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Por qué marché el #8M

Fátima Barrutta

Como viene pasando desde hace años, las redes sociales se convierten en un campo de batalla entre promotores y detractores de la marcha del 8 de marzo, en conmemoración del Día Internacional de la Mujer.

Integro con orgullo la Coalición Republicana y reivindico la importancia de que las mujeres que formamos parte de ella, también hayamos salido a la calle a expresar nuestra rebeldía y nuestra propuesta de cambios, en un tema que es totalmente ajeno a la discusión partidaria, por más que interesados de uno y otro signo deseen llevarlo a ese terreno.

Soy feminista por convicción. Porque entiendo las desigualdades de género del mundo que me rodea. Porque soy sensible a ellas. Porque tengo un hijo varón a quien educo en los valores del respeto y la equidad.

En todos los partidos hay mujeres que comparten estas ideas, y pretender que la igualdad de género solo puede defenderla alguien que vota al Frente Amplio -como dijo una diputada de esa colectividad- es reveladora de su propia ignorancia.

Las sociedades colectivistas que ellos defienden han sido y son desde siempre profundamente sexistas.

También callan cuando en teocracias como Irán y Afganistán se avasallan derechos de las mujeres impunemente desde el poder, llegándose a saber en estos días que en Irán se practicó envenenamiento sistemático de muchachas que pretendían asistir a centros educativos.

Las democracias occidentales son las que más derechos nos han reconocido y a ellas debemos nuestro apoyo y constante trabajo para consolidarlos y ampliarlos.

Este 8 de marzo, marché para empoderar e inspirar a otras mujeres, y también a los varones, para un cambio cultural que nos iguale en derechos no solo en la ley, sino también en la praxis social cotidiana.

Marché para protestar contra la violencia machista que abusa y mata a mujeres y niños.

Marché para que nosotras mismas dejemos de replicar prácticas micromachistas, que asumen inconscientemente una supuesta superioridad y autoridad del hombre, o justifican diferencias salariales o de acceso a cargos.

Marché para honrar a las mujeres que hicieron historia antes que nosotras.

Marché también en defensa de aquellas mujeres que no piensan como yo, porque esta lucha es de y para todas.

Marché por paridad.

Paridad en las oportunidades profesionales y empresariales.

Paridad en la consideración pública.

Paridad en los cargos y listas electivas de los partidos políticos.

Y veamos ahora qué objetivos no acompañé en esta marcha, y estoy segura de que un gran porcentaje de las mujeres que llenamos la avenida 18 de Julio, comparten mi discrepancia.

No acompañé gran parte de esa proclama tendenciosa, donde se critica dos reformas imprescindibles que está emprendiendo el país, la educativa y la de seguridad social, reformas que claramente redundarán en beneficio de las mujeres, porque implican empoderamiento y mejor cobertura educativa, así como también la sustentabilidad de un sistema previsional que los gobiernos anteriores habían dejado explícitamente a la deriva.

No acompañé las falaces acusaciones al Mides, del que se dice que abandona el apoyo nutricional a los más vulnerables.

Es exactamente al revés: el Mides ha potenciado rotundamente su asistencia alimentaria, desarticulando organizaciones mafiosas que utilizaban alimentos aportados por el Estado, para fines ajenos a su cometido solidario. 

No acompañé la insólita apelación a un feminismo “anticapitalista”, que algunas organizaciones lanzaron con la penosa intención de hegemonizar un movimiento plural.

Desde la caída del muro de Berlín, hablar de anticapitalismo es tan perimido y obsoleto, que podría dar lugar a risa si no fuera tan lamentable.

Si el anticapitalismo fuera una opción, ¿por qué no la implementaron los quince años que fueron gobierno? Tal vez porque una estatización de la economía hubiera provocado el colapso que ya hemos visto en la ex Unión Soviética, en Cuba, Corea del Norte, Venezuela y tantos países que se convirtieron en dictaduras autócratas, destructoras de los derechos humanos y hambreadoras de sus pueblos.

Marché por las mujeres. No por aquellos que utilizan nuestra causa para contrabandear ideologías trasnochadas que ya fueron desmentidas por la historia.

Marché con Margarita, Mariella, Sarah, Eda, Zaida, Ileana, Ana, Patricio y miles de mujeres, que estamos construyendo juntas una nueva realidad para las generaciones que vienen.

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