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“Te veo mañana: espero llegar”

Ronald Pais

Un país territorialmente pequeño como Uruguay debería tener un tránsito de vehículos ordenado y ejemplar. Estamos muy lejos de ello.

El resultado – que debería ser motivo de preocupación general y especialmente de las compañías aseguradoras (aunque no parece ser así) – es el de cuantiosos daños materiales, lesiones y muertes personales.

También hay intangibles que nadie toma en cuenta, como lo irritante que es conducir hoy, tanto en ciudad como carretera.

Infraestructura: El Gobierno Nacional ha realizado un mejoramiento de las rutas nacionales que hacía muchos años se estaba precisando y no se hacía. Sin duda por ese rumbo se debe continuar y hacer pasos sobre elevados como el que se construyó en la entrada a Parque del Plata en todos los cruces de rutas de toda la República. Es bastante absurdo que una Ruta Nacional pierda la preferencia cuando llega a una Ruta Vecinal y tenga que ceder el paso al que pretende cruzar la primera. Se ha preferido proteger al imprudente molestando al que circula por la ruta preferencial. No parece lo más lógico.

Creo que también el diseño debe ser corregido, como lo que ocurre en Ruta 5 al llegar a Durazno, que atraviesa la ciudad y se debe soportar una serie de semáforos (como es usual mal coordinados) que demoran innecesariamente lo que debería ser solucionado con un by pass.

Uruguay debe contar con autopistas de Montevideo a Rivera en toda su extensión, de Colonia a Montevideo también en toda su extensión, de Montevideo a Rocha, de Montevideo a Salto y de Montevideo a Melo. O sea, las Rutas 1, 3, 5, 8 y 9.

Todas, pero al menos la ruta 1 debería estar toda iluminada, al estilo de la Ruta 7 Argentina, en que se comenzó primero en San Luis y luego siguió Mendoza. Esto hace el tránsito nocturno mucho más seguro y amigable.

Tengo el convencimiento de que esas inversiones redituarán en mucho más turismo para las zonas beneficiadas.

El “Cinturón Perimetral” de Montevideo no es tal, con más de una decena de semáforos entre Ruta 8 y Ruta 5. Es una carretera común en lugar de ser un verdadero desahogo de fluida circulación.

Capítulo aparte merece la ciudad de Montevideo donde los sucesivos gobiernos del Frente Amplio no sólo no han hecho ninguna obra importante para mejorar el tránsito sino que con peatonales, bicisendas, frustrados “corredores” y otras medidas similares han complicado aún más el congestionamiento ya existente.

Como el “puerto de aguas profundas” del que tanto se habló pero no se hizo nada, también ha ocurrido lo mismo con la construcción de estacionamientos en zonas donde la inversión privada no es suficiente. Se necesitan “Public Parkings” como existe en casi todas las ciudades capitales del mundo, pero en lugar de ello se ha preferido tener más de 1000 funcionarios en la Dirección de Cultura de la Intendencia y hacer recitales faraónicos.

Señalización:  La señalización es deficiente en todo el país. En rutas nacionales ha mejorado pero aún dista mucho de ser la adecuada, con la visibilidad, claridad y anticipación necesarias.

En la capital del país es deficiente. Comenzando con el nombre de las calles, inexistente en gran parte de la ciudad, siguiendo con las paradas que se construyeron obstaculizando la visión en los cruces, las señalizaciones contradictorias en un mismo tramo de una calle o avenida o los semáforos mal coordinados ya mencionados.

Con alguna obra menor, las vías de acceso a la capital siguen siendo las mismas que existían hace 30 años y las pocas que hay están congestionadas, aunque se sigue hablando del tren de Avenida Italia o de una vía sobre elevada en dicha arteria.

Los controles: Hubo un tiempo en que los controles en rutas nacionales de una Policía Caminera que nos enorgullecía, no solamente sancionaba cuando correspondía sino que instruía y corregía imprudencias, transgresiones o condiciones inadecuadas de los vehículos que transitaban.

