Rebelión en Afganistán; nuevo Emirato Islámico
Lorenzo Aguirre
Después de casi veinte años de la rendición talibán ante los Estados Unidos, y la Alianza del Norte de Afganistán contra la red terrorista Al Qaeda, la guerrilla insurgente – nacida en los seminarios religiosos fundamentalistas – tomó el control de Afganistán, y el presidente Ashraf Ghani abandonó el país, declarando hipócritamente que, lo hacía para evitar derramamiento de sangre. En pocos días, los talibanes llevaron a cabo un implacable alzamiento, ofensiva iniciada cuando el presidente Joe Biden aseguró que, las tropas norteamericanas, se retirarían. Fueron cuatro lustros de intervencionismo con un costo de mil millones de dólares gastados en formar al ejército afgano, “módica” suma inyectada por supuesto también en armas, que, al ser recibidas por los lugareños, gran parte las revendieron a los propios talibanes. De ahora en adelante, el sistema en Afganistán será rígido, radical, quedando establecido un nuevo Emirato Islámico gobernado por un sector político – fundado por veteranos de la guerra de Afganistán contra la invasión soviética – financiado gracias al comercio de heroína, y a los impuestos al pueblo.
Ashraf Ghani Ahmadzai – musulmán, sunni, afgano, estadounidense -, fue presidente de Afganistán desde 2014 hasta el pasado 15 de agosto.
En los años noventa, Ghani, perteneció a organismos internacionales como Banco Mundial, y la Organización de las Naciones Unidas.
En 2001, luego de la caída del régimen talibán, Ghani, regresó a su país, siendo asesor del entonces presidente Hamid Karzai, y posteriormente su Ministro de Finanzas, para más tarde, en 2014, ganar las presidenciales con una votación del 56%, pero su gobierno, no fue la panacea, y vale decir que, manipulando los medios de comunicación vendió imágenes falsas, con una democracia que no era tal – en los comicios no se votaba a un líder político, sino al “cacique” de la tribu -, más allá que, la democracia, tenga panorámica amplia.
El gobierno de Ghani – guste, o no -, fue corrupto, y todos los cargos del Estado público se compraron y vendieron, sumados a una justicia no existente, y por supuesto mirando hacia el costado el tema del opio, droga que, para Afganistán, representa el 90% de la producción mundial, cuya recaudación gigantesca no solo iba al gobierno sino también en grandes proporciones a los propios talibanes, quienes pagaban buenos contratos a mercenarios, muchos de los cuales habían realizado – para redondear una cifra mejor en la jubilación – algunas horitas extras en misiones latinoamericanas, potenciando el “progresismo” en el continente.
Ghani, manifestó que, se retiró para no provocar derramamiento de sangre… en realidad, huyó a Tayikistán (convertida en nación independiente en 1991 tras sesenta años de presencia soviética), una república semipresidencialista, siendo el país más pobre de Asia Central – con un desempleo del 40%, y 60% de ciudadanos viviendo por debajo de la línea de pobreza -, cuyo presidente, Emomalii Rahmon, está atornillado en el sillón desde 1994, y tanto en las elecciones de 2005 como en 2010, los observadores de la Organización para la Seguridad, declararon que, en dichos comicios faltaron estándares democráticos.
No debemos olvidar mencionar que, Tayikistán, es punto importante de tránsito y distribución de droga – su mayor “fuente” de ingreso – proveniente de Afganistán, destinada a mercados de Europa Occidental, y Rusia, país que, junto a Irán, son los mayores inversores.
Estados Unidos, pérdidas humanas
y mil millones de dólares
Estados Unidos, y la Organización del Tratado del Atlántico Norte salieron muy deteriorados desde el aspecto de imagen, más en este momento de sostenida tirantez con sus rivales geopolíticos, como Rusia, y China, quienes, en buena medida, se complacen del resultado.
A fin de cuenta, fue una retirada, dejando una acción militar bastante ridícula luego de veinte años en los cuales Estados Unidos, además de la enorme pérdida humana se tiró mil millones del billete verde, cantidad astronómica que, invertida en las necesidades de Afganistán, lo hubiera sacado a flote.
Para el presidente Joe Biden la misión estadounidense debe ser concentrada contra el terrorismo, no contra insurgencia, o creación de una nación, como asimismo las tropas de su país no pueden morir en una guerra en la cual, las fuerzas de Afganistán, no están dispuestas a luchar por ellos mismos.
Probablemente, el pueblo deje de recibir ayuda internacional, y estamos hablando de un país que, desde el aspecto económico es totalmente inviable, viviendo siempre de abundantes remesas, hecho, que, para los afganos, siempre ha sido muy cómodo.
También, Biden, no debe olvidar que, Pakistán, supuestamente aliado – señaló no reconocer a ningún gobierno impuesto por la fuerza -, y con un servicio de inteligencia siniestro, se convirtió en el primer país “estimulando” a los talibanes – a quienes provee armamento -, actuando como “doble agente”, y como si fuera poco, amigo de China.
Asimismo, a Pakistán le sirve tener buena relación con Afganistán, pues, lo puede utilizar como refugio en caso de ser atacado por India, su mayor enemigo.
El futuro… ¿será incierto?
Parece existir un “compromiso de honor” entre Estados Unidos, y talibanes, considerando que, el nuevo gobierno “Emirato Islámico de Afganistán” no traspasaría la frontera, cosa que, a los talibanes los tiene sin cuidado, pues, ellos, no pretendieron ser expansionistas, sino recuperar el poder en su país.
Ahora, bien, esto puede implicar que, otras organizaciones terroristas como Al Qaeda, o el Estado Islámico, hagan oportuno el momento para sus propias acciones, pautando sin lugar a dudas un nuevo juego en el tablero político internacional.
Más allá de lo expresado, Mullah Baradar, líder de los talibanes, convertido en la figura más importante de la ofensiva y del nuevo establecimiento gubernamental, manifestó buscar pacíficas transferencias del poder, sin venganzas, señalando que, el gobierno en manos del Emirato Islámico de Afganistán será con participación de todos.
Existe gran diferencia entre dichos, y sucesos; en realidad, no respetan al derrotado, y la documentación audiovisual pone de relieve torturas y ejecuciones públicas.
Los talibanes, aseguran en adelante vivir bajo la Ley Sharía, y los afganos no podrán salir del país debido a la “necesidad de reconstruir la unidad nacional”, y si se observa “conductas inadecuadas, serán corregidas”.
Por otra parte, el nuevo gobierno designará a los jueces, de acuerdo al pensamiento del futuro poder”, y el territorio talibán en Kandahar continuará siendo lugar para que, yihadistas de todas partes del mundo tengan el régimen de entrenamiento, especialmente, terroristas de Al Qaeda.