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MAREAS DE JUSTICIA de Pablo Caffarelli

Todo es posible en la vida y en el relato

César García Acosta

Confieso que cuando empecé a leer el libro “Mareas de justicia”, de Pablo Caffarelli, dudé de estar sólo ante un relato en la perspectiva de un abogado, o de un cuento fantástico sobre las vicisitudes que defensores y acusadores viven en los pasillos y las antesalas de las audiencias judiciales. En esos sitios donde se huele la pena, porque allí se ventilan los dramas, las frustraciones y hasta las desventuras de los actores de un litigio, son apenas parte de la verdad. Pero al leer el libro quedé perplejo por dos hechos que se entremezclan inteligentemente: uno es el relato de un juicio laboral que conocía por versiones de prensa (la casa ENVIDRIO con el Pepe Mujica y las dádivas de Venezuela incluidas), y el otro -un drama entralazado y ligado consigo mismo por el autor- sucedió en una zona de Montevideo muy vinculada a mi vida: las calles del periplo de esta saga o crónica roja narrada a la perfección, son un shopping, los recovecos de su estacionamento, y hasta los porteros y guardias de un supermercado. Todos son lugares de mi vida cotidiana que aparecen recreados de modo casi fantástico. Las dos historias encierran un drama, y la conformación de los hechos, junto a la ausencia temporal del derecho, son apenas la recreación de lo que puede suceder casi sin darnos cuenta. Caffarelli une estas historias de modo singular, tan fehacientemente como los “certificados notariales” a los que se acostumbró en su vida profesional.

Por eso muy lejos de sentir esquiva las sensaciones de estas historias, me encontré con una exquisita y velada crítica hacia un sistema judicial que, casi siempre, por esencia y definición, nos pone a todos  en la picota (dicho esto en tono desesperante, porque la picota no es otra cosa que el trozo de una columna de piedra, donde se exponían públicamente las cabezas de los ajusticiados). Y el relato de Caffarelli, es eso, en uno y en otro caso, un estado permanente de “picota” donde la escenificación de los hechos es parte del relato.

Uno de los juicios relatados en el libro es el de ENVIDRIO, una sociedad anónima convenientemente devenida en cooperativa con el solo fin de esparcir lo más posible la responsabilidad con el solo fin de que el proceso judicial penal, en su reparto conceptual, pierda o diluya su efecto sancionatorio. Cuantos más estén involucrados como parte del mal, más el mal por afectar a todos no recae en particular sobre alguien. Esta una enseñanza muy conveniente, y Caffarelli -sin decirlo- lo pone de relieve, o mejor dicho, sutilmente logra en pocas palabras vincular al texto con el contexto.

Dice el libro “Mareas de justicia” sobre las experiencias de sus clientes en la antesala de la causa ENVIDRIO, en el primer día de las audiencias judiciales: “Las audiencias siempre son momentos de emociones muy intensas. Las personas llegan muy nerviosas y tienen muchas preguntas antes de entrar al juzgado. Antes de ingresar se ponen intranquilas y vacilantes. En lo laboral, puntualmente, la tensión entre personas que compartían la mayor parte de sus días juntos, y ahora se sienten traicionados mutuamente, es a veces difícil de controlar. En ocasiones los ánimos se caldean demasiado dentro de las salas de audiencias. En este caso ocurrió justamente eso.”

Como abogado Pablo Caffarelli sabe que el relato del primer es una contextualización que en algún momento tendrá que rebatir, sea en los alegatos como durante esa misma audiencia entremezclando en alguna pregunta, una opinión.

“Del lado de ellos sí vinieron los cinco testigos. Todos tenían el cuento bien armado: aseguraban que eran parte de una cooperativa obrera, y que todos decidían en pie de igualdad las diferentes opciones que iban tomando como empresa. Al ver a sus compañeros mentir en sus caras, nuestros clientes por momentos perdieron la compostura; nosotros y la jueza del caso tuvimos que hacerles advertencias sobre su comportamiento. Pero lo peor fue cuando declararon los directivos de la sociedad anónima. Sus declaraciones incluyeron ataques directos con falsedades, lo que consideramos de mal gusto. Por último, cabe decir que los tres trabajadores explicaron de buena manera todo lo que sufrieron en la empresa, y enumeraron, correctamente, los rubros que les adeudaban.”

La historia (y no la del libro) da cuenta que la justicia condenó a la empresa Envidrio a pagar $ 1.240.000 a ocho trabajadores por concepto de licencias, salarios vacacionales y aguinaldos adeudados.

La polémica alrededor de la firma autogestionada comenzó a fines de 2018, tras la emisión de una investigación del programa Santo y Seña de Canal 4. En ese momento, tres extrabajadores de Envidrio, la cooperativa formada en 2005 por extrabajadores de Cristalerías del Uruguay con una especie de donación del Estado venezolano por US$ 3,9 millones, denunciaron que fueron obligados a trabajar en negro. Los extrabajadores Leandro Ferreira, Claudio Paulero y Nicolás Rodríguez sostuvieron que el por entonces diputado del Movimiento de Participación Popular (MPP) Daniel Placeres, quien integraba la dirección de Envidrio, fue quien lo mandató. Tras esto, a fines de noviembre de 2018, el diputado nacionalista Rodrigo Goñi, junto al abogado Enrique Moller, habían denunciado a Placeres ante el juzgado de Crimen Organizado. La denuncia se refería a la vinculación de Placeres con Envidrio, y conformaba otro espacio judicial referenciado en el libro “Mareas de justicia”.

El fiscal especializado en Crimen Organizado, Luis Pacheco, pidió al Parlamento que levantara los fueros de Placeres. El 6 de mayo de 2019, tres días después del pedido de Pacheco, Placeres presentó renuncia a su banca y anunció que no iba a cobrar el subsidio al que tiene derecho por ejercer el cargo.

Esa crisis parlamentaria se había iniciado, como lo relata Pablo Caffarelli apelando a un lenguaje entendible y humano, con esta causa.

Pero el libro hay que leerlo, porque si a algo invita es a presenciar un hecho fortuito donde unos policías corruptos apresan a unos jóvenes a quienes imputan de algo que ni ellos imaginaban, abriendo paso a una peripecia que, entremezcla con la causa ENVIDRIO, hace posible entender que lo imposible resulta posible en los pasillos de los estrados judiciales.

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