LA MURGA COMO OBJETO SEMIÓTICO
“Que el letrista no se olvide … de Marcelo y Carolina”
César García Acosta
Las murgas siempre fueron controversiales. Igual que hace 70 años, en 1952, la política era su epicentro, pero un Presidente no se autocensuraba de asistir a los tablados simplemente porque la parodia pudiera alcanzarlo, sino que lo hacía para recibir con el beneplácito indisimulado la crítica carnavalera. La diferencia con los carnavales actuales es que sus actores, los murguistas, se han transformado en voceros de campaña en espectáculos estructurados desde principio a fin, con un único `leimotiv´: la censura al Gobierno. Quizá por eso la realidad de los últimos días no encuentra en las murgas la diversidad de enfoques. Hoy su desafío es no autocensurarse y obviar la transgresión frenteamplista de la Intendenta Carolina Cosse, qien minimizando una donación indebida a un comité de base frentista, como si se tratara nada más que de un error, pone en jaque al sistema político. Esta vez esperamos que por dignidad ¡que el letriste no se olvide…!
Un estudio de grado de la licenciatura de Ciencias de la Comunicación en Mendoza, Argentina, sobre la “aproximación semi discursiva a la murga uruguaya y la palabra carnavalera”, de autoría de Pilar Puñeyrúa, fechado en 2002, da cuenta que la semiótica desde el punto de vista de la élite universitaria, “desde siempre ha analizado a la murga como productora de significados sociales”. Dice Wertsch, al explicar las intenciones de Bajtín y otros semióticos rusos, que `… se centraron en las formas en que el lenguaje y otros sistemas semióticos pueden usarse para producir significado, especialmente el significado mientras da forma a la acción humana.´ Esto implica observar a la murga como productora de significado, no como objeto artístico, estético o sociológico. Pero de ninguna manera consideramos que la murga no sea también un objeto estético, artístico y sociológico, y que para dar cuenta de algo así como su «totalidad», como fenómeno también, hacen falta dichos enfoques.”
“Asumir el punto de vista semiótico (como todo punto de vista teórico, en realidad) supone aceptar que va a estudiarse un objeto teórico, no el objeto real. Esto es, que intentaremos dar cuenta de tan sólo una parte de la murga como práctica social, y esa parte son sus aspectos discursivos. Pero no supone embanderarse en una postura que niegue la existencia de lo real empírico, sino optar por buscar ciertas explicaciones de ese real a partir de un objeto teórico, construido, descripto y analizado según un modelo también teórico”, expresa el estudio.
Con este preámbulo vemos claramente que la murga está más allá de nosotros mismos tan solo porque no es más que una foto de la realidad de un momento de nuestras vidas.
En un twetter el profesor Eduardo Irigoyen García relataba la siguiente anédcota: “Ya que se habla mucho de Carnaval y del contenido de las letras de las murgas, rescato esta maravilla escrita hace unos años por Atilio Perez da Cunha. “En el cincuenta y pico, estaba en un tablado de mi barrio y llegó un tipo de traje. ¿A quien se le podía ocurrir ir de traje a un tablado? Mi viejo, y mis tíos, solo usaban trajes en los casamientos y velorios. Era una prenda tan excepcionalmente usada que había una «puesta a punto» previa, cuando mi vieja lo colgaba el patio «para que tomara aire» o lo llevaban a lo Jacinto, el tintorero. Pero ahí estaba el tipo, de traje, parado escuchando a la murga que, por supuesto arremetía en un cuplé contra el presidente. Uno del fondo grito: «Corrase, don, que no deja ver». El tipo se corrió y todo el mundo se quedo de boca abierta. Era Luis Batlle Berres, el mismísimo presidente, al que todos, incluidos mis parientes que eran comunistas, llamaban » Luisito». Don Luis se disculpó, quedo como avergonzado de molestar la visión de los vecinos, y se hizo a un costado y se fue. A mí me dejo muy confundido, porque hasta entonces los presidentes eran para mí como la versión » laica» de las reyecías. Por eso, meses después acepte una escarapela de la 15 que me dio el Negro Porcella, a sabiendas que en mi casa éramos de otro palo muy distinto. Más allá de todo, para mí, Don Luis es un grande.”
Hoy los blancos parecen haber dejado de asistir al Teatro de Verano Los colorados hace bastante más tiempo que ya no van, y los cabildantes jamás lo hicieron.
Quizás estas ausencias son las que dejaron a ese escenario popular casi en exclusividad a una izquierda “caviar”, que lejos de estar consustanciada con las causas sociales, sólo se pliega al debate que le convenga para políticamente subsistir.
Si la murga es una digna representante del pueblo, seguramente levantarán el guante al desafío que les hace la realidad, y acepten su interpelación en algún cuplé donde sus letristas dediquen al affaire de Carolina Cosse y Marcelo Signorelli, con su mentado caso de la donación municipal al Frente Amplio, apenas una líneas de censura.
Si la sola “intención” de esta donación política al SI para derogar la LUC, no constituye delito, será un capítulo para analizar más adelante, pero lo que está meridianamente claro es que el letrista no debería desconsiderar este insumo conceptual de última hora, aunque su sola mención “haga temblar hasta las raíces de los árboles”.