Política nacional

¿Por una Navidad sin prisioneros políticos?

Nicolás Martínez

Como bien sabrá el lector, cada nueva semana se suman nuevos episodios a esta suerte de novela tragicómica, en la que un grupo de ciudadanos encabezados por la escritora Mercedes Vigil, intentan argumentar (sin éxito alguno) a propósito de la bondad de liberar a “viejos soldados” que se encuentran cumpliendo condena en la cárcel de Domingo Arena por haber “cometido faltas” según la autora. Lo que omite Vigil en esta suerte de conversación de carácter pública hacia la ciudadanía, es que esas faltas que constantemente intenta minimizar bajo una lectura hemipléjica de la realidad, sustentada en la jurásica teoría de los dos demonios, es que los soldados que allí cumplen pena, han sido victimarios de crímenes de lesa humanidad, portadores de odio en lo máximo de su expresión.

Como ya nos tiene acostumbrados Vigil, cada nuevo día supera la capacidad de asombro de la ciudadanía con afirmaciones que le son propias de producciones de bajo presupuesto, con una trama fantasiosa, contradicciones en los argumentos y actores de muy mala calidad. En esta nueva ocasión, no tuvo mejor idea que esbozar mediante su cuenta de twitter, el eslogan “Por una Navidad sin prisioneros políticos”, eslogan que una vez más, acude a la falsedad y la mentira. La idea se sobrevuela a partir de esta premisa, es que en nuestro sistema democrático conviven presos políticos, hecho que resulta más que curioso para quien se vanagloria de ser una intelectual de fuste y librepensadora, desconociendo a sabiendas de la ciudadanía, la profundidad de los hechos históricos. 

Para la suerte de la señora Vigil, que evidentemente omite la lectura de varias décadas de investigación historiográfica, los presos políticos que existieron en Uruguay fueron liberados hace 36 años. Para ser más precisos en los datos, y desde un sentido puramente pedagógico, brindarle elementos fácticos a quien se dice conocedora de la historia, un jueves 14 de marzo de 1985, se procedió a liberación de los últimos presos políticos de la dictadura, los que ascendían a un número de 47, muchos, presos por más de 12 años en condiciones inhumanas. La documentación actual (la que aparentemente desconoce Vigil), señala cerca de 6 mil presos políticos, aunque diversas organizaciones políticas y sociales, afirman que el número asciende a más de 10 mil personas. 12 largos años de prisión como instrumento de represión y amenaza a la sociedad en su conjunto, por parte de una tutela militar impuesta desde la tortura, la desaparición y el dolor.

Los documentos actuales, señalan también, la existencia de más de 300 mil fichas de ciudadanos que fueron vigilados y marcados desde el terrorismo de estado. Un estudio publicado por la Universidad de la República que lleva algunos años, documentó 5925 presos políticos durante la dictadura, entre estos, 69 eran niños. Señala también la investigación, 172 desapariciones y 116 muertes. Señala el documento, que: «La detención masiva de personas y su encierro carcelario prolongado fue el mecanismo represivo principal aplicado por la dictadura uruguaya».

Volviendo a los prisioneros políticos, el 10 de marzo de 1985, en pequeños grupos, fueron saliendo de la cárcel de Libertad ubicada en San José, los primeros liberados: “En Montevideo, cientos de manifestantes se concentraban frente a la Jefatura de Policía (de la calle San José), para recibir la libertad de las presas políticas. Las mujeres salen en camionetas de la Policía; la multitud grita”. Días después, el 14 de marzo, tras más de una década de violaciones sistemáticas a los derechos humanos y esenciales de cada individuo, las cárceles políticas quedaron vacías.

Entonces ¿hubo presos políticos en Uruguay? Por supuesto que sí, y los datos lo certifican de una y otra manera, lo que sí resulta casi anecdótico o curioso si se mira desde una perspectiva cientista y estrictamente metodológica, es que a vistas de las observaciones internacionales que catalogan a nuestro país como una faro de democracia y de libertad de expresión en toda América, existan individuos empeñados en distorsionar los hechos, manipular la verdad y apelar a falacias de índole corporativistas reivindicando hasta el cansancio, la grieta de los unos contra los otros, poniendo de un lado al movimiento subversivo, y del otro lado a los pobres “viejitos militares” que no tuvieron más alternativa, que defender la patria en el marco de una guerra apelando a las prácticas más horripilantes y oscuras. Hacer eso señora Vigil, es faltar el respeto la sociedad, es amedrentar la memoria de miles de compatriotas que hicieron frente a la etapa más oscura de nuestra historia reciente, es sembrar rencor y odio en heridas rojas sin curar, es deshilachar los zurcidos más profundos del corazón de una nación que se vio sumergida entre el terror y el miedo de aquellos a quienes usted procura defender y liberar.

Para finalizar, quería aprovechar la ocasión de recordar al gran Enrique Tarigo, fundador del presente Semanario Opinar, del que tengo el inmenso honor de ser parte mediante estas líneas. Tarigo, un demócrata y republicano de pura cepa, a diferencia de lo que piensa Vigil, supo ser un enemigo acérrimo del terrorismo de estado sufrido por nuestro país, señalando y  marcando postura contraria ante cada uno de los atropellos a nuestra constitución y a los derechos humanos. Siendo así, que fue uno de los redactores de la proclama leída en el acto del Obelisco, manifestación multitudinaria que tuvo lugar el 27 de noviembre de 1983 frente al Obelisco de los Constituyentes de 1830 enmarcado en la consigna de “Por un Uruguay sin exclusiones”.

En dicha proclama versaban los siguientes fragmentos: “Aquí hacen resonar vibrante su reclamo de libertad y democracia, tanto tiempo acallado y sin embargo vivo en la conciencia de la ciudadanía, que no admite salvedades ni discrepancias, porque el anhelo de libertad y la vocación democrática constituyen el común denominador de todos los hombres y mujeres nacidos en esta tierra…Prometeo fue grande porque supo decir que no a los dioses. Y el pueblo uruguayo es grande porque supo decir que no a los dioses con pie de barro. A quienes, asentados en la fuerza, pretendieron legitimar la usurpación de nuestros derechos sagrados en un proyecto de Constitución que desconocía toda la tradición democrática y republicana de la patria. Ese mismo pueblo que dijo NO tres años ha, dijo luego SI un año atrás, en otra jornada cívica inolvidable. Sí a los partidos silenciados durante una década y a los políticos injuriados, perseguidos, encarcelados y exiliados, que demostraron que, como al fundador de nuestra nacionalidad, un lance funesto podrá arrancarles la vida pero no envilecerlos. La victoria está próxima y es segura. Victoria que nos dará una vez más una Justicia única e independiente, cuyos magistrados no jurarán respeto sino a la Constitución de la República; una prensa libre, a la que ningún Torquemada podrá clausurar por decir su verdad; una enseñanza prestigiosa y una gran Universidad Autónoma; un funcionariado público inamovible y no más sometido al vejamen de su clasificación en categorías A, B y C; un movimiento sindical que actuará con entera libertad en defensa de sus legítimas aspiraciones de progreso y mejoramiento social; unas cárceles que sólo albergarán delincuentes y no dignos ciudadanos víctimas de su integridad moral y de su altivez cívica; unas Fuerzas Armadas, en fin, dignificadas por el fiel cumplimiento de su cometido histórico de defender la soberanía, la Constitución y la integridad del territorio nacional, reintegradas a sus cuarteles y olvidadas de misiones tutelares que nadie nunca les pidió y que el gran pueblo uruguayo jamás necesitó.”

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