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Las Religiones en Uruguay

Nicolás Martínez

Hablar de religiones en nuestro país no es una tarea sencilla. Tal como se había señalado en la anterior columna “Laicidad a la Uruguaya”, el proceso de secularización en nuestra sociedad ha impregnado un sentir particular que muchas veces tiende a ser excluyente de lo religioso. Una infinidad de debates acerca de la laicidad, han puesto sobre la mesa diversos argumentos de un lado y del otro: quienes defienden la libertad y la diversidad de lo religioso, y quienes lo perciben como algo negativo para la sociedad, como una suerte de cultura residual de una época de mentalidad fantasiosa. Pero más allá de las interpretaciones, negar la influencia, relevancia e importancia en los cimientos de nuestra civilización es ingenuo o poco serio desde lo estrictamente intelectual.

Desde los anales de la humanidad, muchos han querido definir lo que es religión y lo que abarca este concepto. Entre ellos el sociólogo Émile Durkheim sostiene que: «La religión como hecho social es, en primer lugar, algo que está ahí, tal como está también el Estado, las instituciones económicas, etc. La religión es una institución social que está ahí. Y, como institución, es un sistema de creencias, un sistema de prácticas, un sistema de obligaciones, etc. con que el hombre se encuentra cuando nace, exactamente igual que como se encuentra con una organización política o con organizaciones sociales de otro orden. En segundo lugar, la religión no solamente es una institución, sino que esa institución se impone como toda institución social, precisamente por el carácter específico con que todo hecho real y radicalmente social se impone a cada uno de los individuos: por imposición.»  Desde la fenomenología de la religión, Mircea Eliade sostiene que al referirnos a lo religioso o a religión «no implica necesariamente la creencia en Dios, en los dioses o en los espíritus, sino que tiene como objeto la experiencia de lo sagrado».

En la filosofía en cambio, ha trascendido la concepción de Marco Tulio Cicerón que dice lo siguiente: “Los que retomaban cuidadosamente y de algún modo ‘reunían escrupulosamente (relegerent)’ todas las cosas que se refieren al culto de los dioses, estas personas han sido llamadas ‘religiosas’ de relegendo, como elegantes de eligendo, diligentes de diligendo e intellegentes de intellegendo. En todos estos términos subyace el mismo sentido de legere que en religioso”. Por otra parte, José Ortega y Gasset, afirma que: “Cuando el hombre cree en algo, cuando algo le es incuestionable realidad, se hace religioso de ello. Religio no viene, como suele decirse, de religare, de estar atado el hombre a Dios. Como tantas veces, es el adjetivo quien nos conserva la significación original del sustantivo, y religiosus quería decir ‘escrupuloso’; por tanto, el que no se comporta a la ligera, sino cuidadosamente. Lo contrario de religión es negligencia, descuido, desentenderse, abandonarse. Frente a relego está nec-lego; religente (religiosus) se opone a negligente”.

Las anteriores, eran algunas de las diversas definiciones existentes en torno al concepto de religión, a modo de que el lector, pueda comprender la complejidad al referirnos al tema y una invitación a su vez, a seguir investigando. Según un estudio del Pew Research Center, se estima la existencia de aproximadamente 4200 religiones en el mundo, siendo el cristianismo, el islam, hinduismo y budismo las principales. A esta altura, una pregunta válida sería si existe algo en común en todas ellas, es decir ¿existe una esencia común a todas las religiones? Si bien, esto ha sido muy discutido, podríamos afirmar pensando en alto, que hay un sentido místico o una búsqueda hacia lo sagrado en cada una de ellas, es decir, un vínculo místico hacia lo divino. Podríamos decir también, que hay una clara diferenciación entre la forma y la esencia, es decir, entender cada una de las diversas religiones como una cara, como una forma más de una misma esencia. En este sentido, cada forma sería una adaptación en el tiempo y el espacio circunscrita al momento que le tocó vivir, con sus propios rituales, sus textos sagrados, sus divinidades, etc.

Otra de las características que podríamos advertir, es la de lo simbólico, porque a nadie escapa la expresión simbólica de las religiones ¿Que quiero decir con esto? Que es evidente que quien lee un texto religioso, sabrá que no se trata de una interpretación literal de la realidad, sino que por el contrario, se tratan de textos repletos de parábolas, metáforas y símbolos que encierran un saber, que contienen una enseñanza. Uno de los grandes problemas que ha enfrentado la humanidad, ha sido el de literalizar los textos religiosos, de entenderlos como hechos materiales, lo que ha llevado a más de una vez, a la mala interpretación y al surgimiento de exacerbados fanatismos que han culminado con enfrentamientos bélicos y derramamientos de sangre. Pero no se trata de un problema de la religión como causante de ese mal, sino de la interpretación del ser humano de esa religión, de esos textos que encierran una infinidad de símbolos que se deberán interpretar en distintas claves, porque en esencia, todas las religiones contienen una fuerte impronta moral y ética, una suerte de manual de cómo ser mejores personas mediante la virtud y el amor.

