La hora de la verdad
Guzmán A. Ifrán
En el último mes y las sendas notas de OPINAR que precedieran a la presente, he procurado ir haciendo un análisis del devenir de la campaña conforme la misma se fue sucediendo. De modo que esta es la última en esa línea, en tanto y en cuanto el próximo domingo todo el análisis realizado, tanto propio como ajeno, será pasado por el descarnado tamiz de la realidad. Lógicamente, esta nota saldrá con los resultados a la vista, pero no serán materia de la misma por no ser un insumo a la fecha disponible para el autor. Es así como me apresto a sacar las últimas conclusiones respecto del desarrollo de la campaña que ya casi culmina. Y que no por atípicamente chata y mediocre -en términos generales- deja de ser un rico insumo para arribar a interesantes conclusiones que destacan por sobre su sinsabor general.
En primer lugar, hemos asistido a una campaña electoral prácticamente sin sobresaltos. Quizá lo único destacable en términos de su novedad haya sido la estrategia optada por el comando de campaña de Andrés Ojeda, sobre la que ya nos hemos referido en el pasado y retomaré algo más adelante en esta nota, al hacer un desagregado de las tres principales candidaturas en lo que a las preferencias del electorado refiere. Más allá de eso, ha sido una contienda pobre en contenido, sin ideas fuerza novedosas a las que se pueda asociar a los candidatos con excepción de Ojeda. De una extraña apatía por parte de la ciudadanía en general, en un período electoral que pareciera nunca haber terminado de desembarcar en la consideración de la atención ciudadana.
En lo que al Frente Amplio respecta, su candidato, Yamandú Orsi, hoy el que reúne mayor adhesión por parte de los uruguayos y las uruguayas, se ha mostrado ambiguo y poco seguro en todo el devenir electoral. ¿Significa eso que de ser electo será un Presidente que no dé con la talla? No lo sabemos. El manejo de la dinámica política y la calidad en la resolución de los temas de coyuntura que la agenda pública le presente al próximo Presidente, no necesariamente se encuentran determinados por su performance en la campaña electoral que allí lo posicionara. Pero en lo relativo a esto último en particular, sí somos contestes en que el desempeño de Orsi ha sido muy pobre. Se ha bajado de innumerables instancias de debate y exposición pública. No se ha embanderado con temas particulares que lo destaquen por sobre los demás candidatos. Ha quedado en falsa escuadra en numerosas ocasiones frente a periodistas y comunicadores, ante preguntas incluso de bajo voltaje y escasa complejidad. Eso por un lado. Sin embargo por el otro, cabe destacar que lo que nunca pareció menguar fue su conexión personal con el público, con el ciudadano de a pie, habiendo ratificado en estos meses su capacidad para ser percibido como un hombre confiable, sencillo y honesto. En cuanto a la fórmula frenteamplista, podemos decir que en ese plano tampoco hubo mayores sobresaltos. Es cierto que la participación de Carolina Cosse ha sido de muy bajo perfil, pero entiendo que esa ha sido también una decisión estratégica del comando de campaña frenteamplista. Y, a juzgar por el resultado de dicha decisión, entiendo que fue una correcta determinación. Un potencial flanco débil que a priori podría pensarse tendría el Frente Amplio, es la necesidad de centralidad que otrora demostrara la Ingeniera Cosse no solamente durante toda su gestión al frente de la intendencia capitalina, sino también durante toda la campaña interna. Que, sumado a su polémico accionar en momentos críticos de la vida nacional, como fuera aquella tristemente recordada escena impostando un llanto en plena crisis hídrica, hacían avizorar que la debilidad de la campaña frenteamplista sería por su lado. Pero no fue así. De perfil bajo y sin estridencias, la Ingeniera Cosse aportó mucho a la campaña de Orsi paradójicamente hablando poco, siendo sobria en su conducta y ubicándose en su rol. No ha de haberle resultado fácil, pero a las claras sobrepuso el interés general de su colectividad a la pulsión de protagonismo que la embargara desde que reviste en las primeras filas de actuación política.
