LA RAICES DEL GOLPE MILITAR
Bautismo revolucionario al fin
Jorge Leiranes
El jueves 1º de agosto 1963, se celebraba el 672 aniversario de la Fundación de la Confederación Helvética y los suizos residentes en el Uruguay festejaban el Día Nacional Suizo, por tal razón los encargados de la Sociedad de Tiro Suizo, de Nueva Helvecia, libraban ese día. Además, como las prácticas de tiro sólo se hacían los domingos, desde la tardecita de miércoles, y por tres días, el Club iba a permanecer cerrado y deshabitado, dando tiempo suficiente a los asaltantes para el traslado y escondite de las armas.
Poco antes de la medianoche del 31 de julio, un comando extremista invadía el local. Los atracadores llevaban un dato muy preciso: la puerta de un costado no tenía llave y con un pequeño empujón alcanzaría para poderla abrir. La narración cronológica del caso, no se puede acreditar por completo -aún hoy sesenta años después- de tantas que han sido las versiones tejidas en torno al hecho. Sin embargo, todos los relatos concuerdan en lo fundamental para comprender lo sucedido esa noche.
Los asaltantes se alzaron con un botín de treinta fusiles Mauser y uno Martini-Henry, dos carabinas de precisión y cuatro mil proyectiles 7 mm, que ligeramente cargaron en un Renault. Durante el acarreo José Luis Joe Baxter -un porteño de tendencia pro nazi, antisemita [fundador del grupo argentino Tacuara] fugazmente guarecido en Montevideo, de reciente incorporación al comando uruguayo, se perdió en la oscuridad de la noche con uno de los paquetes. De acuerdo al relato, Eduardo Pinela salió tras él hasta encontrarlo -y lo último que se cuenta- que lo terminó hallando exhausto sobre un terraplén.
Al retirarse lo hicieron en tres vehículos, el Fusca del traumatólogo Mario Navillat Odriozola [acreditado profesional médico, además de teórico marxista; encargado de proporcionar vasta información para la elaboración del plan, puesto que su padre era, en ese tiempo, el presidente del Tiro Suizo] la camioneta Ford F-100 con Jorge Abella Granzha, Leonel Vidal y Raúl Sendic, los que llevarían las armas hacia el norte y el Renault que conducía el porteño Baxter, con el empleado bancario Eleuterio Fernández Huidobro, el peluquero Rivera Yic y Eduardo Pinela de retorno para Montevvideo.
A sólo cinco días del décimo aniversario del asalto al cuartel Moncada, en Cuba, se había celebrado el bautismo de fuego -no puede decirse que fue bajo el fuego de batalla, pues, no se disparó un solo tiro- pero bautismo revolucionario al fin, del primer comando tupamaro, que había salido airoso del asalto a la Sociedad del Tiro Suizo.
Semanas después de sustanciado el procedimiento de la policía, casi no quedaban detalles por dilucidar. Todos los integrantes de la banda extremista habían sido ya procesados, menos el cabecilla Raúl Sendic, que no aparecía por ningún lado y que por siete años habría de permanecer prófugo de la Justicia. Detenido el bancario Eleuterio Fernández Huidobro, por efectivos del Departamento de Inteligencia y Enlace, de Investigaciones, se pudo saber en seguida, parte considerable de la estrategia del grupo insurgente.
Una turbulenta relación
A partir de ese día, él Bebe y el Ñato, como se los conocía a Sendic y Fernández Huidobro, sellaron una relación turbulenta. Prácticamente no se conocían, sólo habían hecho un viaje exploratorio juntos a las inmediaciones del Club de Tiro, unos días antes, en la moto Harley Davidson de Sendic, a la que llamaron Poderos III, en alusión a la Poderosa II con la que el Che Guevara había recorrido el continente.
Sendic había averiguado con Eduardo Pinela [su mejor amigo] sobre la índole política de Fernández Huidobro y éste le contó que el jovencísimo militante de 21 años recién cumplidos, era hijo de emigrantes españoles -que había cursado primaria y secundaria en el Colegio y Liceo Santa María, de los Hermanos Maristas, de la calle 8 de Octubre- qué tras una ardorosa primera incursión en el herrerismo, recaló en el MRO y luego en el grupo de La Teja.
Era la amistad de ambos, tan versátil, como necesaria y contingente, signada siempre por controversias continuas y de todo tipo. Las más de las veces, después de la borrasca, parecía llegar la calma fundada en la solidez de un buen entendimiento, pero a poco de andar, iba quedando al desnudo la fragilidad de lo acordado. No obstante, por casi una década, de relación en disputa, el instinto revolucionario que movía a los dos, fue la palanca principal del movimiento, hasta que las sospechas e intrigas, dieron paso a las certezas.
