Política nacional

Desencajonar la libertad de creación

Fátima Barrutta

“Vidas encajonadas” es el sugestivo título de una exposición que Claudio Rama -un abogado y gestor cultural de inmenso prestigio que aquí se desempeña como artista visual- ya había acordado con el Teatro Solís, para inaugurarla a partir de noviembre. Sin embargo, la dirección del teatro le envió una nota en la que le reclamaba modificaciones a los textos que acompañaban las obras: “el Teatro Solís solicita que las propuestas artísticas que se programen en los espacios del teatro aborden una perspectiva inclusiva tanto en el lenguaje oral, escrito y visual. Eso implica la actualización de los textos de la propuesta artística” (…) Agrega la nota que el teatro entiende “la comunicación desde una perspectiva inclusiva. El lenguaje oral, escrito y visual se desarrolla pensando en las y los receptores, emitiendo mensajes libres de estereotipos”.

Se supo que en un primer momento Rama declaró no comprender por qué sus textos eran interpretados así y pidió una reunión para que se lo aclararan, la que nunca fue otorgada. Incluso se mostró dispuesto a presentar las obras sin los textos, pero luego revió su posición, al comprender que un artista no puede resignar su libertad de creación a un dictamen administrativo de la institución donde expone.

Por eso retiró la propuesta del Solís, que se presentará sin censura previa ni limitación de ninguna índole en una sala del Ministerio de Educación y Cultura.

50 intelectuales uruguayos -entre artistas visuales y escénicos, escritores, músicos y también políticos- firmaron una carta muy severa, comparando esta desafortunada decisión de la dirección del Solís con aquella censura a la exposición de Oscar Larroca en los años 80, durante la administración departamental del intendente Elizalde. La carta dice que en aquel tiempo los políticos adhirieron a la censura y la realidad no fue tan así: hubo dos dirigentes de primera línea que defendieron la obra de Larroca y se declararon a favor de exponerla: Jorge Batlle y Rodney Arismendi. Es una curiosidad histórica, porque siendo el primero un exponente principal del republicanismo liberal y el segundo un líder comunista, de férrea concepción marxista-leninista, estuvieron de acuerdo en que la libertad del artista no se puede sofocar ni encajonar. Los memoriosos que vivieron esa época recuerdan además que luego de la prohibición, un colectivo artístico irónicamente denominado “Amigos del Intendente” le colocó un inmenso pañal a la estatua del David que se yergue en la explanada municipal.

En aquel tiempo, el intento censor atacó la explicitud sexual de los dibujos hiperrealistas de Larroca. Hoy, la directora del Solís se agravia por unos textos que parecen no emitir los mensajes inclusivos que ella prefiere.

En uno y otro caso, hay un intento de la autoridad de entrometerse en la creación, algo que en el caso actual es paradójico, si se tiene en cuenta que el mensaje lo emite una cantante que además de ser excelente como intérprete, ella misma es una inspirada compositora de canciones.

La libertad de creación vale tanto para quien quiere ponerla al servicio de determinados objetivos sociales como para quien transita otros temas u opiniones. Si lo que defiende la directora del Solís es la inclusión, con más razón debe abrir las compuertas a todos los vientos, ideas, opiniones y estéticas.

Para conducir una institución de este tipo hay que tener un conocimiento afinado de la gestión cultural, algo de lo que esta excelente música uruguaya demuestra carecer.

Pero el problema no pasa solamente por ella. Como bien dice la carta que firman los artistas, “el nudo del problema no es solamente la decisión que toma la directora, sino la política institucional sesgada y forzada” que antepone determinadas concepciones de género a la libertad creadora.

Quienes defendemos con nuestra vida valores como la igualdad sustantiva y el máximo respeto a la diversidad, sentimos que esta clase de decisiones juegan en contra de nuestra prédica, justamente porque dan armas a quienes la menosprecian y refuerzan los estereotipos discriminatorios, en lugar de combatirlos.

Hasta el momento en que enviamos esta columna, nadie desde la dirección del Solís ni desde la Intendencia de Montevideo de la que depende, había dado a conocer ningún desmentido o aclaración sobre la errónea decisión adoptada.

Ahora la exposición tendrá sede en el Espacio Idea de la Dirección Nacional de Cultura, o sea que muerto el perro, se acabó la rabia.

Pero los montevideanos debemos mantenernos en posición alerta respecto a cualquier nuevo intento de limitar la libertad de expresión artística.

Es un inmenso bien cultural que entre todos debemos fortalecer y consolidar.

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