Para el Derecho es todavía peor
Leonardo Guzmán
Carnaval de bochornos en Artigas. La ratería de cobrar horas extras falsas se industrializó en las cúpulas, degradadas por el nepotismo-sobrinismo. Y las reacciones fueron lentas, salpicadas por rostros de bueno ¿y qué?
Se susurraron atenuantes: los Caram-Dos Santos tienen votos, Artigas siempre fue feudal. Detritus del funcionalismo, que sepulta los principios. Olvida que en Artigas está Masoller, donde en 1904 murió Saravia, por servir según su conciencia el lema “Defensores de las leyes”. De Artigas era Brum, el expresidente que se inmoló por no rendirse a la dictadura de Terra. De Artigas era Rafael Robatto, Fiscal de Corte sin alharaca mediática…
Consentida la sentencia que aprobó la transa por la cual nadie fue preso y todo se arregló con horillas de trabajo comunitario, el principal condenado no firmó la renuncia. ¡Qué va! Tuvo que reclamársela el Dr. Delgado.
Por ahí pidió que se pronunciase la Comisión de Ética del Partido Nacional. Pero bastó que por WhatsApp renunciara como afiliado para que el tema no llegara al Tribunal. La renuncia valió coartada. En Derecho Público si el sumariado dimite no se le acepta y no se frena el trámite… ¡y en el caso, no había trámite sino condena firme!
Las carnestolendas no terminaron ahí. Saltó a la palestra el horror de que Caram cobraría por un año el subsidio de 85% de su sueldo, $ 285.000 -unos 7.000 dólares- por mes. Si tal ocurriera, se agregaría una burla afrentosa, una befa más para el sentido común.
El diputado batllista Dr. Conrado Rodríguez pidió a los senadores aprobar sin demora el proyecto, ya votado por la Cámara de Representantes, que suspende el subsidio toda vez que haya “acusación fiscal por delitos contra la Administración Pública” y que lo extingue cuando haya “sentencia condenatoria definitiva firme”.
Tiene razón. El Senado debe votar esa ley ya, porque es grave y urgente impedir que se premie al que robó dineros públicos.
Todo esto le hace daño a la política que, como sistema neurológico de la República, requiere aire puro para respirar, noticias virtuosas para alimentar el alma y sensibilidad aguzada para honrar el bien con emoción y aplauso… y vomitar el mal con espontaneidad peristáltica como reflejo del asco.
Si eso se pierde, tambalean los cimientos de la conciencia pública. Y entonces el daño es todavía peor para el Derecho que para la política.
Ese daño al Derecho no es abstracto. Lo sufrimos todos como ciudadanos, al palpar que se hizo precio en las tipificaciones y las penas, en un juicio abreviado que volvió a exhibir las miserias del proceso penal de hoy.
Lo padecimos al soportar que se arguyera que los condenados a prisión no tendrían suspendida la ciudadanía hasta que la Corte Electoral lo dispusiera, como si el art. 80 de la Constitución no imperase por sí mismo -según señaló el Prof. Ruben Correa Freitas.
En El Observador, Carolina Novarese subrayó que “las horas extras de la familia Caram” nos interpelan sobre si no está en declive nuestra capacidad de indignarnos. ¡Vaya si lo está! ¡Viene cayéndosenos la aptitud para asombrarnos, para juzgar y para condenar! ¡En la indigestión resignada de datos y noticias, ahogamos la idealidad!
Ante lo cual, de aquí en más deberemos llamarnos todos, por encima de partidos, a regenerar sensibilidad, reflexión y entusiasmos.