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Parece mentira las cosas que veo…

y no solo en Montevideo

Zósimo Nogueira

El tema de la inseguridad está más en el tapete que nunca antes. Las balaceras, los enfrentamientos entre marginales, es una constante, pero con todo lo que con lleva, les digo que no es lo más importante. Lo peor para nuestra comunidad es el entorno de los centros de acopio y distribución de drogas, “las bocas de venta”. Los traficantes y distribuidores manejan los mismos códigos carcelarios, si no se inmiscuyen con sus actividades no hay represalias. Si no hay “batidores” u “ortivas”, todo bien, pero en las cercanías de esos expendios se mueven los consumidores que cuando sienten el síndrome de abstinencia, se tornan irascibles, violentos y buscan desesperadamente medios para obtener dinero o algo negociable para hacerse de la droga. Ahí viene el acoso a transeúntes y vecindario, pidiendo o cobrando peajes y en muchos casos se suceden arrebatos y hurtos. También rapiñas que, como bien sabemos, implica violencia en y hacia las personas.

En inmediaciones de ese entorno se generan espacios de promiscuidad y acopio de residuos; precarios dormitorios de toda hora, con cartones, trozos de colchones, envases de plástico, ropas abandonadas o amontonadas para una nueva utilización.

La gente de bien, trabajadores, estudiantes, jubilados en continuo peregrinaje.  Acorde a sus posibilidades modifican comportamientos, horarios y forma de desplazarse, incluso cambian de residencia. Se mudan.

El accionar policial es intenso, realizan procedimientos, identifican, incautan y logran el enjuiciamiento de muchos distribuidores, pero todos tienen familiares o cómplices que continúan con sus actividades en otro lado.

También es común que cónyuges o familiares con menores a cargo continúen por más tiempo en la boca, con temor para el vecindario de represalias.

Ese mismo vecindario que teme y desconfía de la autoridad policial, que oculta información consciente del peligro de ser apuntalado como responsable de pasarla.

Es notorio que hay venalidad y consumidores entre las fuerzas de represión, con ello deben lidiar permanentemente los mandos. Situación extendida a los demás organismos del Estado.

La droga y el consumo han penetrado y horadado a nuestra sociedad, que en algunos estratos lo toman como natural.

La permisividad y des-mistificación del tema marihuana así como la despenalización del consumo han incrementado las adicciones.     

Los centros de distribución de alimentos y refugios del mides lejos de una solución han diseminado la problemática, igual que ocurrió en cárceles cuando por políticas de aislamiento o distanciamiento se realizaron traslados masivos al interior.

No solo se traslada al reo, sino a toda su problemática con su familia incluida, formándose asentamientos en proximidades de esas cárceles a lo largo de todo el país.

Eso ha aparejado, post grados del delito y enlaces criminales departamentales e internacionales.

El fenómeno droga, bocas de venta, venalidades, promiscuidad y miedos se ha generalizado y multiplicado en mayor o menor grado a lo largo de todo el país.  Inconcebible en un país no productor de las drogas de mayor consumo.  

Aguardamos la pronta implementación por parte del MIDES de los proyectados programas de tratamientos sobre enfermedades mentales y adicciones.

Mientras tanto se insiste en priorizar el proyecto de la eutanasia para situaciones de sufrimiento terminal, en claro contrasentido con la novel legislación de cuidados paliativos, ignorando la voluntad de conciencia del personal de la salud involucrado, atentando contra la libertad de creencias religiosas e ideológicas.

Apremiados por la situación, por el incumplimiento a las promesas de campaña y en respuesta a demandas de sus electores los Diputados Eduardo Lust y Gustavo Zubía proponen ampliar el espacio de actuación militar en tareas de patrullaje en apoyo de la policía.

Comparto preocupaciones, entiendo la propuesta pero no soluciona.

La diversidad de mandos para una misma tarea diluye responsabilidades.

Es uno de los factores determinantes de la situación actual.

