Las obras de arte de la discordia
Fátima Barrutta
«Cuando escucho la palabra cultura, echo mano a mi revólver». Algunos atribuyen esta repugnante frase al militar franquista José Millán-Astray; otros al no menos siniestro ministro de propaganda nazi, Josef Goebbels.
La verdad es que fue escrita en forma sarcástica por un autor alemán, Hans Johst, también nacionalsocialista, pero quedó matrizada en el habla popular como una muestra del desprecio de los intolerantes al arte, la ciencia y la cultura en general, disciplinas humanas que ennoblecen nuestras vidas.
La cita me volvió a la mente a raíz de un desafortunado tuit del diputado comunista Gerardo Núñez, en que se queja de que la vicepresidente Beatriz Argimón haya ordenado la compra de dos obras de arte por un valor total de 18.000 dólares.
En una de esas típicas falacias de falsa oposición que con tanta puntería denunciaba Vaz Ferreira, el legislador, consecuente defensor de todas las dictaduras que aún sobreviven en América Latina, se queja de supuestas carencias en la alimentación escolar, mientras se «gasta» ese dinero en dos cuadros.
Lo primero que habría que explicarle es que esos 18.000 dólares forman parte del presupuesto que tiene asignado el Poder Legislativo, que nada tiene que ver con el de ANEP o cualquier otro organismo del Estado.
Lo segundo es que no es dinero gastado, es invertido en dos obras que integran desde ahora el rico acervo del Palacio Legislativo, que está a disposición de toda la ciudadanía para su visita y disfrute.
Lo tercero, que esta adquisición no se realiza a un oscuro mercader oportunista, como más de uno de los que se enriquecieron con recursos públicos, durante administraciones pasadas. Es un encargo realizado al prestigiosísimo retratista uruguayo Osvaldo Leite, un artista que enorgullece al país con su magistral técnica pictórica y exquisita sensibilidad.
Por si el diputado Núñez no lo sabe, Leite dedicó un año entero a realizar cada uno de estos retratos (de Adela Reta y de Juana de Ibarbourou) y tiene el mérito de ser el único pintor sudamericano que ha sido elegido por monarcas europeos para ese mismo fin: pintó a la pareja real de Bélgica en 2018. Ha sido convocado para cumplir esta misión artística en Italia, Francia, Suiza, Escocia, Inglaterra, Holanda y Alemania. En Francia fue condecorado como Caballero de la Orden Nacional del Mérito.
Tenemos la suerte de que se encuentre en Uruguay y de que aporte su insuperable talento en el retrato de las primeras dos mujeres uruguayas que integran el acervo pictórico nacional.
Sí: aunque parezca increíble, Juana y Adela son las primeras mujeres homenajeadas de esta hermosa manera en nuestro palacio de las leyes.
Quien aplaudió a un diputado de triste memoria, cuando renunciaba a su banca por haber votado leyes para su propio beneficio; quien levantó la mano en respaldo de despilfarros monumentales como los del Antel Arena, Fondes, Ancap, Pluna, regasificadora y tantos otros, ¿justamente él viene a decir ahora que adquirir dos obras de arte que homenajean a dos grandes mujeres uruguayas, es malgastar dinero?
Lo más triste es que del otro extremo del arco ideológico, la escritora Mercedes Vigil también se quejó de una supuesta «flojera» en el manejo de los recursos públicos, por esta adquisición.
Así operan ambos impulsores de la grieta: cualquier excusa es buena para ellos, si se trata de pegarle al gobierno de coalición y llevar agua a sus molinos extremistas.
Es muy triste que la inversión en cultura se confunda con malgasto. Bien lo explica nuestro correligionario, el diputado Ope Pasquet, en defensa de la compra de ambas obras: «no creo que por las dificultades del momento deba cesar toda la actividad cultural del Estado. ¿Qué habría que hacer, según los críticos? ¿Cerrar los museos y el Sodre, dejar de celebrar el Día del Patrimonio?»
Nos preocupa mucho la tremenda desvalorización de la cultura que hay en algunas mentes compatriotas. 18.000 dólares es un monto irrelevante en comparación con las decenas de millones que en este país destinamos a la primera infancia, a la salud, la educación, la seguridad.
Es vulgar y demagógico suponer que redirigir esa pequeña inversión mejoraría en algo las políticas sociales que el gobierno está implementando en defensa de los más desvalidos.
Y guste o no, la cultura también existe.
Guste o no, Adela Reta y Juana de Ibarbourou merecen el tributo que el Poder Legislativo les brinda.
Y el público uruguayo, de todas las edades y niveles socioeconómicos, también merece el goce estético de apreciar estas obras del gran Osvaldo Leite.
Aunque haya gente que, cuando escucha la palabra cultura, opte por echar mano a su revólver.