantes si los hay, por todo lo que encierra la aprobación o no de los mismos, pero que, de los que poco o nada conoce el común de la gente, pues, no se han efectuado reales y contundentes campañas a favor o en contra. Otro debe que habla muy mal de la actual forma de hacer política y la pésima comunicación.

Lo cierto es que, con sus carencias y menudencias, no deja de ser un momento único, que sólo podemos repetir cada cinco años, y que muchas veces desearíamos fuese antes de tiempo, porque nos decepcionamos de nuestros referentes; por lo tanto, debemos saber aprovechar esta herramienta esencial, para que seamos nosotros los responsables por la dirección política, y otorguemos a quienes -ciudadanos al fin-, creemos más capaces y con mejor preparación, las potestades necesarias, para que nos devuelvan la esperanza y la confianza.

Algunos sostienen que en aquéllos casos en los que la diferencia entre los candidatos es grande, no es necesario concurrir a apoyarlos, pues los resultados están a la vista; otros, prefieren intervenir en la interna de otro Partido, para incidir de forma negativa en contra de un candidato específico o a favor de aquél que creemos más factible de que venza a quien no queremos que gane, y, así, surgen entretelones con los que podemos estar de acuerdo o no, pero que no dejan de ser en sí mismo, una manifestación del deseo popular.

Lo importante, realmente, es que comprendamos la grandeza que tiene nuestra participación en los destinos de los partidos políticos con los que comulgamos, ya que, conforman la mejor manera que conocemos de convivencia democrática, y el mejor camino para influir directa o indirectamente, en el rumbo que nos gustaría darle a nuestro futuro y al de nuestros hijos.

Los que estamos convencidos de que debemos participar, sea como fuere, ya desde la militancia, o desde el anonimato seguido del voto silencioso, exhortamos a cumplir con ésta tarea, que más que obligación, es una gran responsabilidad, que no debería de requerir de un mandato constitucional para hacernos enterar de que, las urnas, nos reclaman, y el Uruguay nos espera. 

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