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“El valor de elegir”

César García Acosta

“De qué estas formado por ser así: depende de la genética; en qué te convertirás, de la política” (Stanislaw J. Lec).

“La política no siempre es ni mucho menos buena, pero su minimización o desprestigio resulta invariablemente un síntoma mucho peor. Puede que haya personas tan creativas e idiosincráticas de espíritu que sean capaces de pasarse sin política y conservar sin embargo su libertad ciudadana: no conozco nadie así (y no les creo a ninguno de mis conocidos que se autocelebran, sólo son falsos originales, oportunistas o lameculos), pero no descarto totalmente su existencia. En cambio, estoy seguro de que no hay comunidades libres sin ejercicio permanente, consecuente y públicamente asumido de la política. Más concretamente, de la defensa de las ideas políticas argumentadas que cualquiera puede suscribir o rechazar. Una idea práctica es una forma de ser. Los totalitarios siempre dicen: `nosotros no nos mezclamos con los políticos, no hacemos política; lo que nos define es que somos de tal pueblo o raza, que somos como se debe ser frente a quienes no son lo que deben, hagamos lo que hagamos´.” Fernando Savater, Libro: el valor de elegir.

Ha sido buena cosa la gestión del prosecretario del Partido Colorado, Gustavo Osta, de sentar entorno a una mesa imaginaria, el debate por los disensos y acuerdos que puedan laudarse, entre todos los precandidatos presidenciales rumbo a las elecciones internas de los partidos políticos de 2024.

Y es bueno no sólo como idea, sino como la síntesis necesaria de ese “deber ser” que implícitamente se tiene que adoptar como la mácula que nos permita tener una visión más nítida y detallada de hacia dónde vamos como colectivo.

Hay desconcierto entre los colorados y más lo hay entre los batllistas.

Los colorados no pueden asumir ese 12% que registran en la preferencias electorales revelado por las encuestas, pero los batllistas, yendo más lejos todavía, se obsesionan por no encontrar su discurso el que oponen a los que marcharon al Frente Amplio, posicionándose a su izquierda, como si ser progresista y sociademócrata no fuera un atributo que nos pertenece tanto más que sobretodo de don Pepe. Si algo perdimos fueron nuestros estandartes, y si a algo nos está obligando el prosecretario del partido, con esta idea de juntarnos, es obligarnos a limar las diferencias en defensa de nuestras propuestas que, aunque individuales, serán en algún momento el fermento que podría permitirnos diferenciarnos de los demás competidores al punto de romper con la polarización entre blancos y frenteamplistas. 

Que el partido no resurge como opción mayoritariamente aceptada de los coaligados, es un dato de la realidad. Pero perder la esperanza de recomponernos rumbo a lo que vendrá, y dotar al futuro gobierno de más y mejor batllismo, es un desafío que pone al Uruguay en la senda de los desafíos.

Ni ser joven es atributo suficiente para candidatearse, ni veterano un punto en contra para conquistar a contraviento el nicho duro del coloradismo para ganar la elección. Lo que sí debería ser una premisa ineludible, en tiempos de campaña política, es que no estamos sólo ante el tiempo de las ideas, sino ante la hora de los candidatos.

Hoy es el candidato quien debe prevalecer y las ideas, sus ideas, deben ajustarse sino atarse a la tradición política del partido Colorado y del batllismo en particular.

Ya lo decía Alejandro Atchugarry sobre que el trabajo era un impuesto antiballista: “…Más allá de no compartir la creación del Impuesto a la Renta de la Persona Física (IRPF) en su época, lo que más cuestionó fue el desaliento que traerían consigo los emprendimientos productivos nacionales, ya que gravar el trabajo de los uruguayos atenta contra la economía comparada. Lamentablemente siento esta Reforma Tributaria empeora las condiciones de competencia de los uruguayos desde que reimplanta impuestos al trabajo. Los impuestos al trabajo, cuando Uruguay exporta de acuerdo a las reglas de comercio internacional, no se pueden devolver como otros impuestos, por lo tanto encarecen el producto uruguayo. Si usted va a la góndola y encuentra galletitas argentinas, brasileñas y uruguayas, sólo la galletita hecha con manos uruguayas va a estar pagando estos impuestos, mientras que las otras dos no van a estar contribuyendo de la misma manera, van a estar contribuyendo mucho menos a los gastos del Estado», sentenció Atchtugarry en una realidad que no sólo se mantiene incambiada con el transcurso del tiempo, sino agravada por lo que se conoce como el “atraso cambiario”.

Y a ¿qué se refería Atchugarry en su visión batllista de las cosas? Simple: en una situación de atraso cambiario en general los beneficiarios son todos aquellos que consumen productos importados que se abaratan relativamente. Los que se benefician son los que viajan al exterior y se favorece a los consumidores, porque una parte importante de la canasta de bienes está atada a precios que se fijan a valor dólar. En el caso específico de Uruguay, se trata de electrodomésticos, automotores y bienes durables en general. Mientras que los grandes perjudicados son los sectores exportadores, que se encuentran con condiciones de competitividad muy disminuidas. Y si éstos sectores son los que producen mayores empleos, la política cambiaria de aparente beneficio podría constituirse en un palo en la rueda de la economía mirada desde el interés del empleo.

Por aquí pasará ineludiblemente el debate que deberán darse los precandidatos rumbo a lo que vendrá, en tanto y en cuanto fortalecer las ideas, será el nivel o grado de excelencia que logremos al momento de negociar más batllismo en un futuro gobierno de coalición.

Todo esto, al decir de Savater, es “el valor de elegir”.

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