Política nacional

Partido Colorado (3)

Jorge Nelson Chagas

La idea que el Partido Colorado avanza inexorablemente hacia su extinción ha ganado varios adherentes.  No integro ese grupo. ¿Por qué? No creo en el determinismo histórico. No digo que no pueda ocurrir, sino que de ninguna manera está destinado de antemano  que los hechos sucederán de tal o cual modo.

Por otro lado, el Partido Colorado ha dado muestras de ser capaz de renovar sus filas. La Corriente Batllista Independiente  (CBI) surgió en los meses previos al plebiscito constitucional de 1980 como un sector juvenil opuesto a la dictadura cívico-militar y se perfiló en la transición democrática como la izquierda del coloradismo. Algunos de sus miembros habían sido integrantes del movimiento de izquierda Grupos de Acción Unificadora (GAU). Si bien tuvo puntos de contacto con la izquierda tradicional, no se definió como marxista, apostó al republicanismo y al radicalismo democrático.  Fue una ráfaga de aire fresco en un partido que parecía desde los años ’60 derechizado.  Logró conectar con muchos integrantes de la generación de los ’80 pero no sólo en el plano político, sino que supo canalizar aquella sensibilidad de época, donde miles jóvenes – después de diez años de dictadura – deseaban disfrutar de las libertades

(No solo la CBI atrajo jóvenes. El grupo de Tarigo, Libertad y Cambio, también contó con huestes juveniles entusiastas, solo que con un perfil acaso más ¿conservador?)

La votación de la CBI en las elecciones de 1984 fue excelente. Su líder, Manuel Flores Silva, fue electo senador y además obtuvo dos diputados: Víctor Vaillant y Daniel Lamas. Las causas por las cuales la CBI no pudo renovar el Partido Colorado y se desintegró pueden ser muchas. A mí entender quedó demasiado adherida al primer gobierno de Sanguinetti. Sobre el Partido Colorado cayó la enorme responsabilidad de conducir la etapa final de la transición democrática y esto tuvo sus costos. ¿Debió la CBI marcar un perfil más autónomo del gobierno de Sanguinetti, sin que esto implicara serle desleal?

Pero, al margen de la CBI, una mirada a aquellos primeros años de democracia permite rescatar a figuras del Partido Colorado muy talentosas que bien podrían haber consolidado liderazgos renovadores: Hugo Fernández Faingold o Ricardo Lombardo, para citar sólo dos ejemplos claros. ¿Por qué no pudieron a hacerlo? Una respuesta podría ser que las  fuertes personalidades de Julio María Sanguinetti y Jorge Batlle impidieron su ascenso.

Por otro lado, si recordamos la situación política del año 1986 – después que se aprobó la Ley de la Caducidad Punitiva del Estado-  teníamos a un Sanguinetti victorioso que había logrado completar la transición aparentemente exitosamente y emergía como líder. El mismo Seregni advertía públicamente que se trataba de un adversario temible y que tenía un proyecto político de largo plazo. Es más: un dibujo de la época mostraba un sobretodo que cubría al Uruguay, como si el batllismo fuera capaz de abarcarlo todo. Los hechos no tardaron en demostrar que Seregni tenía razón. Sanguinetti buscó en Enrique Tarigo su Claudio Williman (o si se prefiere su Martínez Trueba) para retornar al poder en 1995.  A nadie se le podía ocurrir, en este momento, que el Partido Colorado declinaba. Más bien todo lo contrario. 

La izquierda no sólo estaba golpeada por la aprobación de la Ley de Caducidad (sin olvidar la expulsión del Senado, del controvertido Germán Araujo) sino que se hacía patente que el eje PGP-PDC se iba alejando cada vez más de la coalición. La ruptura era  cuestión de tiempo y  parecía que el Frente Amplio iba a quedar constituido solamente por grupos marxistas y radicales, algo que lo arrojaría a los márgenes del sistema político.  Esto, obviamente, no ocurrió. 

Y las razones de ello apuntan a la pregunta que hace unos días atrás me hizo mi buen amigo batllista Ernesto Castellano, ¿por qué después que en pleno siglo XXI el frentismo sobrevivió cuando todo lo que defendió a partir de los sesenta terminó en fracasos económicos, sociales y políticos…?  Mi respuesta sería: por las mismas razones que sobrevivió a los duros golpes que recibió durante la dictadura, los que le propinó Sanguinetti en democracia y a la tremenda ruptura de mayo de 1989 (el PGP había sido el sector de izquierda más votado en las elecciones de 1984 y Batalla era un dirigente apreciado y respetado por todo el espectro político).

En primer lugar, la mística. La fortaleza de cualquier grupo político depende, en gran medida, de lo simbólico y el Frente Amplio logró construir un relato de resistencia, perseverancia y fidelidad en los principios. En segundo lugar, la implosión del “socialismo real” fue muy beneficiosa para la izquierda uruguaya contrariamente a lo que muchos creen. La acusación de que sigue el modelo soviético, cubano o chino, no tiene el menor sentido. Dejó de ser el “cuco”. Y en tercer término, la aparición de un líder carismático – Tabaré Vázquez – que opacó a Batalla y retempló los ánimos de la militancia.

Sin dudas que la interna entre Jorge Batlle y Sanguinetti no le hizo bien al Partido Colorado que si bien no es comparable a la agresividad de la disputa entre la 14 y la 15, tuvo algunos picos de intensidad como los de las menciones a la “infidencia” y al “brazo arrancado”. El problema más grave, a mi juicio, no es que el Partido Colorado haya perdido las elecciones de 1989 sino que perdió el bastión electoral montevideano.

Aquí es donde realmente se encendió la luz amarilla.

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