Hoy es casi inexistente, Las rutas están colmadas de vehículos que o no cuentan con las luces reglamentarias, o que no tienen sus matrículas en condiciones o carecen de ellas o que por su estado o vetustez claramente no están en condiciones de circular. Los controles sistemáticos de todos estos aspectos no se realizan.

En la ciudad y especialmente en la capital es difícil imaginarse algo más inútil que los guardias del tránsito. Jamás se los verá donde realmente son necesarios. Recuerdo cuando la mala sincronización de los semáforos en la Rambla ocasionaba unos terribles embotellamientos donde brillaban por su ausencia al punto que la Policía de Tránsito debió colocar los antiguos puestos de “varitas”, o sea un policía que administraba el tránsito en una u otra dirección. Generalmente andan en parejas, multando por mal estacionamiento, pero nunca los ví detener a una moto que circule contramano o a un ómnibus que se sale de su senda exclusiva y entorpece el tránsito de las demás sendas, o educando a un ciclista imprudente que circula sin el equipamiento ni las luces requeridas.

Ni que hablar del SOA (Seguro Obligatorio para Automóviles) que, al decir de Tomás Linn, los “nabos de siempre” pagamos puntualmente pero no se exige ni se controla. O sea, dicho de otra manera, es un seguro obligatorio pero solo para los giles que lo pagamos.

Los Conductores: He atomizado a los amigos que tienen alguna responsabilidad en los organismos vinculados a la materia, protestando por las exigencias que alcanzan a las personas mayores de 75 años o a los conductores de motos grandes (+ de 200 cc). En el primer caso hay una verdadera discriminación a la vejez, siendo que para quién ha tenido la solvencia para conducir sin inconvenientes durante decenas de años lo único que se le debería controlar es que tenga aptitud psico-físico para seguir haciéndolo.

Con respecto a las “motos grandes” a algún “genio” se le ocurrió asimilarlas a las exigencias de la libreta profesional, cuando ambos ejercicios de conducción no tienen nada que ver. Por otra parte, un dato fácilmente comprobable es que la protagonización de accidentes por estos vehículos es excepcional siendo, en cambio por abrumadora mayoría, los que involucran motos de baja cilindrada con conductores jóvenes.

No obstante, le sugiero al lector pararse en cualquier esquina de la ciudad o en cualquier punto de una ruta y observar la forma de conducir en los vehículos que pasan. Me atrevo a apostarle que no pasarán diez minutos sin que en su mente surja la pregunta “¡Pero quíén le dio la libreta a éste/a!

Hay un enorme entorpecimiento, no tanto de aquellos que circulan rápido sino de los que lo hacen con extrema lentitud. A ello se agrega cantidad de maniobras indebidas, transgresoras o decididamente torpes que no generan ningún tipo de corrección o sanción. Generalmente son estos conductores/as los que obligan a otros a hacer maniobras prohibidas para tratar de salvar el obstáculo que representan.

Esto es mucho más notorio en rutas. Está repleto de personas que no tienen idea de lo que es desplazarse en carretera. No saben calcular distancias, ni las velocidades a que se desplazan otros vehículos, no tienen los vehículos en condiciones, realizan maniobras imprevistas y sin señalizarlas con anticipación, etc. Siendo que la concesión del permiso de conducir no abarca una evaluación de esta capacidad, es vital e imperioso que se comience a hacer mediante simuladores informáticos.

Otra cosa que debería exigirse y controlarse es la observancia de una velocidad mínima. Yendo a Rocha esta temporada me encontré en Ruta 9 con “trencitos” de más de 15 vehículos “trancados” por un desaprensivo circulando a 70 Km/h en zona de líneas amarillas continuas, lo que provoca las maniobras peligrosas de quienes pretenden sobrepasarlo.

La cuestión no es entonces sancionar un exceso de velocidad aunque sea leve, se trata de que cada uno asuma las responsabilidades que le correspondan. Así se salvarán muchas más vidas que colocando sensores para multar.

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