EditorialPolítica nacional

«Siempre sereno, claro

y con decisiones justas»

César García Acosta

“A Tabaré Viera le tocó asumir su tarea de Ministro en medio de una crisis en el sector turístico. Fue un gran articulador entre las necesidades de los operadores y el gobierno. Siempre sereno, claro y con decisiones justas”, así definió al hoy senador colorado, en twitter, el presidente de la República Luis Lacalle Pou.

El modo como el presidente lo definió, para quienes lo conocen, es la más clara caracterización del perfil humano, social y cultural de Tabaré Viera, el que por cierto mucho se aproxima a la filosofía batllista que ha practicado en todos los ámbitos donde le ha tocado desempeñarse.

Como dice en su libro LA NOVELA DE LO HISTÓRICO, Gerardo Caetano, “El modelo partidario asumido por el primer batllismo, no podía satisfacer a un liberal pleno, pero mucho menos a un elitista… No eran solo las reformas del batllismo las que provocaban el terror conservador. También era su forma de encarar la política, la acción de los partidos, los alcances de la representación, su modelo de ciudadanía, en suma. Esas señales republicanas que se asentaban en la acción de los clubes seccionales, en el entramado denso de una orgánica partidaria compleja y exigente (tanto para los dirigentes como para los ciudadanos), en la idea de la primacía de los partidos sobre sus representantes electos, en los límites de la representación traducidos en la idea de la revocabilidad de los mandatos (o en el mandato imperativo liso y llano, al que sin embargo Batlle prefería nombrar de una manera distinta que socialistas y comunistas), en las pautas de disciplinas y relacionamiento estrecho que tenían que enmarcar los vínculos siempre difíciles entre gobierno y partido, en definitiva todo ese modelo partidario de talante deliberativo y participativo”.

Quienes presenciamos –como en mi caso- los siempre fermentales debates de las convenciones coloradas después de 1985, saben cómo se levantaban los ánimos después de alguna intervención de Jorge Batlle, quien empecinado por poner `pienso´ a la discusión del momento, se enfrentaba al desafío de la casi siempre frenética intervención posterior de Julio Sánchez Padilla, que motivaba las reflexiones cautas e inteligentes de otros experientes convencionales como Enrique Tarigo, Américo Ricaldoni o Carlos W. Cigluiti. Todos esos batllistas le daban al Partido la misma impronta que seguramente ahora le dará Tabaré Viera al escenario partidario en la antesala de un “ataque de locura” al tener que soportar una diversidad de precandidaturas presidenciales que más que conducción político lo que persiguen es alcanzar un lugar en alguna lista con afán parlamentarista.

Viera con su andar cansino pero firme a nivel territorial, ha logrado construir su lugar como “caudillo”, el que bajo una aparente competencia, se reafirma por su estilo conciliador, abierto, plural y conocedor que el batllismo está hoy más allá de las fronteras del propio Partido Colorado.

La verdadera idea batllista debe admitir la conducta reformista, en un marco de ideas que aunque posibles, deben saberse desde su concepción, como instrumentos mártires a ser puestos a la consideración de una estructura superior que no es otra que la de la Coalición Republicana.

La construcción de una plataforma política con un rumbo claro e inequívoco, primero propio y casi sectoria, debe asumir que luego deberá ser ratificado y enriquecido por el resto del partido, para poder transformarse luego en la base del programa de gobierno de los coaligados, con una fuerte impronta batllista. Y eso pasará, invariablemente por la orgánica del Estado, por la filosofía del “Cambo en Paz”, por la implementación de la economía sobre la idea de un Estado articulador que será quien jugará un rol trascendente en el contexto de un mercado libre.

Hoy Tabaré Viera es la ilusión para que el “sobretodo” batllista resurja como un sentimiento común. Hoy Tabaré deberá explicar a los uruguayos la importancia del batllismo como reforma estructural del Estado y fuente de garantía de los derechos adquiridos por la sociedad.

Como en los tiempos del primer batllismo, la dicotomía “partido/gobierno” será, enhorabuena, la antesala del Uruguay reformado.

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