REPENSAR LA ESTRATEGIA:
acompañar el no al fusionismo, con el impulso al centrismo constructivo
Eduardo Fazzio
La política no vive solo de convicciones. Vive también de la capacidad de transformar principios en acción, pensamiento en estrategia, sensibilidad en construcción de mayorías. En ese marco, la defensa de la autonomía y la identidad del Partido Colorado no puede agotarse en el mero rechazo al fusionismo. Esa posición —necesaria, argumentada, firme— debe ser acompañada por una estrategia política de crecimiento, una hoja de ruta que vuelva a conectar con los sectores sociales que hoy miran con desencanto la oferta partidaria nacional.
Un senador colorado —que valora lo expresado en nuestras columnas anteriores— me lo dijo con claridad: «hay que repensar la estrategia, construir valor político». Tiene razón. Defender la independencia sin una propuesta activa que la respalde puede sonar, con el tiempo, a nostalgia. Y nosotros no estamos anclados en el pasado. Estamos, o deberíamos estar, animados por una idea de futuro: reconstruir una opción de centro reformista, liberal en lo político y socialmente sensible en lo programático.
Ese es el camino para devolverle sentido a la existencia misma del Partido Colorado. Y no es un camino menor. Implica reubicar al batllismo no solo como tradición, sino como horizonte. No como capítulo cerrado de la historia, sino como motor de una nueva síntesis republicana.
En un sistema político tensionado entre una izquierda que no logra renovarse ni corregir sus dogmatismos, y una centroderecha que fluctúa entre la tecnocracia y el conservadurismo, la sociedad siempre va a buscar equilibrio. Buscará una voz que le hable al sentido común, pero también a la justicia social. Que abrace las libertades, pero no tolere que la desigualdad algún día se componga solita. Que no demonice al Estado ni lo endiose. Que crea, simplemente, en un país que funcione para todos.
Eso es lo que llamamos centrismo constructivo. No un lugar de tibieza o ambigüedad, sino un punto firme desde el cual se construye diálogo, reforma y gobernabilidad. Un centro con identidad, con relato y con propuestas. Que sepa hablarles a los jóvenes sin eslóganes vacíos. Que sepa convocar a los que hoy están afuera del sistema partidario o dentro de él, pero sin mayor entusiasmo. Que pueda reencontrarse con sectores sociales desencantados que votaron sin mayor fervor al Frente Amplio y con ciudadanos que no se sienten representados por el bloque gobernante.
Esta visión no es sólo discursiva. Debe traducirse en una estrategia de presencia pública, territorial, parlamentaria y digital. Con propuestas claras: una educación pública de excelencia, reformas del Estado con alma, políticas sociales que promuevan la movilidad y no el clientelismo, una economía abierta pero justa, un Estado laico que garantice libertades y una política comprometida con el republicanismo cívico.
Este es un desafío básico para todos los colorados: rearmar lo que somos y lo que queremos. No es una operación de lifting ni debe ser una lavada de cara, sino producción de sustancia confiable. Hoy los sectores partidarios tienen sus lógicas autónomas: ¿seremos capaces de superar esas autonomías naturales y construir un pensamiento centrista concreto para todos y con todos? Forma parte de la genuina renovación.
Este proyecto no es incompatible con la convivencia republicana ni con alianzas puntuales. Pero necesita preservar una voz propia, una identidad nítida. Esa voz sólo puede reconstruirse desde una propuesta centrada, programática y moralmente coherente.
No se trata solo de decir «no» al lema común o al candidato único. Se trata de decir «sí» a una causa renovadora que represente a quienes creen que el centro político no es debilidad, sino madurez. Que el equilibrio no es cobardía, sino sabiduría. Que la convivencia democrática no es ingenuidad, sino una meta civilizatoria.
Tampoco se puede aceptar con impavidez que el diario El País del domingo titule en portada: «Última Rendición: el FA volverá a la carga y la coalición replica que quieren justificar todo». Para luego, en páginas interiores, hablar exclusivamente de la bancada nacionalista. Porque no somos infantería de los blancos, para que nos agreguen o saquen del desfile según les convenga. Somos distintos, somos colorados. Por eso hay que desarrollar la identidad, para sostener el no al fusionismo.
Y es momento también de reexaminar la estrategia electoral en lo departamental: ¿es realmente imprescindible utilizar el mismo lema en todos los departamentos? ¿Por qué no diseñar con anticipación lemas de uso exclusivamente local? Llamarse «CR» en todos ellos, convirtiendo esas uniones vecinales en una federación antifrenteamplista comandada por los candidatos blancos a intendente, remite a la claudicación fusionista y al desperfilamiento colorado. Sobran ejemplos; el reciente resultado electoral en Montevideo salta a la vista.
En definitiva, se trata de hacer lo que la historia nos reclama: reconstruir una opción republicana, reformista y empática. Reivindicar la política con sensibilidad y sentido de realidad. Y animarnos, desde el pensamiento, a trazar estrategias que devuelvan al Partido Colorado su rol transformador.
Sobre este tema volveremos: los caminos que podemos abrir para la construcción visible de una agenda del centro liberal y progresista que podemos ser.
Porque el valor político no se hereda: se construye. Y hoy, más que nunca, es tiempo de construir.