La República Batllista y el Liberalismo Conservador
Tabaré Viera
En estos días el politólogo e historiador Gerardo Caetano ha presentado su libro “El Liberalismo Conservador”, como continuidad de un anunciado trabajo de tres tomos, denominado “Ciudadanía, republicanismo y liberalismo en Uruguay”; lo hace luego de haber publicado el primero en 2011, “La República Batllista”.
A modo de presentación de su trabajo la revista Busqueda le realiza un reportaje en el que llama la atención la subjetividad de afirmaciones que van más allá de un trabajo de investigación y de análisis histórico. Las mismas son propias de un actor político mas que de un objetivo historiador.
Refiriéndose al gobierno actual y su ”liberalismo conservador”, dice que “le sorprende Lacalle Pou: gobierna en soledad y con una impronta refundacional”. También advierte sobre “la conducta suicida de los colorados de no desmarcarse ni un poco del gobierno” entiende que en todo caso “quien modera la agenda del oficialismo es Cabildo abierto”
El análisis histórico del proceso de concreción y maduración de nuestra república democrática y la construcción de ciudadanía, planteada por el escritor es muy interesante, pero existe una contradicción flagrante, Caetano afirma que “las tensiones entre las dos corrientes ideológicas del siglo XX, “republicanismo solidarista” representado esencialmente por el Batllismo y el “liberalismo conservador”personificado en sectores nacionalistas, se resolvieron sin “hegemonía de una de las dos “familias”, sino por “pacto”; se contrapone así con la crítica que realiza al gran pacto que representa la Coalición Republicana Multicolor, traicionando incluso su reiterada afirmación que “hay que evitar el trasladar realidades de contextos históricos tan disímiles”.
Es verdad que hubo en el pasado y hay en nuestro país grandes corrientes ideológicas que con diferentes ópticas se han enfrentado planteando disímiles modelos de sociedad.
Pero no es menos verdad que el Batllismo a partir de su fundador Don José Batlle y Ordóñez imprimió, con sus gobiernos verdaderamente progresistas y profundamente humanistas, a través de leyes muy vanguardistas para la época y de la institucionalidad creada, una impronta cultural republicana, social, al punto que hoy muchos reconocen un “Uruguay batllista” y a Don Pepe y sus ideas lo quieren representar movimientos de casi todos los partidos.
Sumado a los triunfos del Partido Colorado durante más de cien años, podría afirmarse que hubo sí, hegemonía de una de las familias ideológicas.
Pero la obra batllista del siglo XX, más allá de Don Pepe, fue tan importante en materia de construcción de republicanismo y ciudadanía y de este Uruguay democrático y participativo, a través de su prédica liberal, de la educación pública y de su modelo, al decir del propio Caetano, “de libertad positiva”. De una libertad concebida para participar, al punto de plantear en su momento gobiernos colegiados, desprovistos de personalismos y con el voto y participación constante de la soberanía en contraposición con la visión liberal conservadora, que de allí se nutrió la “vocación negociadora, de acuerdos y sin pretensión de hegemonismos”. No ha sido del fracaso del modelo batllista por el que se solucionaron las tensiones ideológicas de manera dialogada y acuerdos mediante, sino precisamente por su fortaleza ya que la vocación negociadora es el centro mismo de la concepción batllista.
Por ello los batllistas participamos ahora de un gobierno de coalición, en un acuerdo programático junto a nuevos partidos y adversarios de ayer; acercados por lo que no une que es una visión coincidente de los valores fundamentales como la libertad, la democracia, la educación, los derechos y obligaciones ciudadanas, la justicia social y la necesidad de políticas de desarrollo social y mejor educación, el derecho a vivir en paz y con seguridad púbica tutelada por el estado. Todo ello desarrollado en un texto programático que es nuestro compromiso escrito con la ciudadanía. Un acuerdo que mira al futuro y supera las diferencias históricas y los matices ideológicos que siguen existiendo y que honra además esa vocación negociadora, participativa y profundamente republicana que está en el ADN de los uruguayos como legado de aquel primer batllismo.
Los opositores al gobierno de coalición, los que no están solamente en el Parlamento o en puestos de gobierno, algunos desde filas intelectuales, por ejemplo, se asombran porque hay proyectos que llegan desde el Poder Ejecutivo sin acuerdo previo dentro de la misma Coalición. Es que no comprenden el verdadero funcionamiento de una república democrática, el funcionamiento de gobierno respetuoso de la separación de poderes. Se acostumbraron a quince años de mandato imperativo en los gobiernos del FA, a las manos enyesadas en el Parlamento por disciplina partidaria.
En este período de gobierno hemos trabajado y votado proyectos de leyes importantes como herramientas para los cambios prometidos en campaña electoral como la LUC y el presupuesto quinquenal; lo hicimos con la libertad de aportar, cambiar y hasta de no votar de acuerdo a nuestro leal saber y entender. Con razones, con la mejor voluntad, pero sin ninguna presión desde el Poder Ejecutivo, por lo que de ninguna manera aceptamos que el Partido Colorado esté en una actitud pasiva y poco demandante para con los socios de la Coalición. Acorde a nuestra historia estamos en actitud constructiva, formando parte de un gobierno que ha encontrado un país muy comprometido económica y financieramente, con una inmensa brecha social y que a trece días de asumir hemos tenido que enfrentar una crisis sanitaria y sus consecuencias. Cualquier otra actitud de nuestra parte, a un año y medio de gobierno, sería no suicida, sería traición a nuestra historia, a nuestra responsabilidad para con la ciudadanía, a las República.