“No maltrates nunca a mi fragilidad”
César García Acosta
Si queremos construir una espacio político legitimado, todos y no solo algunos, debemos definir cómo integrarnos a ese ámbito. Recién a partir de ahí estaremos con condiciones de reflexionar sobre lo que fuimos, somos, y lo que pretendemos ser cuando dejemos de ser “uno” para ser una “coalición”. Para esto se requiere diálogo y visualización a futuro de lo que implica esta voluntad constitutiva. Nadie debe sentirse ajen a esto: ni nuestros partidos políticos, ni nosotros. No hay atajos para el destino sino simplemente construcciones. Para eso debemos despojarnos de ataduras conceptuales y minimizar lo individual, Lo que debe prevalecer son las ideas y los acuerdos. Para definir el rumbo debemos asumir el pasado con el único candado del acuerdo programático. Lo demás queda reservado a la pasión.
Reflexionar sobre estas cosas se me ocurre hay que hacerlo en dos escenarios: uno, desde lo técnico político, y otro, desde el comportamiento humano. Después de todo –cuando alguien apela al voto- busca convencer sobre ideas y proyectos. Las propuestas deben ser potencialmente realizables, y no deben disociarse de lo cultural priorizándose sólo lo formal (educación, economía, salud, seguridad). Cuando de lo que se trata es de la supervivencia de la identidad, la prioridad entra por los sentidos y por las redes sociales con impacto sobre toda la población del país.
Empezando por lo esencial, lo cultural -como bien lo reiteraba Tomy Lowy (publicista y gestor cultural)- 30 años atrás, al decir del cantautor Jorge Drexler: «Cuida de mis sueños/Cuida de mi vida/Cuida a quien te quiere/Cuida a quien te cuida/No maltrates nunca a mi fragilidad/Yo seré el abrazo que te alivia»
Ni más ni menos que eso: el camino son las cosas de la vida –y la política que es una de ellas- se inscribe precisamente en este contexto: cultura/economía; medios masivos/salud, etc, etc.
Pero para no caer en lo surrealista para hacer prevalecer sólo la idealización de las cosas, lo que en sí mismo constituiría todo un riesgo, vayamos a lo pragmático. Repasemos lo que el politólogo Oscar Botinelli decía hace dos años sobre la forma como nos integramos los que nos decimos «republicanos» en nuestra una coalición.
En noviembre de 2020 decía Botinelli que, «El Frente Amplio cuenta con una etapa inicial como alianza (de 1971 a algún momento en medio del periodo militarista), una segunda etapa como partido de tipo federativo (desde entonces hasta comienzos de los años noventa del siglo pasado) y luego a la actual etapa como partido de tipo complejo […] De la claridad o confusión sobre la naturaleza política depende la claridad o confusión sobre el análisis del pasado, el presente y el futuro.»
Bajo el concepto de «Convive en medio de la confusión entre partido, coalición y movimiento», Botinelli argumenta que «En la era del autoanálisis del Frente Amplio adquiere particular relevancia definir su naturaleza política, si es o no un partido político, una coalición o qué es. Por un lado, 65 de cada 66 frenteamplistas sienten que `son del Frente Amplio´, su relación es de pertenencia, son partidarios de un partido. Por otro lado, los dirigentes del Frente Amplio van a contrapelo de los frenteamplistas y hablan de la fuerza política como `coalición´. Y la palabra `coalición´ es lo que gusta usar a los periodistas y a los adversarios. A su vez, el Estatuto del Frente Amplio se define como una `organización con el carácter de coalición-movimiento´. Aparece pues un nuevo término compuesto de dos conceptos: el concepto de coalición más el concepto de movimiento.»
Y simplemente como un enunciado más, Botinelli sostiene que «El problema se complica cuando por otro lado aparece la `Coalición Multicolor´. Más allá de las palabras y en función de conceptos ¿hay alguien en este país que crea que estructuralmente es lo mismo el Frente Amplio que la Coalición Multicolor?»
Sin pretender entrar en el fondo de éste tema, a quienes miramos la política desde la comunicación multinivel, sabemos que el mayor de los desafíos para blancos, colorados, cabildantes e independientes, será definir qué son, porqué, hacia a dónde van y con qué propuestas.
La próxima campaña no será oponerse a un gobierno, sino de diferenciarse de una idea, y ahí es donde el estado de las cosas se complejiza: se requerirá de mucho desprendimiento sectorial y partidario para que lo importante, la “Coalición” sea el instrumento que prevalezca en lugar de un contingente de candidatos en forma independientemente.
La crisis de las ‘campañas´ ya evidencian que el tiempo que vendrá empezó a dejar paso a la competencia, y con ello, a la confrontación, y en ese contexto el radicalismo pase a ser la estructura de comunicación que adoptarán los hacedores de la política para que sus potenciales votantes entiendan los mensajes de sus discursos.
Una verdad a medias, el impulso de atacar las deficiencias humanas más íntimas, la presión del miedo a la hora de una denuncia, o la descontextualización como base argumental para una comunicación política eficaz, aunque falaz, será la estrategia de una campaña que deberá definir también, y sin ambages, el qué, dónde y porqué de sus existencias.
Si la gente no se siente parte de las cosas y no se involucra, la inacción será cómplice de la ritualidad en los tiempos de campaña.
Por eso vuelvo a lo del principio: toda estructura política debe comprender la doctrina de la realidad, y asumir el respeto del texto y del contexto.
“No maltrates nunca a mi fragilidad/Yo seré el abrazo que te alivia”, insiste en decir Drexler en su canción: desde la perspectiva del votante esta elección debe pasar no por elegir a quien nos mienta menos, sino quién será capaz, más allá de las vicisitudes cotidianas, para aliviar nuestras necesidades sociales y culturales transformándose “en el brazo que las alivia.”
Por todo esto la clave parece ser asumir la necesidad de un acuerdo programático ratificatorio de nuestro rumbo como colectivo: lo demanda lo que vendrá.