Política nacional

Personal de salud

Marcelo Gioscia

Tan gratuita como inaceptable fue la agresión sufrida por un médico intensivista y dos enfermeras de un nosocomio de nuestra capital, por parte de familiares de un paciente -cuyo fallecimiento les fuera comunicado- que muestra a las claras la nula seguridad con que cuenta este personal de la salud, así como la irracional violencia con que respondieron estos sujetos, propia de miembros de una sociedad en la que se han perdido valores fundamentales, que una vez nos distinguieron. Hechos como el que tomó estado público, dan cuenta del grado de exposición de profesionales médicos como de integrantes de enfermería, que deben tratar a diario, con quienes acompañan a las personas que deben ser ingresadas a los CTI (Centros de Tratamiento Intensivo) y servir hasta de contención emocional, aún más en los casos de mayor gravedad y en los que, el riesgo de perder la vida resulta altamente probable. Dónde quedó el respeto a estos profesionales de la salud, que día a día brindan sus energías y conocimientos para lograr la recuperación del ingresado? Siendo su obligación técnica profesional una “de medios” y no de “resultado”, la inconcebible reacción de estos agresores, no puede justificarse en modo alguno, enfrentados a la noticia de lo irreparable. Como resulta inadmisible el violento ingreso de esta patota de exaltados a un ámbito privado, donde otros internados merecen todo el respeto y la consideración por la recuperación de su salud, en un clima alejado de toda violencia. Por ello, la reacción del gremio médico no se hizo esperar y las medidas a tomar contra los injustificables agresores -que han sido individualizados- debiera ser todo lo pesada que la normativa legal establezca. Estas conductas son totalmente reprochables y nuestra sociedad debiera recibir de las autoridades públicas, llámense: “Fiscalías”, “Justicia” o “Ministerio del Interior”, mensajes claros que el receptor comprenda, que se han adoptado medidas eficaces y efectivas, que subsanen o prevean este tipo de agresiones -como las de este caso que motiva nuestra opinión- como de situaciones de similares características que pudieran llegar a producirse en el futuro. Hoy en los tiempos en que vivimos, con el formidable apoyo que implica el buen uso de modernas tecnologías, no puede aceptarse pacíficamente que no se proceda de tal forma que suponga atribuir con el mínimo error posible, las correspondientes responsabilidades penales e incluso civiles, a quienes infringen normas básicas de convivencia ciudadana. Se impone una solución para este tipo de problemas, que por cierto tienen su origen en una multiplicidad de causas y exigen se insista en fortalecer a la familia como célula social básica, así como en brindar una educación en valores éticos y morales, desde la más temprana edad.  Ello redundará sin hesitación alguna, en beneficio de todos. De no tomarse conciencia de lo que suponen este lamentable tipo de hechos de violencia para nuestra sociedad, y responder con indiferencia, habremos desperdiciado la experiencia vivida, sin actuar a la altura que la gravedad de los mismos pone de manifiesto. Seamos capaces de actuar.  

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