Historia

Retornemos al pasado

Jorge Nelson Chagas

Existe un documental realizado por los norteamericanos que muestra al Uruguay de los años ’40 que muestra un país modelo, con edificios modernos y pulcros, calles limpias y gente feliz. Europa estaba en guerra, pero el paisaje urbano uruguayo mostraba prosperidad. ¿Esa visión era real? Mi opinión es que sí, sin dudas, aunque parcial. Existía un mundo (urbano y culto) subterráneo que Juan Carlos Onetti reflejó en sus obras literarias. Un malestar, un pesimismo cercano al nihilismo. El personaje de “El Pozo” Eladio Linacero dice: “Detrás de nosotros no hay nada. Un gaucho, dos gauchos, treinta y tres gauchos…”

Ahora bien. El 1º de marzo de 1947, en tiempos de la Guerra Fría, el batllismo retornó al poder y si uno observa los primeros meses del gobierno de Tomás Berreta vemos la ausencia del “obrerismo” del primer batllismo. Los convenios salariales firmados durante la administración de Amézaga comenzaron a expirar y la conflictividad sindical aumentó. En el mes de abril estalló una huelga en la construcción, otra en el puerto, seguida por los ferrocarriles. Ante ello Berreta aplicó una política de “mano dura”, les aplicó el Código Penal e intentó reglamentar los sindicatos. El batllismo ya no era el mismo.

La muerte de Berreta y el ascenso de Luis Batlle marca un cambio en las relaciones gobierno- clase trabajadora pero, hay un detalle sugestivo: el Partido Socialista, todavía bajo la conducción de Emilio Frugoni, dejó ser el “partido picana” del batllismo y se convierte en crítico contumaz del batlleberrismo. No lo “picanea” para vaya más rápido en sus reformas sino que censura sus acciones gubernativas: industrialización sin planificación, improvisación en la política económica, clientelismo. El 3 de febrero de 1948 el periódico socialista El Sol advertía que Luis Batlle ante el motivo más insignificante, se trasladaba “a los rincones más apartados de la República. Previamente preparado el ambiente y la escena – probablemente por una mano oculta en los despachos del propio Presidente- viaja el primer magistrado acompañado por numeroso y sobre todo, costoso séquito. Paisanadas a caballos, unidades del Ejército, funcionarios, niños de las escuelas, esperan a la caravana presidencial al término de cada viaje”. O sea que el Presidente de la República estaba en una campaña electoral permanente.

Raúl Sendic, Julio Marenales, Juan Almiratti, Jorge Manera, Hector Amodio Perez y otros jóvenes más, ingresan a un Partido Socialista muy crítico con…¿el batllismo? Acaso, ¿no es más atinado decir que las críticas socialistas iban dirigidas a la interpretación del batllismo que hacía Luis Batlle?

Entre fines de los cuarenta y principios de los cincuenta, los futuros tupamaros militaron contra el batlleberrismo, pese a la prosperidad económica y la plena vigencia de las libertades. ¿Estaban imbuidos del espíritu “onettiano”? No se trata que leyeran a Onetti que, de hecho, negaba a la escritura como compromiso y militancia política. Sino que tenían esa mentalidad o sensibilidad de vivir en una sociedad gris y opresiva, sin salida posible.

De todos modos, aquella militancia socialista anti- batlleberrista, tuvo consecuencias.

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