La oportunidad de Montevideo,
la desaprensión de Cosse y la inacción colorada
César García Acosta
Los desaciertos del gobierno frenteamplista de Montevideo, su presión fiscal, la inexistente política de recolección residuos, el exceso de la gestión panfletaria, agravada ahora por las inundaciones provocadas por las lluvias, constituyen una oportunidad que los colorados deberían aprovechar para construir sus cuadros de dirigentes locales, muchos de los cuales están militando bajo el ala del «partido independiente» como formato para que blancos, colorados, cabildantes e independientes, puedan votar juntos. Es tiempo de construir un esquema de cohabitación razonable, y a eso solo se llegará con la suma de las ideas programáticas necesarias, que no sean sólo votar juntos para condicionar al Frente Amplio. O nos ponemos de acuerdo en la estrategia, o -la rambla en ruinas- de la Intendente Carolina Cosse, llegará a otros lugares de nuestras vidas. En las redes, imágenes como la de la portada de Opinar, son la evidencia más clara del sentimiento de la gente. No estamos ante la hora de la imrpovisación, sino de la hora de la verdad y del más apto. En Montevideo sólo el sentimiento batllista podría ser la alternativa para un cambio.
Siempre la capital de un país, y en particular su principal metrópolis, debería constituirse en el mejor escenario para que un partido político en base a la defensa de sus valores e ideas originarias, pudiera reconquistar a su electorado originario.
Si bien es cierto que la definición de “derechas” e “izquierdas” varía según la región del mundo que se tome como referencia, los colorados se caracterizaron por representar a la clase media trabajadora del país.
Sin embargo, en este rincón del sur de américa latina, su representación superó el 50% del electorado solo dos veces en la historia: en 1938 cuando alcanzó el 61,40% de los votantes, y en 1950 cuando obtuvo la preferencia del 52,41% de los electores. En votos en 1938 tuvo 219.311 sufragios contra los 300.177 obtenidos en los últimos comicios de 2019.
En 1971 con el nacimiento del Frente Amplio la bicefalía política del país empezó a conjugarse en una suerte de tercios que en el siglo XXI lo relegó al tercero partido en cantidad de votantes, aunque con un decisivo 12,34% que fue el que ubicó a la coalición a la que pertenece en el Gobierno.
Después de 17 elecciones desde 1938, el partido de don Pepe Batlle (José Batlle y Ordóñez), el mismo que recreó el “pequeño país modelo”, quien tuvo la osadía de editar un diario popular “a vintén”, publicando una agenda de trabajo como gran innovación, en Montevideo, su ciudad capital donde reside el 50% de la población del país, sus preferencias apenas supera el 10% del electorado.
Esta situación modificó de manera sustancial la ubicación del partido no sólo en las preferencias, sino en el perfil de la representación en sí misma. La base barrial conformado por dirigentes de peso insertadas en las viejas listas 15 o 123, y más acá en el tiempo en la 2000 del Foro Batllista, dejaron atrás a un núcleo duro de dirigentes que pasaron –al perderse el gobierno y con el ello el poder político- a mirar al país desde una perspectiva distante y cansina.
El sistema de balotage que fue el primero en -desmitificar que el votante de un partido pudiese votar a otro en una segunda vuelta- o votar en un Municipio a un candidato de otro partido resolviendo la contienda anticipadamente, generó una libertad poco frecuente que fue cambiando la cultura de la política y con ello la fidelidad partidaria, hasta recaer en la actualidad, donde en tiempos de “coalición” se promueve casi con desenfado la conquista del electorado por quien tiene una mayor ascendencia electoral. La histórica visión bipartidista se renueva y aunque sobre bases diferentes, pone en las coaliciones la resolución ahora entre dos bloques.
En Montevideo la dirigencia colorado si no se la promueve sobre una inspiración diferente, por ejemplo a base de ideas, propuestas y formación de sus cuadros técnicos difícilmente se rompa la hegemonía de los blancos que nos obliga, para existir, quedar a expensas de la pérdidas de la dirigencia barrial fundamentalmente por el desamparo de quienes han gobernado el partido.
Municipalizar al Partido Colorado puede resultar la clave para la recomposición política del coloradismo, y en particular, del batllismo en la matriz política de la ciudad capital.
El desacierto y la radicalización de la Intendente Carolina Cosse, es un desafío constante que requiere de estrategias electorales pero mucho más de un plan político de base. No será con candidatos a diputados, al senado o a la presidencia que se logrará impregnar de batllismo a la coalición republicana. Solo una estrategia que nos garantice la existencia como colorados es la que nos permitirá crecer.