Editorial

Las candidaturas coloradas y batllistas

César García Acosta

Es cierto que las circunstancias marcan los destinos.

Ortega y Gasset, lo explicaba con formidable elocuencia -al decir-: “yo soy yo y mis circunstancias, si no la salvo a ella no me salvo yo”.

Para este filósofo madrileño que murió en 1955, la “circunstancia” es aquello que forma parte de nuestro mundo, pero que no hemos elegido: como la fecha de nacimiento, los padres, el sexo o el color de la piel. Otra “circunstancia”, no menor, que es indisoluble a este concepto, es la que nos salva como una construcción propia. Esa refiere al entorno de nuestras realidades y es la que hemos decidido ser.

Quizá por eso el mensaje individual en la política debe tomarse como impropio. En el tema de las candidaturas, por ejemplo, un perfil de candidato se logra a partir de dos construcciones propias: la voluntad individual y la voluntad de los otros. Nadie es lo que no quiere ser, y jamás se llega a liderazgo si antes no hubo una aceptación colectiva.

Por eso los tiempos que se avecinan serán momentos de aceptación, no a una -sino a varias postulaciones- que, por más diversidad que comprendan, no deben dejar de pertenecer al núcleo de pensamientos tanto del coloradismo como del batllismo.

Esta muy bien que la suma de estos actos individuales y colectivos, vayan abriendo el paso a la conformación de equipos como constructores de ideas. Incluso de estas actitudes dependerá que se mantengan o se bajen postulaciones. En cualquier caso, y eso está bastante claro para todos, el acierto de un partido y hasta de una coalición, será la defensa de la diversidad de ideas.

Quizá por eso tenga tanto valor aquello de que “una buena gestión no gana una elección, pero no hay mejor campaña que una buena gestión”, como lo ha reafirmado insistentemente el actual ministro de Turismo, Tabaré Viera, quien además de su rol actual, antes fue diputado, senador, director de Ose, presidente Antel y hasta dos veces Intendente de Rivera.

Ante estos escenarios conversar en la interna partidaria nos permite auscultar de qué lado del eje colorado se van instalando los decisores de las candidaturas. Dirigentes, convencionales y militantes van gestando con sus improntas y opiniones de contexto, el rumbo hacia el futuro ciclo electoral.

Mientras unos pretenden pescar en el balde, y contextualizar a la derecha como la única opción política colorada, otros pueden entender esto como un error estratégico. Varios avezados dirigentes ya observan que ampliar el espectro partidario sería lo único que daría cabida a un mayor espectro de visiones. El partido debe oficiar como un paraguas institucional. E Partido Colorado del “pequeño país modelo” inspirado por el batllismo y recreado por Ernesto Talvi, en las elecciones pasadas, es una realidad vigente.

Pretender que prevalezca la imagen individualista de algún colorado aún en las gateras, como si fuera más un salvador que un postulante, no es inteligente. La referencia primaria que muchos están asumiendo como valoración previa a las candidaturas, podrían provocar –en la visión de los dirigentes más veteranos- “atar el corazón a la razón”, no siendo esa la mejor alternativa cuando se está en el borde inferior de la capacidad electoral.

Eduardo Irigoyen García, periodista y docente, batllista y dirigente político, decía en un reciente twitter que, “si Pedro Bordaberry se presenta y gana la interna del PC, ¿creen que va a conservar los votos moderados o de centro (y algunos de centroizquierda que pueda haber)? Un candidato demasiado corrido a la derecha hará que muchos colorados y batllistas opten por Orsi, que es del MPP, del riñón de Mujica, pero que se muestra tranquilo, simpático y moderado.”

Estas afirmaciones son muy gráficas. Quizá por eso la visualización del proceso electoral nacional nos va poniendo a tono ante el desafío de lo que vendrá. Eso implica o “pescar adentro del balde” en clara y franca competencia muy poco centrista, más bien de derechas, o salir a buscar el desafío -en tono de coalición-, haciendo prevalecer lo que somos por definición: el sello de un batllismo que cada vez más se emparenta con la versión “uruguaya” actualizada de la filosofía política.

Y nos guste o no, el Frente Amplio trabajó mucho estos espacios. De casualidad no se logró esta opción que hoy se llama “Yamandú Orsi”,  y que proviene de un Canelones batllista, que se autodefine además de rural, con una fuerte impronta metropolitana y ciudadana.

Téngase en cuenta que la Ciudad de la Costa, en este contexto, es el lugar de mayor crecimiento espontáneo no sólo de Uruguay, sino uno de los más destacados de América Latina. Ningún lugar creció tanto demográficamente como esta región de Canelones. Y eso es Orsi. Allí los rasgos del uruguayo medio prevalecen y permiten trasladar esa idea de batllismo que les sirve para conjugar los aspectos moderados que alguna vez representamos desde nuestro partido. Por allí hay una brecha que al límite a comunistas y emepepistas.

Tener estos extremos claros y en cuenta, podría permitirnos dilucidar mejor la forma de trabajar en base al batllismo como ideología, con ascendencia hacia lo metropolitano, donde el Frente Amplio consolidó su poder. Haber cedido -por abandono- al nicho duro colorado los espacios que alguna vez ocupamos los seguidores de la socialdemocracia y el estado de bienestar, fue un error. En buen romance, y yendo a la campaña anterior: hay que ocupar el lugar del “país modelo” de don Pepe, el mismo que ensayó Ernesto Talvi cuando su candidatura. Desnivelar la paridad electoral es el desafío.

Y como esta no es una tarea menor, yendo al concepto inicial de esta columna, –gestión, trayectoria, ideología e imagen pública, serán –no se tenga dudas- el punto inicial de las cosas que debemos definir como batllistas. Eso son ideas.

Personalmente creo que quizá no sea la ahora de que los candidatos anuncien sus propias candidaturas, pero sí es el momento para que todos los demás, los que no somos candidatos a nada, hablemos alzando nuestras voces sobre las ideas y quien debería ser el elegido para concretarlas.

El batllismo es clase media, igualdad de oportunidades, educación, acceso a la cultura formal y no formal. Es el fútbol del domingo, el asado, los ravioles, la defensa del salario y el precio de la vida cotidiana. Por ahí pasa el sentido republicano de las cosas.

Las instancias que vienen serán de convencimiento. Para lograrlo la opción no es una sola pero las ideas deben estar predeterminadas y acordadas.

Sentirse representado y hacer gobierno son cosas diferentes. El desafío de aquí en más será definir la idea, encontrar al candidato, y no cuestionarnos la legitimidad de la lealtad institucional, política y personal, de mantenernos como parte de una coalición que, aunque imperfecta, nos enseñó que se puede cohabitar en un contexto de diferencias.

El cambio buscado es mucho más cultural que otra cosa, Asumamos que eso demandará el inexorable paso del tiempo.

Como tantas veces lo dijo Tabaré Viera, era necesaria una mesa de diálogo a nivel de la coalición, tanto como  seguir construyendo desde ese ámbito la ampliación de la agenda de la coalición. Los hechos le dan la razón, y son la prueba de que hay debilidades que aún no fueron superadas.

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