En abril de este año se presentó un informe titulado “Libertad religiosa en el mundo” en el que emergen datos alarmantes en cuanto a la restricción de esta libertady la persecución que sufren muchas veces, los creyentes, concluyendo que: La libertad religiosa se vulnera prácticamente en un tercio de los países del mundo (31,6%) en el cual viven dos tercios de la población mundial”. El informe advierte que, en 62 de los 196 países democráticos, no fue respetado el derecho religioso, en el 42% de los países del continente africano, se verificaron violaciones sistemáticas a las libertades religiosas y que, en 42 países, el hecho de querer cambiar o abandonar una religión, puede determinar para el individuo graves consecuencias. El informe también señala que, en el marco de la emergencia sanitaria, hubo países en que la ayuda humanitaria fue negada a minorías religiosas, utilizando muchas veces el pretexto de la pandemia, estigmatizando a ciertos grupos religiosos, cargándoles la culpa de ser responsables de la misma. A propósito de nuestro país, el informe concluye lo siguiente: “En el período estudiado en este informe, el estado de la libertad religiosa no ha cambiado de manera significativa. El nivel de laicismo del país se convierte, de vez en cuando, en tema de debate. Han adquirido protagonismo varios proyectos de ley que afectan a la libertad religiosa. Respecto a la pandemia, hay que mencionar que las autoridades no actuaron de forma unilateral, sino que se buscó adoptar una decisión compartida con los representantes religiosos. Por lo tanto, las perspectivas de futuro de la libertad religiosa son positivas”. Según los datos del informe el 62.2% de nuestra población es cristiana, 29.9% agnósticos y 6.9% ateos.

Hace algunos años atrás, Opción Consultores realizó un estudio de opinión pública durante noviembre y diciembre de 2018, en el que a la pregunta ¿Cómo se definiría usted desde el punto de vista religioso?, el 38% se definió como católico, 21% como ateo o agnóstico, 17% como creyentes sin religión, 10% como cristianos no católicos y 9% como creyente de otra religión. Una de las conclusiones a la que arriba este informe es que: Queda claro pues que en los fieles católicos y los creyentes sin confesión la intensidad “promedio” de la vida e identidad religiosa es de carácter moderado a bajo. Lo opuesto sucede con quienes abrazan otras religiones, que asignan en su mayoría una alta importancia a la vida religiosa y que lo demuestran, por ejemplo, con una concurrencia frecuente a los templos de sus respectivas confesiones”. Y agrega que: “Particularmente se destaca el crecimiento de religiones alternativas al catolicismo, fenómeno básicamente explicado por el mayor peso de las corrientes evangélicas y/o pentecostales en el país (vale destacar que esta población puede auto-identificarse tanto como “cristiana no católica” o como integrante de otra religión). Los adherentes a dichas corrientes, además, otorgan mucha mayor centralidad a su identidad y vida religiosa en comparación al católico uruguayo tipo”.

Una vez visto los datos para tener una noción del grado de religiosidad de los uruguayos, podremos advertir que el mismo es alto comparando el porcentaje de quienes profesan alguna religión y quienes se definen como ateos o agnósticos. No debe escapar a este análisis, la impronta de Uruguay como el más secularizado en la región y tal como advertimos en la pasada columna, los debates y cuestionamientos a los conceptos de laicidad y laicismo con las posturas específicas de cada uno, y el vínculo o percepción de lo religioso en la sociedad. Y volviendo a la esencia del concepto de religión, a través de una mirada filosófica, traigo la idea de Lucio Cecilio Lactancio, quien entendía la religión como el volver a unir, entendido como un vínculo sagrado entre el individuo y lo divino, un vínculo que necesita volver a la unión del uno con el otro. Esto implica un sentir de la vida, un acercamiento a los símbolos, a la mitología mediante un anhelo del ser humano hacia lo trascendente y lo sagrado. Habrá entonces quienes tengan un sentir religioso, quienes vivan la religión desde lo espiritual a través de un camino de perfeccionamiento y desarrollo de las virtudes que nos hacen mejores personas, que nos hacen mejores seres humanos en el relacionamiento de los unos con los otros, con la naturaleza y lo sagrado. Habrá también, quienes, en su libertad, renieguen lo religioso desde una mirada distinta y más reflexiva o cuestionadora quizás. Ambas son válidas y no deben ser jamás fronteras que nos separen el uno del otro, sino por el contrario, deben unirnos en el respeto y la tolerancia hacia la diversidad, con la apertura intelectual de aprender el uno del otro sobre los cimientos de la libertad, porque, en definitiva, los unos y los otros, somos pasajeros de un mismo viaje con el mismo destino. Siempre juntos, siempre con respeto y tolerancia. Siempre libertad.

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