Malena ya no canta el tango como ninguna
Ricardo J. Lombardo
La intolerancia con los artistas es propia de mentalidades autoritarias.
Censurarlos por lo que tienen o lo que no contienen sus obras, es un gigantesco paso atrás de la civilización.
La prohibición o “sugerencias” que experimentó Claudio Rama en su obra “Vidas Encajonadas”, por parte de la directora del Teatro Solís, Malena Muyala, por no incluir lenguaje inclusivo, es un acto condenable de todo punto de vista, porque no es un hecho aislado, sino que desnuda una mentalidad retrógrada y totalitaria.
Llevó siglos para que el arte se pudiera ir liberando de los tabúes, las visiones ideológicas hemipléjicas, de lo pacato, lo políticamente correcto o simplemente del capricho de los censores.
Si dejamos seguir este camino sin encender todas las alarmas, pronto habrá que reescribir a Shakespeare, al Quijote o a Bertolt Brecht a lenguaje inclusivo, o agregarle un personaje femenino a El Grito de Munch para que sean del agrado de la improvisada directora del Solís y puedan mostrarse en ese templo de nuestra cultura.
O cambiar también la letra de los tangos que ella cantaba con tanta dedicación, antes de convertirse en esta Catón (o Catona si más le gusta) en decadencia.