Las Jefaturas de policía para realizar operaciones de impacto deben recurrir a la Guardia Republicana y aguardar por ésta, por haber disuelto sus Grupos de Operaciones Especiales GEO.

Se resta profesionalismo y cobran importancia las afinidades.

No se sabe de grandes desinteligencias ni de cuestionamientos pero a la hora de las responsabilidades administrativas o penales si las hubiere resulta difícil diferenciar los ámbitos de responsabilidad.

Ya el Ministro Stirling lo manejo como solución temporal para patrullaje en zonas conflictivas. Se dice de la experiencia en las misiones de paz, lo que no se corresponde con la realidad de nuestro país con vigencia plena de los derechos individuales.

Las misiones de paz cubren periodos de transición luego de eventos bélicos, y su acción de apoyos logísticos y de orden interno se trasforma en operaciones de combate sin transiciones, de un momento a otro.  Operan en régimen de excepción jurídica en espacios críticos.

Discrepo con las tareas de patrullaje, de intervención en problemas de vecindad que realiza la Guardia Republicana.

Eso le quita vigor y mística a su tarea específica, a su origen represivo de contundencia, en disturbios civiles.     

Lo mismo ocurre cuando a las fuerzas armadas se le asignan tareas de policía cuando se las han preparado para catástrofes y guerra.

Proteger fronteras y territorio.

Es absolutamente ridículo el emplazamiento de tanques y camiones militares en zonas de frontera con potente armamento militar.

¿A quién van a perseguir con esos implementos? ¿Le van a disparar a quien emprenda la huida? Las fronteras siguen tan o más permeables que antes.

Para una tarea policial eficiente de las FFAA se requiere de instrucción, nuevos medios de trasporte y armamentos.

Esta solución de Frontera es un mero parche usado por los diferentes actores con cuotas de responsabilidad para sacarse un lazo de arriba unos y para justificar su existencia y pedir más recursos otros.   

Llegamos al reiterado tema de querer reformar la Constitución desconociendo el plebiscito se insiste con allanamientos nocturnos.

Si el hogar es considerado sagrado e inviolable es por cuestiones de vulnerabilidad y obscurantismo, y no me refiero solo a la luminosidad que ciertamente es importante.

Es más grave que variar la penalización de los delitos pensando en lo particular sin mirar el contexto general.

Con toda la tecnología existente, cámaras, drones, aparatos de escucha, intervención de celulares, pericias, etc.; para qué irrumpir durante la noche, porque en espacios peligrosos donde hay armas generalmente cohabitan personas ancianas y menores. Acopio de información, detenciones externas y el allanamiento complementario al día siguiente parece ser el camino.

Con la droga están la oferta y la tentación del dinero a la vista u oculto.

De haber enfrentamientos armados el morador tiene la ventaja del conocimiento de  los espacios, pero el operador policial sigue en desventaja.

Es previsible en una balacera que haya heridos y muertos de policías o criminales, pero si es un niño u otro morador, ¿cómo lo arreglamos?

Se hace difícil controlar los movimientos de los actores intervinientes.

De noche es más fácil ocultar algo, plantar una prueba, o alegar que ésta haya sido plantada.

Se dice: que se haga presente el Juez o el Fiscal.

Están soñando, no son policías, no corresponde que asuman tal riesgo.

Los promotores del proyecto se sienten excluidos, las leyes quedan, las realidades cambian.

La ley debe ser amplia, no puede especificar la actividad delictiva antes de constatarla.

Se plantea la posibilidad de reglamentar el artículo 11 de la Constitución determinando lo que se considera “hogar”; puede ser una solución, no lo creo necesario pero….

Para colmo el Ministro Heber cuestiona resoluciones judiciales respeto a derechos de un preso considerado peligroso y no tiene razón.

Todos los presos tienen derecho a un trato digno y elementales condiciones de vida en reclusión.

Hay mucho para hacer en materia de seguridad, pero parece que será cuestión de nuevos tiempos.

Las últimas propuestas son “retrogradas”, como en algún caso, bien lo señala el Dr. Fagúndez.

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