Editorial

La cohabitación política y las reglas del juego

César García Acosta

Estoy tan convencido de la necesaria modernización de los partidos políticos, como que la coalición es el instrumento republicano más apropiado para alcanzar los acuerdos programáticos más elementales con el fin de lograr una sana convivencia social. Coaligarse no supone un renunciamiento a la ideología; sino más bien un proceder más fluido con estricto apego a las formas de la democracia, que ajustada a los principios republicanos de igualdad, libertad, fraternidad y laicidad, nos permite un accionar más dinámico para alcanzare la tolerancia y la moderación en el Gobierno.

Decía Enrique Tarigo que “la democracia no necesita ni presupone, para ser posible, el acuerdo o la unanimidad de pareceres entre todos los habitantes de un país, por el contrario, la democracia es la única concepción que parte de la base del profundo respeto por los hombres, por todos los hombres, aún por aquellos cuyas ideas nos resultan más equivocadas.”

Pero esto necesita de un proceso, y por eso Tarigo insistía en que “pretender que los hombres piensen todos lo mismo, aunque sólo sea en media docenas de cuestiones fundamentales, supone negar al hombre su elemental libertad de opinión, supone, por consiguiente, partir de una hipótesis falsa, partir de una idea acerca del hombre que no se compadece con su realidad.”

Por eso -remarcaba Tarigo- “los liberales afirmamos la posibilidad de convicciones plurales, diversas, dentro de la democracia, y pregonamos la tolerancia como método para superar, en armónica conjunción, una diversidad que es inevitable; y es por eso que también rechazamos la pretensión de una unidad o una unanimidad o una concordancia –un acuerdo en lo fundamental- que sabemos de antemano es imposible de lograr por métodos democráticos.”

Los ingleses han acuñado la expresión “fair play”; nosotros, decía Tarigo, “hemos preferido la fórmula –también de extracción deportiva- de [las reglas del juego]”.

En nuestro actual contexto vale una apreciación final que hacía Tarigo en referencia al poder gobernante: “es importante la disposición a admitir la opinión del otro, pero también lo es la disposición que está íntimamente relacionada con la moderación, a no atropellar al adversario solo porque, según el poder, se está en condiciones de hacerlo. Hay que considerar todas estas formas de comportamiento como verdadera condición previa de una democracia eficaz. La ausencia de estas formas de comportamiento están consideradas, con razón, como una causa de ineficiencia de la democracia en ciertos países y naciones”.

En sustancia –moderación y tolerancia- para concretarse, requieren, inexorablemente, de una Mesa de Diálogo: ya no se trata de que en el marco de una coalición sólo haya que plasmar las metas de cada grupo de influencia en el programa de Gobierno que se ofrecerá a la población, se trata, sin dudas, de generar una especie de gobierno corporativo y político que no es más que la suma de otras estructuras, con otras ideas y otras realidades, capaces de ceder para crecer, abriendo el espacio para la construcción de un escenario diferente al propio de cada partido, en claro signo por construir el colectivo país de la manera más ancha y espaciosa posible.

Pero nada se logrará si no se apela al colectivo organizado.

Decía Germán Rama en un artículo publicado en el número 16 de los Cuadernos de la Facultad de Derecho, recopilado por Carlos Real de Azúa en el libro “El Uruguay visto por los uruguayos” editado en 1968, que “una de las formas de garantizar ese funcionamiento democrático, es intentar evitar al máximo la tensión interna, negar la división que acarrea la población y la puesta en duda del mismo sistema político. El uruguayo medio no pone en duda la legitimidad de su sistema político. No estamos en una sociedad en que haya sectores importantes que pongan a prueba su legitimidad. Los uruguayos podrán tener posiciones muy dispares sobre el mecanismo de funcionamiento de la sociedad política uruguaya, pero no ponen en duda la legitimidad de ese sistema.”

Tenga en cuenta el lector la fecha de edición de esta publicación: 1968. Teniendo estos niveles de pensamientos de tanta capacidad y apertura política, social y cultural, de todos quienes aportaron intelectualmente a esta publicación, sobrevino uno de los períodos más dramáticos de la historia, el de la dictadura de 1973/1985. Abrir el paso al radicalismo y el extremismo, pueden ser el peor error estratégico de una de las mejores democracias del mundo. Para eso, las coaliciones lejos de debilitar las estructuras políticas individuales, las fortalecen. El batllismo debe aportar sin cortapisas su ideología.

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