Me quedo con la República
Ricardo J. Lombardo
Más republicano que yo imposible. La igualdad ante la ley, el imperio de la ley, la separación de poderes, la igualdad de oportunidades de los ciudadanos, me parecen formulaciones insuperables para la organización del Estado
Pero la muerte de la reina Isabel II ha replanteado el tema de la monarquía en las discusiones cotidianas.
Este resabio de la Edad Media todavía subsiste en 44 países en el mundo.
Uno podría descartar algunos estados minúsculos que todavía mantienen un cierto cariz feudal, como Luxemburgo, Lichtenstein, Andorra, Malta y hasta ciudad del Vaticano que tiene un alto componente religioso.
Pero hay países socialmente avanzados que siguen sosteniendo una familia de privilegiados como soberanos: Suecia, Noruega, Dinamarca, Holanda, Bélgica, Reino Unido, España, Japón y otros tantos en Asia y África que sustentan un poder autoritario o son colonias.
¿Cuál es el secreto de esa permanencia?
El argumento más fuerte es que esas monarquías preservan la unidad del Estado y la permanencia de ciertos valores que los identifican.
Hay quienes sostienen que países como Inglaterra, España o Bélgica, que tienen varias nacionalidades, no subsistirían sin el valor unificador de la monarquía.
A nosotros, desde nuestras repúblicas latinoamericanas, nos llama la atención esa realidad.
Aquí, la Constitución y el imperio de la ley es lo que mantiene unidos a los Estados y sirve para preservar los valores acordados colectivamente.
Quizás el sistema no funcione a la perfección en algunos lados, por los excesos de poder de algunos gobernantes populistas o autoritarios.
Pero no hay que olvidar que la Europa monárquica se enfrentó en dos sangrientas guerras mundiales. La primera entre reyes que estaban todos emparentados entre sí por la endogamia habitual, lo que pareció más que nada una reyerta de familia en que murieron millones de personas. La segunda, por la falta de apego a la constitución y el respeto a la igualdad de derechos de los ciudadanos en los estados nazis y fascistas.
Los Libertadores San Martín y Simón Bolívar eran monárquicos porque pensaban que los pueblos latinoamericanos no estaban aún maduros para autogobernarse.
Pero, como Artigas, el primer republicano, me quedo indudablemente con la República como sistema de organización del Estado.
Ojalá sigamos perfeccionando su funcionamiento y diluyendo sus defectos.