Laboratorio argentina
Ricardo Lombardo
Es muy interesante el proceso político que se ha desencadenado en la Argentina con vistas a las elecciones que se desarrollarán este año. Digno de ser seguido con mucha atención.
Por un lado, rompe los ojos el estrepitoso fracaso del socialismo kirchnerista, que con el relato de proteger a los pobres, ha construido un Estado desproporcionado, con una corrupción galopante, y con un entretejido de intereses que protege a empresarios amigos, financia a los piqueteros y las organizaciones sociales afines que terminan creando una red clientelística de asistencialismo, que desalienta el trabajo y favorece un nuevo estilo de vida: vivir de la militancia.
Con 42 tipos de cambio diferentes y una moneda que se desvaloriza minuto a minuto, el gobierno ejerce un dirigismo patológico que se convierte en amiguismo, en relaciones prebendarias y en una profunda distorsión de las variables fundamentales de la economía.
El resultado es una debacle, con una inflación de tres dígitos, 42% de pobreza, un default permanente y una acuciante e interminable necesidad de financiamiento.
Bien parece que el modelo kirchnerista se derrumba, por más que algunos líderes carismáticos como Cristina K, todavía cuenten con el favor de ciertos sectores de la población que han quedado enredados en ese espejismo de protección social que aseguran han construido.
La mayor parte de la gente piensa que ha llegado el momento de cambios profundos, introduciendo una buena dosis de liberalismo para desarticular esa estructura estatal llena de corrupción e intereses creados de un sistema político que parece anestesiado por sus privilegios y lejanía con la gente.
Por eso los observadores debemos poner el ojo en la oposición que podría tomar el poder si las cosas siguen en el actual derrotero.
Y ahí surge la figura de Javier Milei. Un economista radical, libertario en extremo, cuyas propuestas llevan a la antítesis del actual sistema tan desgastado y fracasado.
Su discurso es sumamente original y rupturista. A tal punto que ha captado el imaginario colectivo de los jóvenes argentinos hastiados de lo que Milei llama “casta” política, y a la que califica sin ningún tipo de tapujo de “ladrones”.
Pero Milei es un fundamentalista que no admite otra verdad que la suya, que descalifica a los que opinan diferente y que asegura que su inspiración máxima es Moisés, el personaje bíblico.
Milei pone énfasis en hablar de los valores, que parecen tan perdidos en los últimos gobiernos del vecino país.
Pero lo hace de manera tan autoritaria, tan radical, que termina asustando. Porque esto es política y la política se hace negociando . En una democracia, se debe reconocer que los adversarios pueden tener algo de razón y de lo que se trata es de articular las diferentes opiniones.
Uno no puede evitar rememorar lo que ocurrió en Alemania casi 100 años atrás, cuando una sociedad profundamente decepcionada por la hiperinflación y el deterioro social, terminó apoyándose en un mesiánico como Adolfo Hitler y su partido Nazi.
Parece ilustrativo recordar aquella metáfora de la Odisea, cuando al cruzar el estrecho de Mesina los marinos debían estar muy atentos para evitar pasar cerca de Escila y Caribdis, dos monstruos a ambos lados del estrecho que los podían hacer naufragar. Su significado es aplicable a la Argentina de hoy.
En el medio aparece Juntos Por el Cambio, una organización donde conviven sectores liberales de derecha como el Pro, y la Unión Cívica Radical de centro izquierda que está afiliada a la Internacional Socialista.
Esa alianza llevó a Mauricio Macri a la presidencia en el anterior período, pero al anunciar este que no se postulará en las próximas elecciones, ha abierto una disputa interna que debe atenderse con detenimiento pues de allí puede surgir el nuevo gobierno.
Es un sector decididamente republicano, que es lo que necesita la Argentina de hoy para salir del marasmo del kirchnerismo y no caer en la aventura del fundamentalismo casi religioso de Milei.
Es cierto que Macri y Patricia Bullrich buscan involucrar a Milei en un esquema liberal de derecha que junte votos contra el actual oficialismo. Pero su aliado, el radicalismo, el viejo partido de Balbín y Alfonsín, rechaza firmemente esa posibilidad, lo cual parece una rajadura ideológica que ojalá no se convierta en grieta.
De cómo se acomoden esas fichas en los próximos meses, seguramente se estará definiendo el destino de nuestros vecinos para los próximos años.
Ojalá los timoneles logren evitar los monstruos marinos que los llevarían a abismos a ambos lados del estrecho por el que deberán transitar. Uno espera que encuentren un camino democrático y republicano que permita desencadenar las extraordinarias potencialidades económicas que tienen los argentinos y logren, por fin, la convivencia en paz de una sociedad que parece tan irritada por odios y rencores..