Años después -cuando la debacle- en 1972, se llegó al límite de fingir una masacre en salas de tortura -de común acuerdo con militares dentro del Cuartel Florida- para disuadir al jefe Tupamaro, y hacerlo retroceder de su parecer, para que aceptara una “rendición honrosa” ante las fuerzas militares; y luego tras su invariable negativa, no se titubeó en entregarlo a la Armada. “Una vileza impulsada por el terror”, según las palabras de Ricardo Perdomo Perdomo, ex integrante del MLN en su libro, Yo soy Rufo y no me entrego.
Con el devenir del tiempo, vuelto el país a la normalidad democrática, reunido el comité ejecutivo del MLN, Sendic -como si lanzara una bomba de racimo sobre la mesa- preguntó, -“¿Ahora quiero saber quién fue el que me entregó…?” Según testigos, “el Ñato tomó la palabra y sin dar respuesta, desarrollo una larga disquisición en procura de apaciguar al Bebe”. Al término de la reunión uno de los asistentes comento, “pensé que ahí nomás lo mataba…”.
Con el asalto al Club de Tiro Suizo, se había encendido la primera alarma. Buenas razones había para pensar, que sólo era el primer paso en la aplicación del foquismo, que alecciona, “Muerde y huye, espera, acecha, vuelve a morder y a huir y así sucesivamente, sin dar descanso al enemigo”.
Para un país demasiado confiado en la solidez de sus instituciones podía ser una deriva muy arriesgada. En su edición del 8 de setiembre de 1963, EL DÍA, luego de informar con notable precisión los detalles de la acción subversiva, comenzaba a emitir opinión sobre lo sucedido y a señalar “sobre el riesgo que implicaba, mirar para otro lado, subestimando los efectos de lo que estaba empezando a ocurrir en el país. La incredulidad, la subestimación del peligro a que nos vemos expuestos, al pretender restarle importancia e ignorar estos brotes de violencia, pueden llevarnos a casos mucho más graves y de características dramáticas cuando no trágicas. …no es la idea caprichosa de un grupo de inadaptados. Es algo mucho más serio y terriblemente peligroso. Y el peligro hay que conjurarlo antes que tener que lamentarlo cuando ya sea demasiado tarde”
Por el contrario EL SOL, [órgano oficial del Partido Socialista] admitía el patrocinio del comando Tupamaro, emitiendo una declaración pública el jueves 12 de setiembre.
“Con referencia al suceso notorio de la detención de varios afiliados socialistas de Paysandú, [el Partido Socialista] se dirige a la opinión pública y muy especialmente a la clase trabajadora. (…) Los compañeros detenidos, así como el compañero RAUL SENDIC, sobre el que también se lanzan acusaciones, son personas cuya conducta pública y privada ha sido siempre movida por elevados y generosos propósitos. La opinión pública sana debe recordar que tanto RAÚL SENDIC asesor y organizador de los sindicatos rurales como otros auténticos luchadores del campo, han tenido que actuar en un medio, en el que por diversas circunstancias (…) los ha llevado a una lucha desigual, dura y sacrificada, y en ella han actuado siempre con dignidad y honradez socialistas. (…) es en función de estos elementos, que se debe enjuiciar la actitud del compañero RAÚL SENDIC y demás luchadores rurales, rechazando la agraviante calificación de meros delincuentes o aventureros hecha por los enemigos de la clase trabajadora y el pueblo”.
Al mejor estilo Robín Hood en Navidad
Seguramente inspirados en la inmemorial leyenda robinhoodiana, del bandido, con fama de héroe y forajido -que moraba en los bosques de Sherwood, adiestrado en robar a los ricos para dar a los pobres- los integrantes del Coordinador de La Teja, días previos a la navidad de 1963, realizaron varias acciones semejantes.
Atracaron varios camiones cargados, básicamente de comestibles, y distribuyeron sus contenidos en las barriadas pobres de Montevideo. Según los diarios de la época, fueron algunos camiones de Conaprole y de grandes almacenes, entre ellos, tres de la tradicional cadena Manzanares. Así mismo -recuerdan vecinos de las cercanías del Camino de las Tropas- la distribución de decenas de trajecitos, camisas y corbatas para niños, de la clásica sastrería montevideana El Mago.
Desde 1370, mucha agua había corrido bajo los puentes. Las aventuras del facineroso inglés, encarnado ahora en los llamados Tupamaros [Tabaré Rivero había tenido la ocurrencia de apodarlos así, aunque ese día se hicieron llamar Comandos del Hambre] aún ejercía una gran fascinación, y no sólo entre los más indigentes, la población comenzaba a mirar con simpatía estas acciones, sin estimar el potencial riesgo de estas violentas acciones.
Fragmentos de La Conjura de Cándido y Tartufo [Edición en desarrollo].