Política nacional

La derrota moral del Frente Amplio

Daniel Manduré

Sus errores y fracasos de gestión, entregando un país estancado en lo educativo, social y en lo económico. Sus graves hechos vinculados a la corrupción con varios jerarcas, del más alto nivel procesados, incluido su vicepresidente. Su propia soberbia y arrogancia que no le permitió  asumir ni reconocer todo lo anteriormente mencionado llevó al Frente Amplio a su derrota electoral. Revés que se repite cuando intenta hacer caer la ley de urgente consideración y vuelve a ser derrotado.

También ha sido derrotado en lo ideológico a pesar de seguir insistiendo en buena parte de sus sectores, los de mayor peso, los que cortan en bacalao, con ideas que fracasaron en el mundo entero. El Frente Amplio aún sigue creyendo en la lucha de clases, en la dictadura del proletariado. Enfrentando a ricos contra pobres. Apegados al materialismo marxista. Se continúa abrazando con todos los tiranos y dictadores que andan en la vuelta. Hasta les ha entregado a todos ellos la llave de la ciudad de Montevideo. Lo único demostrable es que esta ideología ha fracasado y solo trajo miseria y dolor en la sociedad donde se aplicó.

Pero además de esa derrota política-electoral y de la derrota ideológica el Frente Amplio sufre otra derrota. Más dura que un circunstancial revés electoral o fracaso en el terreno de ideas apolilladas y ya perimidas. El Frente Amplio sufre una gran derrota moral.

La peor de las derrotas.

Si bien nadie tiene el monopolio de la moralidad ni de la inmoralidad, los hechos hablan por si solos.

Cuando un sector político debe recurrir a la mentira, al agravio del adversario o a demonizar la idea del otro, para imponer las suyas, comienza a ingresar en un terreno fangoso alejado de principios morales y del que es difícil salir.

Aunque podríamos ir aún más lejos en el tiempo vamos a comenzar en la propia noche del último acto eleccionario el candidato Daniel Martinez, golpeándose el pecho le habla a sus militantes sin reconocer la derrota y sin siquiera llamar para saludar al candidato ganador. Hecho que, desde el retorno a la democracia, ocurrió por primer vez, donde el candidato perdedor no reconoce la derrota. Algo parecido sucedería luego con el radical Fernando Pereira quien, apenas conocido el resultado adverso para sus intereses en el plebiscito por la LUC, en su enardecido discurso tribunero tampoco reconocía la derrota.

La ausencia moral también dice presente cuando impulsan caceroleos a solo 15 dìas de iniciada la pandemia o cuando acusaban al gobierno de demora en la llegada de la vacuna o hablaban sin prurito alguno de muertes evitables. Cuando luego el mundo entero reconocía el éxito del gobierno en el manejo de la pandemia.

Cuando para tirar abajo la LUC, intentaban, con falsos argumentos, engañar a la ciudadanía una y otra vez.

Cuando la hoy precandidata a la presidencia durante la grave crisis hídrica, se esforzaba para llorar en cámara y aplicando una deleznable política del terror llegó a asegurar el futuro nacimiento de fetos con malformaciones por los trihalometanos.

Cuando, desde su enanismo intelectual ni siquiera son capaces de reconocer y  critican la construcción de un Hospital público en un barrio popular de nuestro país, buscando desmerecer de la forma que sea tan loable concreción.

Cuando por el caso del narcotraficante Marset se define  al estado uruguayo como un narco estado, donde Orsi con sus infelices insinuaciones, aporta lo suyo, mencionando el vínculo entre las declaraciones de Marset y el gobierno y de la “rara” coincidencia entre ambas. Lo que olvida decir Orsi que el pasaporte al que logra acceder Marset es gracias a un decreto del gobierno de Mujica.

Que el Frente Amplio no logre con firmeza sin eufemismos y sin “peros” condenar el ataque criminal del grupo terrorista Hamàs al estado de Israel nos describe a la perfección, más allá de su contenido ideológico, de una actitud claramente inmoral.

Cuando estuvieron años hablando una y otra vez de corrupción y de coimas en todo el tema de la concesión en el puerto a la empresa multinacional belga para que luego, no una, sino dos veces la justicia archivara el caso sin haber encontrado delito alguno.

Esa decadencia moral se hace más visible al momento de la renovación de liderazgos, ya no están Seregni, Vázquez ni Astori y se extrañan adversarios de ese calibre. El radicalismo se apodera de la coalición opositora con Fernando Pereira, Cosse, Carrera o Andrade

Por eso, la derrota electoral es circunstancial, se puede salir, las ideas pueden debatirse y confrontarse e incluso aggiornarse y cambiar el rumbo, pero lo que no tiene marcha atrás es la derrota moral.

El que no tiene la altura intelectual para reconocer el error, el que intenta justificar lo injustificable, el que procura tapar las mentira con más mentiras, el que cambia el debate de ideas por la agresión personal, ingresa en una decadencia moral y de allí nunca se sale. La sociedad lo percibe y lo sanciona, ese es un camino sin retorno.

Y hacia allí camina a pasos agigantados el Frente Amplio.

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