El Frente Amplio en tanto partido político, por su parte, como siempre mucho hubo de sumarle al tándem que circunstancialmente lo representa en la fórmula presidencial. Vimos un partido activo en las redes sociales, capitalizando fuertemente su notable despliegue y organización territorial y, una vez más, invirtiendo cuantiosos recursos económicos en una campaña publicitaria institucional que sigue apostando al afianzamiento de la marca del lema, esa que por veces compensa toda carencia aparente de sus eventuales abanderados.
La campaña política del Frente Amplio, por su parte, fue tan superficial como efectiva. Superficial porque no generó olas ni buques insignia programáticos que despertaran una emocionalidad singular en sus adherentes de siempre y los circunstanciales. Pero efectiva porque, si en los vaticinios nos paramos, parecería estar cosechando en la previa varios puntos porcentuales más que en la campaña de 2019. Y eso es mucho. Concluyentemente, y en términos estrictamente de su eventual resultado, se puede afirmar entonces que la campaña frenteamplista ha sido harto exitosa.
En tiendas nacionalistas, por otra parte, esta campaña electoral nos presentó un candidato sólido, serio y sobrio, pero en demasía. Álvaro Delgado no terminó en ningún momento de conectar con su electorado. Cierto es que no generó polémicas, dudas sobre su capacidad como gobernante o incluso en lo referente a su honestidad personal. Pero tampoco generó emociones positivas que entusiasmaran y encendieran la emocionalidad popular. Y la gente elige con la emoción y luego justifica su voto con la razón, no al revés. En consecuencia la proyección de votos del Partido Nacional no ha parado de bajar en toda la campaña electoral. Igualmente, asentado en una gran base electoral blanca del interior del país, que pareciera ser impenetrable en el corto plazo, Delgado se sigue posicionando segundo según todos los sondeos. En lo que a la fórmula respecta, la gran apuesta que fuera Valeria Ripoll ciertamente dio pérdidas. Valorable es el hecho de haber apostado a algo distinto y disruptivo en ese sentido. Y es una realidad que la candidata a la vicepresidencia del Partido Nacional tuvo una actuación decorosa, pero al igual que el presidenciable, tampoco nunca terminó de conectar con las bases blancas. La campaña del Partido Nacional, por su parte, ha sido seria y consistente, mayormente basada en el concepto de reelección del gobierno que ya llega a su fin, pero en un paralelismo innegable con su principal abanderado, tampoco hizo vibrar a nadie.
Último pero no menos importante, el Partido Colorado. Del que ya hemos hablado vastamente en todas las ediciones de OPINAR desde que comenzó la carrera por la banda presidencial. Al respecto de nuestra performance, destacar particularmente el arrojo de un candidato nuevo que se animó a ser diferente y en cierta medida conectó con gran parte de un electorado que nos era esquivo. Y una campaña que tras el retorno de Bordaberry y un liberalismo conservador anti-batllista que sigue siendo un nicho interesante en lo electoral, se vio desdoblada en una candidatura oficial y legitimada en las urnas de las internas (la de Ojeda) y otra virtual (la de Bordaberry) que a las claras también hizo su aporte de forma seria y también con una interesante inversión económica. Asimismo, por primera vez en mucho tiempo tuvimos más de dos motores empujando en octubre, porque indudablemente los aportes de Robert Silva y su lista 600 así como de Gustavo Zubía y su 9007 serán también de gran valía para la barredora colorada que apuesta a colarse en el ballotage. No será algo fácil, y quizá faltó algo de tiempo así como de consistencia partidaria en lo institucional -para reforzar la pujanza de los sectores-, pero igualmente ansío fuertemente que así sea y las esperanzas están intactas. De un modo u otro la recuperación respecto de 2019 ya es un hecho, y vaya si será eso algo por sí valioso y reconfortante para quienes aún sentimos el latir batllista en lo más profundo de nuestra conciencia cívica y fibra espiritual. Así las cosas, veremos entonces que nos depara la hora de la verdad.